Cada vez que me encuentro con una referencia a Ezequiel en la Biblia, pienso de inmediato en el espiritual afroamericano “Ezequiel vio la rueda”, y no puedo evitar cantar con alegría estas palabras para mí misma:
Ezequiel vio la rueda
muy arriba en medio del aire.
Ezequiel vio esa rueda girando
muy arriba en medio del aire.
A lo largo de los años, muchos artistas conocidos han cantado esta popular canción del folklore religioso, y las palabras han sido modificadas de diferentes maneras. Lo que ha permanecido igual es la referencia de la canción a la visión del profeta Ezequiel, la cual simbolizaba el poder y el plan impresionantes de Dios que operan incluso en medio de situaciones difíciles. Ezequiel vio, brevemente, “ruedas”, que podrían interpretarse como el espíritu del hombre y las criaturas vivientes. Comenzaban en el suelo y no giraban. Y luego, “cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban” (Ezequiel 1:19).
Para mí, el hecho de que una rueda sea levantada “muy arriba en medio del aire” implica que está en el Espíritu y es del Espíritu, Dios; y no está atascada en la limitación o la materia. Y está haciendo lo que una rueda se supone que debe hacer: girar y avanzar con libertad.
Estoy segura de que todos nosotros a veces nos hemos sentido atascados en situaciones difíciles, con nuestras “ruedas”, ya sea girando infructuosamente u obstruidas, completamente detenidas. Pero, como muestra la visión de Ezequiel, elevar nuestro pensamiento a Dios desatasca nuestras ruedas, nos da renovadas ideas e inspiración para impulsarnos hacia adelante de maneras que nunca antes hubiéramos considerado.
La Ciencia Cristiana muestra que las leyes de Dios son prácticas en nuestra experiencia de vida. Cuando pensamos en nosotros mismos como físicos y materiales, experimentamos frustración, resistencia, miedo, oscuridad. Pero cuando comprendemos la verdad divina de que somos puramente espirituales —creados a imagen y semejanza del Espíritu, Dios, no de la materia— entonces somos capaces de experimentar los frutos del Espíritu: una mayor iluminación, alegría, salud, progreso. Así que, o podemos sentirnos atascados en el lodo o avanzar libremente, dependiendo de nuestra comprensión de Dios y nuestra relación con el Espíritu como su idea inmortal.
Como muestra Ezequiel, elevar nuestro pensamiento a Dios desatasca nuestras ruedas, nos da renovadas ideas e inspiración para impulsarnos hacia adelante.
Mary Baker Eddy, quien descubrió y fundó la Ciencia Cristiana, dice esto acerca de cómo desatascarse: “Es el materialismo de los estudiantes lo que les obstruye el progreso... La espiritualidad es la base de todo pensamiento y volición verdaderos” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 156).
Imaginar la rueda giratoria de Ezequiel, “muy arriba en medio del aire” —no atascada en la materia y retenida, sino moviéndose libremente en el Espíritu— tiene un significado especial para mí. Hace años, abrió mi pensamiento de una manera que me llevó a conocer a mi esposo.
Yo sabía que a algunas personas les encanta el drama y les interesan los juegos a menudo asociados con las citas amorosas, pero estaba cansada de eso. Tantos años de tratar de interpretar la actitud de los muchachos y buscar muestras de afecto me habían hecho daño. Me sentía frustrada, agotada y mareada debido al perpetuo carrusel de relaciones.
En mis esfuerzos por ir más allá de los patrones de pensamiento destructivos y obsesivos, investigué a fondo la oración, junto con el estudio de la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy. Pasé muchos meses trabajando extensamente con la idea espiritual de progreso, comparándola con ruedas que siguen moviéndose a pesar de las circunstancias. Oraba diariamente, y cada vez que me abrumaban pensamientos hipnóticos de obsesión o dolor, reconocía que no estaba atascada, sino que avanzaba constantemente con Dios. Nada podía impedir mi progreso.
Después de un tiempo, recibí una llamada de atención. Una buena amiga me llamó y me dijo que estaba comprometida. Por supuesto, estaba encantada por ella, pero cuando colgué el teléfono, me puse a llorar. Tratando desesperadamente de superar los pasados sentimientos de rechazo y confusión, hablé con un amigo paternal y de pensamiento espiritualizado. Esta conversación pareció ser el resultado de esos meses de oración y estudio.
Mi amigo intuyó el tipo de situaciones que me habían hecho sentir confundida y engañada. Me ayudó a entender que cuando un hombre está interesado en ti, lo demuestra, y si no lo hace, tú, de todos modos, no quieres estar en ese tipo de relación. Merecía honestidad, franqueza y que me trataran con el máximo respeto. Ahora bien, esto puede parecer obvio, pero esta conversación era en realidad exactamente lo que necesitaba escuchar. Me pareció como un gran avance en mi búsqueda para comprender mejor mi relación con Dios. Ahora entendía claramente estos puntos:
1. Dios, la Verdad y el Amor divinos, no juega. Su amor por mí es claro y directo; no tengo que leer entre líneas. Siempre sé lo que siente acerca de mí. Él me ama absolutamente, todo el tiempo. Por lo tanto, merezco tener una relación que no sea un juego y no debo conformarme con algo menos que lo que refleja mi relación con Dios.
2. Debido a que Dios, la Mente divina, “delinea pero no es delinead[o]” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 591), estaba completamente abierta a la dirección de Dios. Anteriormente, estaba tan centrada en una persona que ignoraba otras posibilidades de relación. Entonces prometí que no prejuzgaría a nadie. Sería más generosamente amigable y abierta.
A medida que crecía espiritualmente, comenzaron a suceder cosas increíbles. Donde antes me había sentido como una plaga andante, ahora los jóvenes en el trabajo pasaban por mi escritorio y hablaban conmigo. Un muchacho que sentí que me había ignorado durante más de tres años, inesperadamente me invitó a salir. Y luego, casi al mismo tiempo, conocí y me casé con un hombre maravilloso, amoroso y franco; quien, por la mano de Dios, había venido del exterior y lo ubicaron en un escritorio que estaba a espaldas del mío en el trabajo. En el pasado, tal vez no hubiera hablado mucho con él porque habría estado demasiado cerrada.
Entonces, ¿qué había cambiado? ¿Había cambiado mi apariencia física? ¿Hablaba de manera diferente? ¿Había alterado mi ropa o mi cabello? ¡No! Fue mi cambio de pensamiento. Sabía que no necesitaba perseguir una relación y que podía esperar claridad debido a la relación fundamental que tenía con Dios. Además, mi punto de vista se amplió de estrecho a abierto, menos centrado en mí misma y más generosamente expresivo de las cualidades espirituales de Dios. Todo esto fue el resultado de apartarme constantemente de la atracción hipnótica de una imagen limitada y material y verme a mí misma como la idea espiritual de Dios, completamente libre y sin trabas.
Las oportunidades de crecer en gracia no se detuvieron cuando me casé. Mi esposo está de acuerdo en que, en los últimos veinte años, ha habido muchas alegrías, así como también navegamos por algunos terrenos pedregosos. Pero todo esto me ha acercado más a Dios, y además, hemos crecido como pareja.
Por lo tanto, si te encuentras desanimado, atascado y sin ir a ninguna parte, trata de contemplar tu naturaleza puramente espiritual y libre como reflejo de Dios, no en la materia o de la materia ni atascado. Debes saber con certeza que, como hijo amado de Dios, tienes la garantía de que seguirás avanzando, al igual que esas ruedas de la visión de Ezequiel. Los buenos resultados pueden sorprenderte.
