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Autorizado por decreto divino

Del número de julio de 1961 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La persona que considera a Dios como la fuente de su habilidad siempre se hallará a la altura de cualquier desafío. La Christian Science enseña en verdad, que Dios en Su gran sabiduría e indecible amor ha ligado al hombre indisolublemente con su fuente divina. El hombre es Su reflejo y como tal no posee existencia aparte de Dios. Puede deducirse entonces que las únicas demandas que se le hacen al hombre son las que hace Dios y que coincidiendo con la demanda, El provee los medios con los cuales hacerle frente — mediante el reflejo. Mrs. Eddy indica claramente en este pasaje de su obra Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos) que la demanda divina incluye también la provisión (pág. 16): “El Principio del Cristianismo es infinito: es en verdad Dios; y este Principio infinito hace al hombre demandas infinitas y éstas son divinas, no humanas; la habilidad del hombre para hacerles frente es de Dios, pues siendo Su imagen y semejanza, el hombre debe reflejar el dominio total del Espíritu — aun la supremacía del Espíritu por sobre el pecado, la enfermedad y la muerte.”

Así vemos que cualquier cosa que se requiere que hagamos espiritualmente nos hallamos autorizados para hacerla. La inteligencia y la fortaleza que necesitamos para llevar a cabo las tareas diarias son nuestras no mediante un esfuerzo personal, mas por la habilidad que nuestro reflejo del poder divino nos confiere. Mrs. Eddy nos señala esto cuando en Ciencia y Salud escribe (pág. 199): “De ahí la gran verdad de que la Mente sola desarrolla y da fortaleza al hombre por su mandato, — por razón de su demanda y oferta de poder.”

La actividad correcta y el desarrollo ordenado son evidencia del gobierno del Principio en nuestra vida. La abundante provisión del Amor, sus infinitas reservas de bien, son suficientes para hacer frente a cualquier demanda.

Nos libramos de las trabas limitadoras del sentido personal y de todo temor de ser inadecuados, cuando establecemos en la consciencia aquello que es verdad acerca del hombre como reflejo de Dios, y luego nos lanzamos a obrar firmemente de acuerdo a esa verdad. Las decisiones respecto a nuestras actividades y progreso debieran tomarse desde el punto de vista de que si nuestros móviles son inspirados e impelidos por Dios, los recursos verdaderos y substanciales, con los cuales hacer frente a toda demanda, serán suplidos por Dios en la medida de la promesa de la Biblia que dice (Filipenses 4:19): “Mi Dios suplirá toda necesidad vuestra, conforme a sus riquezas en gloria, en Cristo Jesús.”

De manera que cuando una sensación de presión o tirantez arguye, o cuando sentimos que hemos llegado al colmo de nuestra resistencia, tornémonos a Dios en oración para ser capaces de percibir que ya nos ha sido dado por El todo lo que necesitamos para seguir adelante. El hombre no es la causa de su propia acción, mas es el efecto de la omniacción divina.

En la página 385 de Ciencia y Salud leemos lo siguiente: “La demanda espiritual, reprimiendo la material, provee energía y fortaleza que superan a todo otro auxilio y contrarrestan el castigo que nuestras creencias nos infligirían de otro modo por nuestros mejores actos.” De cierto podemos valemos de los recursos infinitos de la Vida misma, y estos recursos espirituales son perpetuamente nuevos.

Las energías del hombre no se desgastan a medida que avanza el día. El reflejo de la Vida está por siempre alerta y libre como por fuerza lo está la Vida misma. El hombre refleja las cualidades constantes de la sabiduría y el amor de Dios. De modo que la manifestación del Amor tiene una reserva inexhausta y eterna de fortaleza, amor y comprensión. En vista de que Dios es inalterable, Su reflejo no varía en la expresión de las cualidades que constituyen su ser. Dado que Dios es bueno e imparte sólo el bien, el hombre sólo puede experimentar los efectos acumulados del bien.

Estos hechos espirituales son enteramente diferentes de aquello que la educación humana enseña acerca del origen y las posibilidades del hombre. La mente mortal, o la creencia de la vida y la inteligencia en la materia, declara opresivamente que una persona puede sólo gozar de tanta libertad y hacer tanto bien cuanto ésta lo autorice. No obstante, aquello que no tiene poder sobre el hombre no puede por cierto exigir nada de él. Dios hace Sus demandas sobre el hombre, no la materia, y ésta no puede oponerse a ellas.

Ya que es espiritual y Dios es su Vida, el hombre no se halla acondicionado o gobernado por la materia. No está sujeto a las vicisitudes de la creencia llamada materia discordante o enferma, que se deteriora o que decae, que se cansa o que envejece. Las cualidades de la Mente infinita no pueden manifestarse a través de aquello que la Christian Science enseña no tiene ni substancia, ni inteligencia ni vida. El hombre es receptivo y responde sólo a las comunicaciones y el gobierno espirituales del Espíritu.

A una estudiosa de la Christian Science le fué notificado al principio de un día que parecía ya demasiado lleno de grandes exigencias, que una entrevista muy importante que ella deseaba había sido fijada inesperadamente para esa mañana. Rehusándose de aceptar una sensación de consternación en razón de que no parecía ofrecer la oportunidad adecuada de prepararse espiritualmente, mentalmente se retiró del ruido que reinaba a su alrededor para así poder oír la voz de Dios que la guiaría. Estos pensamientos se le presentaron instantáneamente: “¡El reflejo se manifiesta siempre en el presente! Sólo debes ser aquello que eres eternamente. No puedes hacer en este momento el trabajo que harás de aquí a una hora, y ni tan siquiera lo que harás en un momento más.”

Percibió que la demanda de expresarse mediante el reflejo es perpetua y que los medios con los cuales se le hace frente a esta demanda están siempre a la mano. Estas palabras tan alentadoras de Cristo Jesús se le presentaron al pensamiento al instante (Juan 14: 10): “El Padre, morando en mí, hace sus obras,” como también estas palabras de Job 23:14: “Llevará a efecto lo que está ordenado para mí.” Con una gran sensación de paz y serenidad, ella acudió a la entrevista y se sintió muy agradecida por los fructíferos resultados que trajo consigo.

El reflejo por cierto se manifiesta siempre en el presente. No tiene vínculos con el pasado ni se preocupa por el futuro. Está en su plenitud ahora. Cualquiera que fuera la situación humana, podemos detenernos donde estamos y darnos cuenta de que la verdad de la unión del hombre con Dios es un hecho actual. En la hora del desafío sólo debemos reclamar y utilizar el poder que ha sido otorgado al hombre por decreto divino y así glorificar a Dios mediante la demostración.

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