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COLUMNA

Para permitir que nuestro cristianismo resplandezca

Del número de julio de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 4 de abril de 2022 como original para la Web.


“Será deber del Comité de Publicación corregir de una manera cristiana las falsas informaciones que se difundan al público con referencia a la Ciencia Cristiana, y las injusticias de que sea objeto la Sra. Eddy o los miembros de esta Iglesia por parte de la prensa diaria, las publicaciones periódicas o cualquier clase de literatura puesta en circulación” (Mary Baker Eddy, Manual de la Iglesia, Art. XXXIII, Sec. 2).

El cristianismo de la Ciencia Cristiana es a menudo vívidamente real para aquellos que han experimentado o sido testigos directos del poder sanador del Cristo a través del estudio y la práctica de sus enseñanzas. La importancia fundamental de la Biblia en la vida de los Científicos Cristianos es una consecuencia natural de su humilde reconocimiento del significado de la vida y las enseñanzas de Cristo Jesús como el Hijo de Dios y el camino de la salvación. Pero cuando el cristianismo de la Ciencia Cristiana es públicamente minimizado o negado, los Comités de Publicación ven una oportunidad para eliminar de una manera cristiana esas imposiciones que se difunden al público, y para permitir que algo de la verdadera luz del Cristo sea reconocido por aquellos cuyos corazones son receptivos a ella.

Un libro recientemente publicado, To Baptize or Not to Baptize, escrito por un pastor luterano y autor de varios otros libros y más de 200 artículos, incluye una situación hipotética que envuelve a una pareja que quiere bautizar a su bebé. La madre fue criada en la Ciencia Cristiana, y por breve que sea este caso, incluye varias imposiciones sustanciales difundidas al público con respecto a la Ciencia Cristiana, entre ellas la declaración: “A pesar de su nombre, ‘La Iglesia de Cristo, Científico’ no es una iglesia cristiana”. Lo que sigue es una carta de la Oficina del Comité de Publicación al autor de este libro, la que dio lugar a una respuesta amable y considerada de este último reconociendo el valor de las bendiciones de Cristo como se evidencia en la siguiente misiva.

CARTA A UN AUTOR QUE ES PASTOR LUTERANO

Escribo en respuesta a su libro bella y cuidadosamente escrito, To Baptize or Not to Baptize. Me siento inspirado por la profundidad de su devoción y su claridad al dar testimonio del Cristo. El libro profundizó mi aprecio por el bautismo como se practica tradicionalmente en las iglesias cristianas ortodoxas. Las siguientes son algunas de las frases que me llegaron más profundamente: “Dios es extremadamente generoso en su gracia. Pero Dios no es ni aleatorio ni impreciso en la entrega de su gracia”. ¡Ese sentido de intención deliberada en el amor de Dios por cada uno de nosotros es realmente poderoso! Al mismo tiempo, quiero ofrecer una perspectiva diferente sobre la Ciencia Cristiana de la que se retrata en su caso sobre alguien que se apartó de la Iglesia de Cristo, Científico.

Soy un Científico Cristiano de toda la vida, quien está vivo para escribir esto debido a la curación espiritual de meningitis espinal de mi abuela materna a través de la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana; una enfermedad que los profesionales médicos habían considerado incurable. Mis bisabuelos recurrieron a la Ciencia Cristiana como último recurso. Isabel, mi abuela, era una adolescente cuando tuvo lugar esta bendición profundamente cristiana; más tarde se casó y dio a luz a mi madre y a otros cuatro hijos saludables.

Según un documento publicado recientemente, “la fe de los Científicos Cristianos está arraigada históricamente en la tradición congregacional de Nueva Inglaterra. La simplicidad de los servicios, la igualdad en la vida congregacional y el profundo énfasis puritano en la gracia interior por encima de las formas externas están en nuestro ADN espiritual” (respuesta de la Junta Directiva de la Ciencia Cristiana al Consejo Mundial de Iglesias que se encuentra en Churches Respond to The Church: Towards a Common Vision, Vol. 2, p. 83). Los Científicos Cristianos creen, ante todo, en un Dios soberano que es el Amor divino e infinito, y en el hombre (en el sentido genérico) como hecho a imagen y semejanza de Dios. Entendemos que Jesucristo es el Hijo de Dios, quien vino a la tierra para sanar y salvar a la humanidad. Consideramos que su vida, incluyendo la curación de enfermedades y discapacidades y la superación de la muerte a través de medios puramente espirituales, junto con sus enseñanzas como se registran en el Nuevo Testamento, son contempladas como nuestra guía para la vida y para ocuparnos de nuestra salvación.

