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Guía para las decisiones prácticas

Del número de abril de 1960 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Entre los beneficios prácticos que ofrece la Christian ScienceNombre que Maxy Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. se halla la ayuda que recibe el estudiante que parecería carecer de la habilidad de decidir. Esta habilidad es importante para el éxito en la vida, pues la capacidad humana necesita la decisión para alcanzar la fruición. Sin las decisiones oportunas ocurren demoras, los pasos humanos que deben tomarse se pasan por alto y las oportunidades se malogran. El temor mismo de estos efectos de la indecisión podría, por otra parte, inducir a algunos al extremo de hacer decisiones antes de tiempo o precipitadamente sin haber meditado lo suficientemente acerca de ellas. Otros, forzados por la tiránica voluntad propia, atentan determinar su propia senda y la ajena de acuerdo con su porfiada determinación, invitando así al sufrimiento y la desdicha inútiles.

Ambas cosas, tanto la indecisión como las decisiones imprudentes o precipitadas, son debidas a la falta de guía espiritual precisa o clara, y la Christian Science nos enseña que podemos evitar estas trampas de la mente humana buscando y aceptando la guía de Dios, la Mente, siempre presente y omnisapiente.

Pero alguien que no conoce la Christian Science puede que diga: “Esta es una era práctica; nosotros no podemos desentendemos de aquello que vemos y prevemos en un cierto caso”— refiriéndose por lo general a los factores materiales de una situación. “La moral y la ética tienen su lugar,” admite, “pero no debemos permitir que tengan una influencia que gobierne nuestras decisiones, puesto que debemos ser prácticos en nuestros asuntos.”

La Christian Science está enteramente de acuerdo que debemos ser prácticos y que el serlo es el opuesto del ser especulativo o meramente teórico. También concuerda en que los pasos humanos no deberían ser dados basados en una fe ciega, como una conjetura o sobre la base de información inadecuada. Mas la Christian Science también reconoce que para aquel que percibe sólo lo material y que no se guía por nada más alto que aquello que contemplan sus ojos, sólo lo material probablemente aparecerá práctico y lo espiritual como algo muy impracticable. Se inclina a juzgar lo correcto de una decisión sobre todo por las ganancias materiales que promete.

El estudiante de la Christian Science bien pronto se da cuenta que contrariamente a su concepto limitado, en verdad sólo son prácticas aquellas decisiones que son justas para todos aquellos a quienes concierne, y de ese modo nos ayudan en nuestro propio progreso espiritual. Las decisiones de este género guían al desenvolvimiento correcto de los asuntos humanos, y al mismo tiempo se ven acompañadas por amplias recompensas materiales.

Lo que aparentemente es menester para el discernimiento correcto es una habilidad que se diferencia grandemente del razonamiento materialista. La Christian Science enseña que esta habilidad más elevada identificada como inteligencia espiritual es la cualidad primordial de Dios, la Mente divina, un poder que el hombre, la expresión individual de Dios, tiene por reflejo. De modo que está disponible para todos. Todos tenemos el poder de hacer decisiones rápidas y correctas.

La Christian Science explica la naturaleza de la Mente divina, Dios, y lo cerca que está de nosotros. Lo hace señalando la universalidad de las ideas verdaderas, su presencia y disponibilidad ininterrumpidas, su vida eterna e invariabilidad como la expresión de la naturaleza de su origen, la Mente o Verdad, lo cual constituye el Todo-en-todo del hombre.

La manifestación de las riquezas infinitas de Dios toma la forma de ideas espirituales, claras y verdaderas. Comprendiendo a Dios como nuestro verdadero Padre-Madre, llegamos a percibir en Sus ideas nuestra guía espiritual siempre activa y somos capaces de aceptarlas sin vacilar como aquello que nos guía a las decisiones que son a la vez sabias, afectuosas y enteramente practicables. A través de nuestra obediencia a Dios servimos mejor no sólo a nuestros propios intereses mas también a los ajenos sin dañar a nadie. Y esto es ser prácticos de verdad.

