Era enero de 2021. Había ido a recoger a mi nieta del preescolar, y acabábamos de acomodarnos para almorzar cuando llamó mi hija. Sonaba molesta y me dijo que volvía a casa del trabajo porque la prueba de COVID-19 había dado positiva.
Cuando llegó a casa, me dijo que tenía que irme y me instó a asegurarme de seguir los protocolos de la pandemia. Traté de decirle algo reconfortante y le aseguré que me quedaría por unos momentos, ya que ella quería llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana. Cuando colgó el teléfono, les dije a mi hija y a mi nieta que las quería mucho y me despedí. No hubo ninguno de los habituales abrazos o besos, solo un adiós por ahora.
Arranqué el auto y comencé mi viaje de una hora a casa. Fue entonces cuando un desfile de imágenes mentales aterradoras que habían estado en las noticias sobre el coronavirus comenzó a marchar por mi pensamiento. Empecé a llorar y detuve el coche a un lado para recuperar el control y pensar. ¿Qué podía hacer? Necesitaba encontrar algo de paz. ¡Ayúdame, Dios mío! De inmediato, recordé un CD de La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, titulado Wings of Healing [Alas de curación] de Wendy Reynolds, que tenía en mi auto. Es una colección de solos que a menudo se escuchan en los servicios religiosos de la iglesia de la Ciencia Cristiana. Lo metí en el reproductor de CD y presioné “modo aleatorio”.
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