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Nuestro deber

Del número de julio de 1961 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En carácter de ciudadanos del mundo, los Científicos Cristianos deben estar listos y prontos para trabajar por el mundo. La vida y los escritos de nuestra Guía, Mrs. Eddy, expresan un profundo interés por el bienestar de la humanidad. En vista de que los problemas del mundo son los nuestros también y a los cuales debemos ayudar a resolver, es menester que hagamos el esfuerzo de contemplarlos y hallar la solución a la luz de la Verdad.

El agudo problema que el mundo enfrenta hoy en día es el de cómo sobreponerse al mal denominado guerra. Evitar de considerar el problema no constituye la solución. Tampoco pueden mejorar la situación las expresiones de sólo la esperanza. Nuestro deber es orar comprensivamente por el mundo y saber que una oración tal es efectiva.

Las oraciones de Jesús incluían la afirmación de su unidad con el Padre. Nosotros debemos entonces reclamar humildemente nuestra filiación con Dios. La humildad disipa de nuestros ojos el velo del prejuicio y la justificación propia, y nos capacita para vernos a nosotros mismos y a nuestro prójimo como en realidad somos — puros, rectos, el reflejo de Dios. Afirmando la semejanza del hombre con Dios, percibimos que todos Sus hijos expresan las cualidades semejantes a Dios tales como la justicia, la misericordia y el afecto, cualidades que eliminan las creencias en la fuerza bruta, la agresión y el odio. Estamos ayudando a toda la humanidad cuando en nuestro propio pensamiento separamos estas feas cualidades de aquellos que parecen estar expresándolas, y nos aferramos firmemente a la certidumbre de la unidad del hombre con el Amor y la Verdad. El hombre verdadero es inteligente y afectuoso, y está satisfecho. No sabe nada acerca del odio, el temor o la avaricia. Está consciente continuamente de la abundancia del bien con que Dios provee a toda Su creación.

Aquello que Mrs. Eddy dice de su propia oración por la humanidad iluminará nuestro camino y nos enseñará cómo debemos orar. En la página 220 de su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica de Cristo, y Miscelánea) ella dice: “Todos los días ruego por la pacificación de todas las dificultades nacionales, por la hermandad de los hombres, por el fin de la idolatría y la infidelidad y por el crecimiento y el establecimiento de la religión cristiana — el Cristianismo del Cristo. También tengo fe que mi oración puede mucho, y que Aquel que lo trastorna lo trastornará hasta que venga Aquel cuyo es el derecho de reinar. Cada día oro así: ‘Dios bendiga a mis enemigos; hazlos Tus amigos; dales a conocer el gozo y la paz del amor.’ ”

Podemos seguir su ejemplo en lo que se refiere a los asuntos mundiales. La verdad acerca de la paz es que se trata de un estado consciente de la confianza en el bien, que no puede ser obscurecido por la apariencia de la violencia y el odio.

El poder de la Palabra reside en su verdad y no se ve disminuido por la oposición que ofrece el mal. La Verdad es efectiva; la Palabra tiene poder y ajustará la situación para la humanidad, aportando más justicia hasta que el reino de Dios se establezca en la tierra.

El uso sincero de la oración: “Dios bendiga a mis enemigos” elimina de nuestra consciencia la creencia en el odio y la voluntad humana, trae la clara realización de la irrealidad y la impersonalidad del mal, señala la omnisciencia y la supremacía de la ley de Dios, y establece la certeza de que el bien es todo poder y que el mal tiene sólo el poder para destruirse a sí mismo.

Debemos recordar que la paz es una demostración individual. La paz no es meramente la ausencia de la guerra, mas es la consciencia profunda y permanente de la presencia eterna de Dios y la inseparabilidad del hombre con El. Jesús vivió en una era en que el poder militar era muy evidente, pero su propia manera de pensar era serena. Probó su comprensión de su unidad con Dios.

Cada uno debe resolver su propio problema, seguro de que a medida que fielmente demuestra lo que ya sabe, su comprensión aumentará. Exteriormente, las demostraciones individuales de la verdad puede que varíen. Ciertos hechos fundamentales, no obstante, permanecen invariables, y estos son las realidades a las cuales debemos aferramos, dejando todo a Dios.

Todo Científico Cristiano debe obedecer la “Regla para Móviles y Actos” dada por nuestra Guía en el Manual de La Iglesia Madre (Art. VIII, Sec. 1), valerse de la “Oración Diaria” (Art. VIII, Sec. 4) para toda la humanidad y defenderse diariamente en contra del mal (véase Art. VIII, Sec. 6). Debemos percibir que el mesmerismo del odio y la violencia y el aparente éxito del mal no son verdaderos, ni son eficaces los métodos del mal. Debemos negar la presencia y el poder aparente de la manera de pensar belicosa y reemplazarla con la confiada percepción de la omnipotencia del Amor.

El Salmista cantó así ( Salmo 119:89): “¡Hasta la eternidad, oh Jehová, tu palabra permanece estable en el cielo!” Los hechos espirituales permanecen invariables y lo único que debemos reclamar diariamente es nuestra herencia de la abundancia, el afecto y el gozo y así preservar estas cualidades en nuestra propia vida. Al hacerlo no sólo nos estamos ayudando a nosotros mismos pero también a todos aquellos que están buscando el bien.

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