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El impulso de dar

Del número de julio de 1961 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Aquellos que reciben al Cristo sienten el impulso de expresarle. Este impulso es más que un ansia humana; es el reflejo del poder salvador y sanador del Amor divino que se manifiesta a través del individuo. El corazón humano que se abre a Dios debe abrirse también hacia nuestro prójimo si el Cristo ha de entrar en él, pues el espíritu del Cristo es el espíritu del dar.

Los dones de Dios nos inspiran de por sí a que los compartamos, y compartir una dádiva hace que sea perfecta, pues de lo contrario desaparece para el sentido humano. El bien no trae la medida completa de la felicidad hasta que ha sido compartido; se mantiene vital para nosotros únicamente si nos mantenemos activos propalando sus bendiciones, en vista de que no existen ni el bien estancado, ni el amor que se arresta o la acumulación inerte de los bienes espirituales. El bien no es poseído temerosamente, ni acumulado cautelosamente, ni repartido de mala gana. Aparece libremente sólo cuando se le recibe de igual modo y se le ofrece gozosamente.

El hombre es el reflejo de Dios, el Amor divino, el gran Dador. De manera que amar es tener el deseo de dar. “¿Por qué ha Dios de amarnos y darnos de Su munificencia?” preguntó en cierta ocasión una persona a un Científico Cristiano.

“Porque no puede hacer a menos,” fué la respuesta, “ya que es parte de Su naturaleza.”

El Amor divino se mantiene activo dando siempre y demanda nuestra grata reacción a su inspiración de dar. “La realidad espiritual, repetida en la acción del hombre y de todo el universo, es armoniosa y es el ideal de la Verdad,” escribe Mary Baker Eddy, la bienamada Descubridora y Fundadora de la Christian Science, en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 207). Esta declaración indica que la acción humana también debe ser el modelo de la divina si ha de aportarnos la felicidad y el esclarecimiento tanto para nosotros mismos como también para los demás.

Sólo podemos dar de aquello que nos ha enriquecido, y al dar nos enriquecemos. Ya fuere mediante la palabra oral o escrita, los hechos o el ejemplo silencioso, mediante los cuales ofrecemos algún don espiritual a otro, el amor que impulsa lo que se escribe o que satura la acción es lo que enriquece al dador y transforma la dádiva en una bendición para el que la recibe.

Retener es resistir la ley del Amor; significa desechar el gozo y vivir en conflicto con nuestra propia naturaleza como el reflejo de Dios; es vivir con el temor de la pérdida. Es empobrecernos.

Hay cosas, no obstante, que no podemos darle a otro. Nadie puede darle a otro ni su experiencia, ni la convicción espiritual, la madurez o el carácter que se derivan de ella, pues la talla espiritual es el resultado de la autocorrección habitual, del progreso que no se obtiene en un día ni a través de los esfuerzos ajenos. Pero aquellos que se hallan preparados espiritualmente para reconocer y respetar la espiritualidad verdadera, se verán inspirados por ella a pensar más espiritualmente y a vivir de un modo más devoto.

En razón de que el dar verdadero es una actividad de Dios, la Mente divina, la expresión humana del dar, en tanto que es afectuosa no es emocional, ni se halla exenta del gobierno del discernimiento espiritual, mas es sabia, escoje inteligentemente y siempre es oportuna. Esforzarse demasiado por llevar la Ciencia del Cristo a uno que no se halla pronto para recibirla, es exponer aquello que es santo al trato descuidado e irrespetuoso, o a la negación y la resistencia del materialismo, que presiente las demandas que el Cristo hace al carácter humano y sobre todo al concepto mortal del bien, y se rebela en contra de ellas.

Nuestra Guía, Mrs. Eddy, nos previene, diciéndonos (ibíd., pág. 238): “Más vale aguardar hasta que aquellos a quienes se desee beneficiar estén preparados para esa bendición, pues la Ciencia está obrando cambios tanto en el carácter personal como en el universo material.” Si en razón de nuestro afán irrefrenable de dar nos enfrentamos con una acogida poco amistosa, esto no debería desalentar nuestro entusiasmo pero más bien inducirnos a escuchar más devotamente la guía de la Mente y seguir más diligentemente la Verdad selectiva.

La experiencia nos enseña que no basta ser afectuoso e inofensivo; debemos también saber cómo frenar el afán humano mediante el gobierno de la guía espiritual que ejerce la Mente divina. Cautela semejante no es temor, sino sabiduría. Protege no sólo la dignidad de nuestra sagrada Causa mas también los intereses de aquel a quien deseamos guiar hacia la Christian Science. La palabra justa en el momento oportuno, expresada con amor y una sincera convicción se asegura un oído receptivo. “Como manzanas de oro en canastillos de plata, es la palabra que se dice oportunamente” (Proverbios 25:11).

El impulso de dar origina del amor universal, el cual debe exteriorizarse, por necesidad y hallar sus propias oportunidades y el momento propicio en los cuales bendecir. En razón de su origen espiritual, expresión y designio, este impulso jamás puede ser frustrado, tampoco puede su entusiasmo verse desalentado por el desprecio del intelectualismo o por la apatía y la resistencia de la mundanalidad. No les teme pero al mismo tiempo se mantiene alerta a sus designios malignos.

Nadie posee tan poco que no pueda dar algo. El dracma de la viuda fué juzgado por Cristo Jesús como una dádiva mucho más liberal que el oro del rico, y no cabe dudas de que tenía más valor y que era de igual utilidad. La generosidad en el dar no se mide por la cantidad dada, sino por el amor, la fidelidad, la libertad y el gozo que encierra.

¡ Qué ejemplo tan admirable del impulso sagrado del dar y su cumplimiento venturoso es la obra de Mrs. Eddy! Animada por su visión inspirada del significado de largo alcance que encerraba su descubrimiento para la raza humana, ella trabajó indefatigablemente durante un período de casi cuarenta y cinco años, haciendo frente a las circunstancias más increíbles, para poder discernir así cuál sería la mejor manera de que su dádiva continuara a alcanzar a la familia humana por doquier.

La declaración de Isaías puede aplicarse por cierto a Ja vida de nuestra gran Guía, pues dice: “El generoso piensa en cosas generosas; y él por cosas generosas será hecho estable” (32:8). La misión de todo Científico Cristiano agradecido es la de presentar la dádiva de Mrs. Eddy al mundo. ¡Libremente la hemos recibido; ofrezcámosla del mismo modo!

El impulso de dar es gozoso e incansable, en razón de que sostiene a su poseedor a través de su mismo cumplimiento. “El alma generosa engordará, y el que riega será él mismo regado” (Proverbios 11:25).

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