“¡ Señor, si quieres, puedes limpiarme!” (Lucas 5:12). Con estas palabras dirigidas a Jesús hacen casi dos mil años un hombre en extrema necesidad reconoció el poder sanador del Cristo y fué sanado instantáneamente de lepra. La Christian Science declara que la oportunidad de sanar que se le presentó a este hombre se halla a la mano hoy para cada uno de nosotros no importando cuál fuere la dificultad.
Quizás haya algún lector que esté pensando: “¿ Cómo puede estar presente todavía la oportunidad de sanarse tal cual lo fué para este hombre, en vista de que Cristo Jesús, quien llevó a cabo esta obra, ya no está aquí?” Sí, es cierto que Jesús no está presente, pero el Cristo ciertamente lo está. El Cristo, el poder de la Verdad y el Amor divinos que Jesús demostró, está siempre presente. Mrs. Eddy indica bien claramente en sus escritos que el Cristo es enteramente espiritual. Ella dice en Ciencia y Salud (pág. 333): “A través de todas las generaciones, tanto antes como después de la era cristiana, el Cristo, como la idea espiritual,— el reflejo de Dios,— ha venido con cierta medida de poder y de gracia a todos los que estaban preparados para recibir a este Cristo, o sea la Verdad.”
El poder del Cristo que Jesús empleó para sanar al leproso es la manifestación eterna de Dios, que siempre extiende hacia la consciencia humana su influencia sanadora, que está siempre disponible para reformar y sanar a la humanidad.
Hoy tal como en los tiempos de Jesús, el Cristo presenta a la consciencia humana receptiva la idea verdadera de Dios como la Mente perfecta, el Espíritu omnipotente, la Vida infinita, el Principio que gobierna y sostiene, llamado Amor divino. El Cristo revela la totalidad de Dios. En esta totalidad no hay lugar para otro dios, otra inteligencia, otro poder. Dios es Unico, es infinito, eterno, Todo.
El Cristo presenta además al hombre como el reflejo espiritual de Dios. Este es el hombre al cual se describe en el primer capítulo del Génesis como la propia imagen y semejanza de Dios. La identidad del hombre es consciencia espiritual y él representa o individualiza todas las cualidades de Dios, incluso la sabiduría, la energía, la percepción, la habilidad, la salud, la integridad y el amor. El hombre es independiente de la materia y la mortalidad. Es inmortal. Es el hijo de Dios.
“Sí,” puede que diga algún lector, “estoy de acuerdo que el Cristo está todavía aquí, y que la Christian Science está aclarando cada vez más la idea verdadera acerca de Dios y el hombre. Pero ¿por qué no he sido sanado yo?” ¿ Se ha acercado acaso una persona tal al Cristo precisamente de la misma manera que lo hizo el leproso? ¿Ha buscado al Cristo, la idea espiritual y su acción purificadora y sanadora, que eleva, sostiene, protege, consuela y transforma? ¿Ha reconocido sinceramente de todo corazón sin reservas mentales de ninguna especie, diciendo: “¡ Señor, si quieres, puedes limpiarme!”?
Cuando nos acercamos al Cristo de este modo, estamos en verdad preparados para recibir al Cristo, la Verdad, la idea espiritual que limpia y sana. El toque del Cristo no puede hacer menos, en vista de que el “Cristo” tal como lo define Mrs. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 583) es “la divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado.”
La lepra era quizás la más ofensiva de todas las enfermedades para los hebreos. Sus víctimas eran separadas de la comunidad hasta que estuviesen limpias. Sin embargo, al allegarse a Jesús, el leproso estaba reconociendo humildemente el poder del Cristo y la manifestación de Dios fué más que suficiente para destruir todo vestigio de la lepra. Así es como toda la discordancia debe ceder ante el toque purificador y sanador del Cristo. En la tierra no existe un tal llamado poder que pueda resistir, trastrocar, limitar o retardar la acción de la idea espiritual que destruye el error, puesto que el Cristo se manifiesta a la consciencia humana en la medida total del poder y la gracia de Dios.
Jesús estaba enteramente convencido del poder ilimitado del Cristo y su disponibilidad tanto para él como para toda la humanidad. El declaró (Mateo 28:18): “Toda potestad me es dada en el cielo y sobre la tierra.” El sabía que el Cristo refleja la capacidad infinita del Espíritu para purificar la consciencia humana. Se percató que el Cristo manifiesta la presencia eterna de la Verdad divina que expone, neutraliza y borra el error mortal. Reconoció al Cristo como el poder del Amor que echa fuera todo el temor, cancela toda forma de odio y malicia y disuelve la voluntad humana, el orgullo y el amor propio. Comprendió y demostró que el Cristo, la idea verdadera de la Vida, expresada en la salud, la armonía y la inmortalidad, destruye completamente las ilusiones de la enfermedad, la limitación, el pecado y la muerte.
Cada uno de nosotros puede reconocer sin equivocación que el poder del Cristo puede limpiar a los hombres. La percepción espiritual, la humildad genuina, la oración verdadera y una profunda convicción pueden ser cultivadas y perfeccionadas mediante el estudio de la Christian Science. Todos podemos aprender a percibir al Cristo, a contemplar espiritualmente la presencia del Dios perfecto y Su perfecta semejanza, el hombre.
Todos podemos percibir lo que significa la inmolación propia, la subordinación de lo humano a lo divino. Cada uno puede aprender a orar pidiendo más gracia, sabiduría, pureza y poder espiritual. Y en la medida que lo hagamos, nosotros al igual que el leproso sentiremos el toque compasivo del Cristo y oiremos la respuesta eterna, en la cual no existe ni la duda, ni la incertidumbre, mas sólo la serena certeza del poder absoluto (Lucas 5:13): “Quiero; sé limpio.”