El símbolo en nuestra literatura oficial de la iglesia, una cruz y una corona, apunta al fundamento compartido de toda la fe cristiana: la crucifixión, resurrección y ascensión de Jesucristo, los cuales vemos como sucesos históricos y fácticos. Al aceptar el relato bíblico de que el Espíritu Santo causó el embarazo de la virgen María, vemos el origen divino de Jesús, y la vida que siguió a partir de ese origen, como única en toda la historia humana. Como escribió un antiguo colega en un artículo de Patheos, según la fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, “la respuesta de Jesús a la difícil situación mortal no fue un dogma, sino una vida. Ella [Eddy] consideraba que la vida de Jesús —sobre todo su resurrección y obras de curación— era un desafío al materialismo fundamental” que define y limita gran parte de la experiencia humana.  

Los Científicos Cristianos se han beneficiado enormemente de los encuentros ecuménicos con cristianos de tradiciones muy diversas durante la última mitad del siglo. Si bien la Ciencia Cristiana traza un camino distinto enfocado en la espiritualidad, que difiere indudablemente de algunas cuestiones de doctrina de la ortodoxia cristiana, considero que hay una franja más amplia de compromiso compartido con los fundamentos cristianos de lo que aún puede comprenderse en general, incluida la naturaleza de la fe bíblica, el pecado y la gracia, la experiencia espiritual del bautismo y, no menos importante, la misión redentora de la iglesia en el mundo.

Un diálogo ecuménico particularmente significativo y fructífero tuvo lugar entre La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y el Reverendo Dr. Michael Kinnamon, quien se desempeñó como Secretario General del Consejo Nacional de Iglesias. “Cuando era Secretario General del CNI, invité a la Ciencia Cristiana a enviar representantes como miembros participantes plenos de la Comisión del Consejo porque estoy convencido de que su comunidad es una parte valiosa del único cuerpo de Cristo; una posición que recientemente ha sido secundada por otros, incluido el Consejo Nacional de Iglesias Reformadas en Francia”, observó el Rev. Dr. Kinnamon. “Hoy es la quinta vez que me reúno con líderes de la Ciencia Cristiana, no porque esté de acuerdo con ustedes y la Sra. Eddy en todas las cosas, sino porque en ustedes veo la gracia de Dios”. Los comentarios completos del Rev. Dr. Kinnamon sobre la Ciencia Cristiana fueron publicados en Ecumenical Trends (Vol. 41, N° 10, november 2012).

Considero que aquí lo más importante es transmitir la distancia abismal que existe entre la teología y la práctica de la Ciencia Cristiana y el maniqueísmo o el gnosticismo. Tampoco es exacto decir que la Ciencia Cristiana surgió “bajo la denominación del Nuevo Pensamiento”, enfatizando “la mente sobre la materia”. Estas afirmaciones requieren cierta descripción detallada.

El dualismo del maniqueísmo y el gnosticismo —que afirma que hay tanto un Dios que creó la realidad espiritual como una deidad malvada opuesta o menor que creó el universo material— está totalmente en contra de la teología de la Ciencia Cristiana que tiene una visión unitaria de Dios, el Espíritu, como la fuente soberana y singular de la realidad única que lo abarca todo. Las únicas escrituras de la Ciencia Cristiana son el Antiguo y el Nuevo Testamento de la Santa Biblia. Además, el misticismo y el esoterismo que se encuentran en el maniqueísmo y el gnosticismo no tienen correlación con la Ciencia Cristiana.

En The Emergence of Christian Science in American Religious Life, Stephen Gottschalk ha argumentado que “la Ciencia Cristiana puede entenderse mejor como una interpretación pragmática de la revelación cristiana”. Parte del desarrollo de Gottschalk sobre este punto incluye lo siguiente: “En su sentido filosófico básico, el pragmatismo es una actitud que insiste en que la teoría coherente debe estar relacionada con la práctica, que el significado de un concepto debe encontrarse en su influencia sobre la experiencia, y que la verdad de una idea debe ser probada por las consecuencias reales de creer en ella”. Los Científicos Cristianos toman muy en serio las palabras de Jesús: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también” (Juan 14:12).

