En el capítulo ocho de la epístola de Pablo a los romanos hallamos la declaración del hecho fundamental de que “somos hijos de Dios; y si hijos, luego herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo”. ¿Qué declaración podría inspirarnos más confianza acerca de nuestra unión con Dios que ésta? ¡Qué posibilidades de fruición del bien más estupendas se abren ante nuestra experiencia individual a través de este conocimiento consolador! Numerosas son las referencias que pueden hallarse en la Biblia desde el Génesis hasta el Apocalipsis, que substancian la verdad de que el hombre es la semejanza de Dios, Su hijo y el heredero del trono.
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