En el capítulo ocho de la epístola de Pablo a los romanos hallamos la declaración del hecho fundamental de que “somos hijos de Dios; y si hijos, luego herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo”. ¿Qué declaración podría inspirarnos más confianza acerca de nuestra unión con Dios que ésta? ¡Qué posibilidades de fruición del bien más estupendas se abren ante nuestra experiencia individual a través de este conocimiento consolador!
Numerosas son las referencias que pueden hallarse en la Biblia desde el Génesis hasta el Apocalipsis, que substancian la verdad de que el hombre es la semejanza de Dios, Su hijo y el heredero del trono.
Así como el que hereda una fortuna por ley debe probar que es el heredero legítimo, también el estudiante de la Christian Science debe probar su relación con el Padre-Madre Dios, y percibir y aceptar el bien que le ha sido otorgado por su sabio y afectuoso Padre. En vista de que Dios es la Mente, el hombre es la expresión de la inteligencia. En razón de que Dios es Amor, el hombre es afectuoso y amable. Porque Dios es el Todo-en-todo, el hombre posee por derecho divino todo aquello que es duradero y verdadero. Mrs. Eddy dice (Ciencia y Salud, págs. 205, 206): “Cuando comprendamos plenamente nuestra relación con lo Divino, no podremos tener ninguna otra Mente que la Suya,— ningún otro Amor, sabiduría o Verdad, ningún otro concepto de la Vida, y ninguna consciencia de la existencia del error o de la materia.”
En la proporción en que el estudiante de la Christian Science se da cuenta de su herencia del bien infinito, esa condición del pensamiento que desearía mesmerizarlo a que acepte sugestiones ilegítimas es contemplada como una falsedad. Encuentra que no tiene por qué aceptar las creencias de la herencia y que la enfermedades y los rasgos de carácter no pueden ser transmitidos o heredados. Rechaza la creencia de que sus oportunidades son limitadas y se percata de que el pecado no puede ni atraerle ni esclavizarle. Entonces las creencias de la debilidad, la enfermedad o la vejez se van eliminando progresivamente. Vence sus temores, de modo que no puede decirse que “él se mira, y se va, y luego se olvida de cómo es” (Santiago 1: 24).
La herencia divina del hombre no se manifiesta de inmediato en su plenitud; pero desde el momento en que comenzamos a estudiar esta Ciencia del Cristo y ponemos en práctica sus demostrables verdades, la evidencia de la abundancia se manifestará en nuestra vida. Percibiremos que tenemos derecho a la salud, la felicidad, la fortaleza y la abundancia, y que podemos gozar del compañerismo que satisface y experimentar una preciosa quietud invariable. La constancia y la consecuencia con que reconocemos nuestra unidad con Dios revelarán más y más nuestra herencia del dominio.
La humanidad hace mucho que está buscando los medios por los cuales evitar los males y las enfermedades que han sido aceptadas generalmente como inevitables, y parte integrante de aquello a que supuestamente “es heredera la carne”. Los hombres sinceramente han tratado de mejorar las condiciones humanas, pero la liberación absoluta de toda preocupación jamás fué hallada ni en la religión ni en la medicina. No obstante, la Christian Science está cambiando rápidamente la manera de pensar de la humanidad, y en consecuencia su punto de vista y experiencia. Más y más se está viendo y probando que sólo el bien es verdadero.
En su obra Miscellaneous Writings — Escritos Diversos — Mrs. Eddy dice: “La espiritualización de nuestro concepto del hombre abre las puertas del paraíso, que los llamados sentidos materiales atentarían cerrar, y revela al hombre como infinitamente bendecido, recto, puro y libre; el cual no tiene necesidad de estadísticas por las cuales informarse acerca de su origen o edad, o de misurar su hombría, o de percibir cuán hombre es o ha sido” (pág. 185).
