“Si Cristo es rico, ¿puedo yo ser pobre?” dice en parte un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana (John Ryland, N° 224, según versión en inglés). Es una pregunta que invita a la reflexión.
Con temores sobre la falta de provisión, de salud y de la bondad en general en nuestros sistemas políticos, quizá queramos considerar el alcance ilimitado de las palabras y obras de Cristo Jesús. Las curaciones de Jesús demostraron a “Dios con nosotros”, o “Emanuel”, y mostraron que “para Dios todo es posible” (Mateo 19:26). Él constantemente ilustraba las grandes capacidades de Dios como Amor, al vencer todo sentido de carencia, pecado, enfermedad y muerte.
La Ciencia Cristiana saca a relucir la ley que respalda la obra sanadora de Cristo Jesús, una ley que revela que Dios es infinito, ilimitado; un poder sanador y una presencia que supera todo caos, duda y temor. Esta ley también revela que tenemos una relación directa con el infinito, con todo lo que Dios es. De hecho, somos Su imagen y semejanza (como revela la Biblia), por lo que podemos esperar que nuestra relación inseparable con Dios —nuestra unidad con el Amor— se manifieste de infinitas maneras prácticas y sanadoras.
La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, explica: “El hombre refleja la infinitud, y este reflejo es la verdadera idea de Dios.
“Dios expresa en el hombre la idea infinita desarrollándose a sí misma para siempre, ampliándose y elevándose más y más desde una base ilimitada” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 258).
Puede ser tentador creer que los buenos resultados son imposibles, o aceptar que nunca podremos lograr el bien que esperamos; sin embargo, esa forma de pensar cierra la puerta a las infinitas posibilidades del Espíritu. Una vez que nos deshacemos de estas creencias finitas, represivas y enceguecedoras, abrimos la puerta a una nueva aventura de crecimiento espiritual. Y cuando acudimos a lo espiritual, vemos que Dios, el Espíritu, es el bien omnipotente, y que reflejamos esta bondad poderosa. Como resultado, podemos esperar que el bien espiritual prevalezca más en nuestras vidas.
Cristo Jesús compartió la inmensidad del amor infinito de Dios y nos mostró que nosotros también estamos relacionados con Él. Su unidad con Dios es nuestra señal para que reconozcamos nuestra unidad con Él. Su misión fue abrir nuestros ojos a la plenitud, magnitud y presencia de Dios como la Mente infinita, el Alma, y proclamar que Su reino (armonioso, abundante y supremo) está dentro de cada uno de nosotros. Él dijo: “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
Sentirse en casa con el infinito es sentir el reino de Dios dentro de nosotros.
Jesús comprendió la constante disponibilidad de la bondad eterna y continua de Dios. Ciencia y Salud explica: “El Alma tiene recursos infinitos con que bendecir a la humanidad, y la felicidad se lograría más fácilmente y estaría más segura en nuestro poder, si se buscara en el Alma” (pág. 60). Y como expresión de nuestro Padre-Madre Dios —como Su imagen y semejanza— podemos esperar ver esos recursos infinitos tan necesarios para bendecir a la humanidad. Dios es Vida abundante, y reflejamos esa abundancia y podemos esperar que nuestras vidas sean satisfactorias, plenas y generosas.
Una pareja experimentó el efecto práctico de esta comprensión. Los ingresos de sus dos negocios estaban disminuyendo, y la pandemia pintaba un futuro económico sombrío. Oraban con regularidad para comprender más de la guía y el cuidado infinitos de Dios, y no aceptaron las temerosas y limitadas creencias que rodean las noticias del día. Se sintieron inspirados a revisar sus presupuestos, armarios y pertenencias para valorar todo lo que satisfacía sus necesidades y regalar lo que ya no necesitaban. En la medida en que redujeron los gastos, pudieron aumentar sus donaciones a personas y organizaciones que necesitaban ayuda inmediata. Pronto sus ingresos se recuperaron, e incluso crecieron. Parecía que cuanto más agradecidos estaban, más podían dar.
Sus pensamientos se apartaron del temor de que el bien pudiera ser limitado hacia la comprensión más clara de que hay infinitas maneras de confraternizar con sus semejantes y bendecirlos. Y al hacerlo, ellos mismos fueron bendecidos. Demostraron que esta declaración era cierta en sus vidas: “Dar no nos empobrece en el servicio de nuestro Hacedor, ni retener nos enriquece” (Ciencia y Salud, pág. 79). Dar más a los demás y confiar en que Dios proveerá todo lo bueno les proporcionó un sentido más acertado de hogar, un sentimiento de estar en casa con Dios, el bien infinito.
Sentirse en casa con el infinito es sentir el reino de Dios dentro de nosotros. Hay una creciente confianza que se desarrolla al comprender que el bien siempre es posible y está al alcance de la mano porque Dios es bueno y está en todas partes. Todos somos la manifestación infinita del bien infinito, por siempre uno con Su bondad. Podemos descansar con seguridad, y ser consolados y satisfechos, porque Dios está constantemente suministrando ideas infinitas a Sus hijos.
Como escribe Eddy: “Dios os da Sus ideas espirituales, y ellas, a su vez, os dan vuestra provisión diaria. Nunca pidáis para el mañana; es suficiente que el Amor divino es una ayuda siempre presente; y si esperáis, jamás dudando, tendréis en todo momento todo lo que necesitéis. ¡Qué gloriosa herencia se nos da mediante la comprensión del Amor omnipresente!” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 307).
Dios es omnipresente, y por eso siempre estamos en casa con Dios y Sus infinitas bendiciones.
