La economía del ser divino siempre muestra hallarse en balance perfecto. Muestra la abundancia del bien para todos, y en consecuencia jamás hay la más mínima parte de bien innecesario o superfluo. En este estado de balance divino, en este equilibrio mundial del bien, el hombre se encuentra satisfecho.
Comprendiendo estas verdades espirituales es posible demostrar que siempre puede usarse de inmediato aquello con que Dios nos suple. De modo que podemos enfrentar cada día felices y conscientes de que el bien es siempre suficiente para hacer frente a toda necesidad, y de que su demanda es lo bastante amplia para absorber y utilizar todas las buenas ideas que reflejemos.
En realidad el hombre refleja la condición divina que Mrs. Eddy describe en la página 519 de Ciencia y Salud que dice: “La Deidad estaba satisfecha con Su obra. ¿Cómo podría no estarlo, ya que la creación espiritual fue el producto, la emanación, de Su plenitud infinita y sabiduría inmortal?”
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