Cuando de nosotros se espera una decisión y sentimos el impulso de la impaciencia o la emoción humana, bueno es recordar el fuerte consejo que nos da nuestra Guía, Mary Baker Eddy (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 393): “Sed firmes en vuestra comprensión de que la Mente divina gobierna y que en la Ciencia el hombre refleja el gobierno de Dios.” Al aferrarnos a esta verdad, podemos refutar las instigaciones de la tal llamada naturaleza humana que tomaría el gobierno en sus propias manos, y escuchar las ideas de Dios que guían, inspirados por el deseo sincero de ser gobernadas por ellas. Entonces sí que podremos decir que en realidad nosotros mismos no tomamos decisiones, pero que mas antes discernimos espiritualmente aquellas que Dios ya ha establecido y que guían infaliblemente en la senda que El ha trazado para cada uno de Sus hijos. Así el “Valle de la Decisión” (Joel 3:14) se transforma de un período de dudas y ansiedades en uno donde se escucha devotamente libre de tensión y se confía en los resultados.

Demás está añadir que el aferrarse a aquello que según nuestro punto de vista material limitado aparecería como una solución personal o fácil, estorba la libertad espiritual necesaria para prestar oídos atentamente, pues el aferrarse de ese modo nos priva de la buena voluntad de oír. El clamor de los argumentos materialistas tiende a ahogar la callada y suave voz de Dios que de lo contrario no sería tan callada que no podría ser oída. Además, la mente humana ve mejor sólo el presente; sólo Dios sabe “el fin desde el principio.”

En razón de que las decisiones correctas provienen de Dios, se presentan justo cuando son necesarias. Jamás llegan tarde ni demandan de nosotros lo imposible, pues el Amor divino guía al cumplimiento; no atormenta.

Hay veces no obstante, en que una rápida decisión es en realidad la única solución. Cuando nos vemos enfrentados con la tentación de pecar o con alguna sugestión de enfermedad, nuestra decisión de refutarla y permanecer firmes a la verdad de que nuestro ser es sano e impecable porque somos hijos de Dios debería ser rápida e inequívoca. La bienamada Descubridora y Fundadora de la Christian Science, Mary Baker Eddy, nos instruye diciendo (Ciencia y Salud, pág. 463): “El primer paso para la destrucción del error,— ya sea que éste se manifieste en forma de enfermedad, pecado o muerte,— es decidir pronto cuál será el tratamiento apropiado para su destrucción.” Y ella también aconseja (ibíd., pág. 218): “Tratad una creencia en la enfermedad como trataríais el pecado, con repulsa inmediata.” Este modo decisivo de proceder no es voluntad humana, mas resistencia espiritual instantánea a las impertinencias del error. La curación rápida de una enfermedad incipiente y la desaparición de todas las formas de tentación de la experiencia de los estudiantes de esta Ciencia prueban que la firmeza de esta decisión es sumamente práctica.

Cristo Jesús presenta el ejemplo perfecto de la firmeza de la decisión otorgada por Dios. En su vida no hay ningún indicio de indecisión, o de algún paso dado prematuramente o de alguna decisión imprudente. Ni tampoco hay especulación impráctica, limitación material o distorsión de juicio. Y en consecuencia cada paso que él dió, cada palabra que pronunció, cada acto que llevó a cabo no fué nada menos que una manifestación de la decisión divina, enteramente próspera y totalmente práctica. La humanidad será bendecida siempre en razón de su ejemplo y por los resultados de su firmeza espiritual.

El Científico Cristiano se prepara mejor para hacer una decisión importante cuando se aparta completamente de los argumentos antagónicos del sentido humano con la certeza científica de que la inspirada promesa de Isaías se verá cumplida para él, y que dice: “Y tus oídos oirán una voz a tus espaldas, que diga: ¡ Este es el camino, andad por él! siempre que os torciereis a la derecha o a la izquierda” (30:21). “¡ Yo soy Dios, y no hay otro alguno! Dios sí, y no hay ninguno como yo, que declaro el fin desde el principio, y desde la antigüedad cosas aun no hechas, que digo: Mi consejo quedará firme, y haré todo mi placer” (Isaías 46:9, 10).

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