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“Tornad vuestra mirada del cuerpo”

Del número de octubre de 1960 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La humanidad se torna en general mucho hacia el cuerpo en busca de conforto y satisfacción. Los mortales servilmente dedican tiempo, atención y la riqueza material sirviendo al cuerpo, pensando que serán recompensados con la salud y la felicidad. Pero al final de cuentas descubren que el cuerpo no puede traerles ni la salud duradera ni la felicidad constante. Este no puede pensar o actuar por sí mismo y jamás puede ser la fuente de la substancia o la realidad, que pertenecen al Espíritu, Dios. En vista de este hecho ¿no parecería acaso lógico y sabio que busquemos la satisfacción en otra parte?

El Maestro, Cristo Jesús, dijo (Mateo 6:25, 33): “No os afanéis por vuestra vida, sobre lo que habéis de comer, o lo que habéis de beber; ni tampoco por vuestro cuerpo, sobre lo que habéis de vestir. ... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia; y todas estas cosas os serán dadas por añadidura.”

La Christian Science ha venido a esta era para mostrarnos cómo hallar el camino que nos llevará al reino de Dios, la armonía. Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud (págs. 260, 261): “Si nos volvemos al cuerpo en busca de placer, encontramos dolor; si en busca de Vida, encontramos la muerte; si en busca de Verdad, encontramos el error; si en busca de Espíritu, encontramos su opuesto, la materia.” Y luego ella presenta esta alternativa tan lógica: “Tornad vuestra mirada del cuerpo hacia la Verdad y el Amor, el Principio de toda felicidad, armonía e inmortalidad.”

La Christian Science señala cómo se puede obedecer este precepto. Esta Ciencia hace leudar el pensamiento humano y lo despierta a la utilización del sentido espiritual, abriendo así el camino de la comprensión y la realidad verdaderas.

San Pablo habló del hombre exterior (o material) que decae y de aquel interior (o espiritual) que se renueva de día en día; “no mirando nosotros,” dijo él, “a las cosas que se ven, sino a las que aún no se ven; porque las cosas que se ven, son temporales, mas las que no se ven aún, son eternas” (II Corintios 4:18).

Dando la espalda al sentido mortal de la vida y reconociendo como verdadero sólo el concepto divino de Dios y del hombre a Su imagen y semejanza, progresamos gradualmente hacia lo alto. Una manera de pensar mejor infaliblemente trae al individuo mejor salud. El sentido espiritual confiere la capacidad de diferenciar entre lo irreal y despreciable y lo verdadero, que es inapreciable y está siempre disponible.

Cuando el que esto escribe era principiante en el estudio de la Christian Science, se halló confrontado con dos conceptos diversos acerca del hombre. Eran en realidad dos retratos mentales de sí mismo. Uno era lúgubre y triste, un concepto de un mero mortal físico, algunas veces pecador, a menudo enfermo y apesadumbrado. El otro en vez era alegre, feliz, un cuadro verídico de sí mismo revelado nuevamente por la Christian Science. Este último lo presentaba como un ser armonioso, espiritual, la imagen y semejanza de Dios, el Espíritu.

El concepto lúgubre era una vieja posesión que parecía estar poco dispuesto a abandonar. No obstante, ese concepto jamás había hecho algo para hacerle feliz o bien. El otro era edificante y lleno de vida y esperanza. Y en razón de esto gradualmente se granjeó sus simpatías.

Se percató que sólo el hombre perfecto que aparecía en este cuadro o concepto podía presentar la verdad de la creación de Dios. Finalmente lo aceptó como el concepto verdadero de sí mismo y se apartó del otro por ser una falsedad, una mentira. Como resultado de este proceso de reconocimiento de sí mismo, se vió transformado de un individuo enfermo a uno fuerte y sano; de un estado de profunda tristeza a uno de gozo, al contemplarse a sí mismo como lo era y había sido siempre, el hijo perfecto de un Dios perfecto.

Siguiendo a nuestra Guía tal como ella siguió al Maestro, abandonando la creencia de la vida como inherente en la materia, nos colocamos bajo el amparo y la operación del Principio divino — la Vida, la Verdad y el Amor. A través de nuestro progreso espiritual, el pecado, la enfermedad y todos los objetos de los sentidos pierden para nosotros la realidad. Estas cosas desaparecen progresivamente de nuestra experiencia hasta que ya no las reconocemos más. La paz, la salud y la armonía los reemplazan.

Nuestra Guía nos dice lo siguiente en la página 242 de Ciencia y Salud: “No hay más que un camino que conduce al cielo, la armonía; y Cristo en la Ciencia divina nos enseña este camino. Es no conocer otra realidad — no tener otra consciencia de la vida — que el bien, Dios y Su reflejo, y elevarse por encima de los supuestos dolores y placeres de los sentidos.”

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