Si bien la Ciencia Cristiana y el Nuevo Pensamiento a veces se han mezclado, existe una fuerte base de evidencia para delinear estos movimientos; los cuales, si bien comparten proximidades comunes en sus tempranas historias, no obstante, están animados por creencias y prácticas tan fundamentalmente distintas que son teológicamente irreconciliables. Los aspectos centrales de la Ciencia Cristiana, tales como la necesidad esencial de redención de la carne, la dependencia de la revelación divina, el concepto de regeneración a través de Jesucristo, la distinción fundamental entre Dios y el hombre, y el enfoque en la revelación bíblica —específicamente la vida y las enseñanzas de Jesús— distan mucho de la esencia del Nuevo Pensamiento. Cuando se examinan totalmente, ninguna de estas distinciones teológicas es sutil, aunque las similitudes superficiales en el lenguaje y la proximidad histórica sugieran lo contrario.

La Ciencia Cristiana no era “la religión esotérica y teosóficamente adyacente que los seguidores emergentes del Nuevo Pensamiento deseaban encontrar y pasaron a construir independientemente; tampoco era un tipo de cristianismo ya existente”, señala Amy B. Voorhees en su libro de 2021, A New Christian Identity: Christian Science Origins and Experience in American Culture (The University of North Carolina Press). “A cada paso, los textos y las vidas de la Ciencia Cristiana frustraron tales descripciones” (pág. 231).

Con demasiada frecuencia, la Ciencia Cristiana es estereotipada como si el enfoque sobre la curación envolviera una “mente sobre la materia” o un pensamiento positivo. Esta caracterización pasa por alto ampliamente la verdadera naturaleza de una práctica espiritual bíblicamente arraigada, la cual está totalmente relacionada con el esfuerzo de seguir fielmente la descripción del discipulado de Jesús, como se registra en Marcos: “Y estas señales seguirán a los que creen: … sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos 16:17, 18). Este enfoque requiere ir más allá de la voluntad humana o el mero optimismo para recibir algo de la luz y el poder asombrosos del Cristo. La recepción de esta luz espiritual —que transforma corazones y sana cuerpos humanos— implica una consagración más profunda de lo que las superficiales aguas del pensamiento positivo podrían comenzar a comprender. Eso no quiere decir que todo Científico Cristiano haya cumplido constantemente con esta norma, pero los lapsos excepcionales no pueden reemplazar la autenticidad espiritual de innumerables vidas.

Si me perdona por continuar un poco más, también desearía ofrecer algunas palabras sobre el significado y la práctica del bautismo en la Ciencia Cristiana. Me encantó leer sobre su propia experiencia y su comprensión cada vez más profunda del bautismo en “Still Life with Baptism”, y aprecié las concisas citas de Martín Lutero entretejidas en toda la obra. A una de ellas la identifiqué particularmente con mi experiencia del bautismo como Científico Cristiano: “Por lo tanto, una vida cristiana no es otra cosa más que un bautismo diario, que comenzó una vez y continúa para siempre”. Entiendo que las palabras “comenzó una vez” se refieren a un acto físico que incluye agua, pero seguramente el bautismo continuo y diario tiene lugar en el santuario privado de nuestro corazón.

Los Científicos Cristianos se esfuerzan por vivir conforme a las palabras de Jesús, como se registran en Juan: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (4:23). Para nosotros, el bautismo no es un evento único que incluye agua, sino una purificación del corazón y de la consciencia; una limpieza del pecado y la complacencia espiritual como para entrar en comunión con Dios y sentir más profundamente la influencia santificadora y transformadora de la santidad y la gracia de Dios. Este profundo encuentro interior con el Cristo a través de su Palabra es algo que nos esforzamos por experimentar como un elemento continuo y esencial de la vida cristiana.

En palabras de uno de mis autores cristianos favoritos, Dietrich Bonhoeffer: “Cada mañana Dios nos da el don de comprender de nuevo su fidelidad de antaño; de ese modo, en medio de nuestra vida con Dios, podemos comenzar diariamente una nueva vida con Él”.

Bueno, si ha leído hasta aquí, ¡le agradezco sinceramente por prestarme atención!

Deseándole toda bendición en Cristo, . . .

Comité de Publicación

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