¿Alguna vez has querido saber el porqué del mal? Durante muchos años me pregunté con persistencia incluso por qué parece existir el mal; hasta que, finalmente, descubrí que considerar la aparente existencia del mal era un obstáculo que me impedía sanar. La siguiente comparación me ha ayudado mucho a comprender la razón de que esto sea así.
Muchos de nosotros hemos conducido por la carretera en un clima caluroso, seco y sin viento cuando, de pronto, parece haber un gran charco en el camino por delante. Pero no frenamos, porque sabemos que no hay ningún charco allí. Es solo un espejismo, o lo que me gusta llamar una mentira óptica. Continuamos conduciendo, y el charco desaparece ante nuestros ojos.
Este espejismo carece de sustancia y, por lo tanto, no puede hacernos derrapar. Incluso podríamos decir que el “charco” no tiene realidad, aunque todos lo veamos. Por ende, no podemos responder directamente a la pregunta “¿Por qué hay un charco en el camino?”, porque no hay ninguno allí. Tampoco deberíamos preguntar “¿Cómo pudo este gran charco evaporarse tan rápidamente?”, porque esta pregunta se basa en la suposición errónea de que había habido un verdadero charco allí. Lo único que podemos hacer es explicar el fenómeno de los espejismos y lo que hace que el charco parezca ser tan real.
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