Al final de un ajetreado día de verano en nuestra granja, mi esposo informó que el maíz dulce en el jardín trasero estaba maduro y listo para ser cosechado. Teníamos que recoger alrededor de 25 docenas de mazorcas para entregar a la cooperativa de alimentos por la mañana. Era una noche calurosa y húmeda, el aire estaba aun más sofocante en la parcela de maíz, y yo estaba cansada y tenía un fuerte dolor de cabeza. ¡Tengo que decir que no era una trabajadora muy dispuesta en la cosecha! Pero a medida que recibía mis instrucciones de recolección, comencé a notar el increíble rendimiento de este modesto huerto. Me vino a la mente una estrofa de un himno que me encanta:
Las quejas son pobreza,
riqueza es gratitud;
benditas son las pruebas,
exigen fortitud.
La vida es oro eterno
que en gozo se acuñó,
el gozo es tesoro
de grato corazón.
(V. Burnett, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 249 © CSBD)
Pensar en la abundancia de Dios reflejada en este hermoso cultivo que nutriría y bendeciría a tantas familias ayudó a apartar mi pensamiento de la fatiga y el dolor, y a apreciar el significado y el propósito más profundos de mi tarea.
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