En el Glosario del libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” nuestra amada Guía, Mary Baker Eddy, define lo que significa “Iglesia”. Ella dice lo siguiente acerca del concepto espiritual (pág. 583): “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él.”
Después de hacer esta declaración absoluta ella ofrece una descripción de “Iglesia” presentando los aspectos de institución, diciendo: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza humana, despertando el entendimiento dormido de sus creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y a la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos.”
La Iglesia Científica de Cristo es la prueba visible de la divinidad abrazando a la humanidad. El significado absoluto o divino de Iglesia elucida el carácter de la institución. El ser miembro de esta institución constituye la señal externa y visible de nuestro reconocimiento de la unión invisible, que existe entre nosotros y el Principio divino, Dios.
Cuando nos unimos a la Iglesia Científica de Cristo y vivimos de acuerdo a sus Artículos de Fe, a los cuales nos hemos adherido para poder ser miembros, damos testimonio que al estar conscientes de la unidad del hombre con Dios, estamos tomando parte en el nuevo nacimiento y despertando a la consciencia de nuestro verdadero ser espiritual. Mrs. Eddy, Descubridora y Fundadora de la Christian Science
Nombre que Mary Baker Eddy dio a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”., dice lo siguiente en su obra Miscellaneous Writings (pág. 15) acerca de este nuevo nacimiento: “El nacimiento nuevo no es obra de un momento. Comienza con momentos y prosigue con los años; momentos en los que uno se rinde a Dios, en los que confiamos candorosamente y adoptamos con gozo lo que es bueno; momentos de abnegación, de consagración de uno mismo, de esperanza que proviene del cielo y de amor espiritual.”
El coraje moral y la autodisciplina se requieren, no sólo para alcanzar este nacimiento nuevo, mas también para tomar los pasos que requiere esta expresión que se denomina ser miembro de iglesia. La experiencia del Apóstol Pablo ilustra este punto. Cuando en sus viajes misioneros llegaba a una cierta región, jamás dijo: “Mejor es que no nos detengamos aquí; puede ser que nos persigan por hacerlo.” En vez desechaba cualquier sugestión similar proferida por sus acompañantes y siguió adelante. No se desvió ni de la pureza de su visión del Cristo, la idea inmortal de Dios, ni de la integridad de su ser como hombre.
Sabremos que estamos siguiendo la guía de la Verdad por la paz, la armonía, y la satisfacción espiritual que sentimos, y que se manifiesta para todos aquellos que buscan la guía de Dios y obedecen Sus mandamientos. A medida que avanzamos bajo la dirección de Dios, hallamos que lo único que perdemos son los conceptos falsos, las limitaciones materiales.
Percibimos que no tenemos que lamentar un pasado material, y que tampoco hay un futuro material por el cual preocuparse. Lo único que existe es el glorioso e infinito ahora que se desarrolla eternamente, la armonía espiritual que siempre está presente y que experimentamos de acuerdo a nuestro discernimiento espiritual, nuestra capacidad y merecimiento.
La paciencia y la humildad son cualidades que se desarrollan con el nacimiento nuevo y que nos vemos inspirados a cultivar cuando nos hacemos miembros de la iglesia. Primeramente, la paciencia para con nosotros mismos debiera venir mediante nuestros esfuerzos para obtener nuestra naturaleza espiritual verdadera; luego, a medida que tomamos parte en los deberes y responsabilidades como miembros de iglesia obtenemos la paciencia mutua. La paciencia y la humildad van unidas con nuestro desarrollo espiritual en nuestras actividades en la iglesia.
En el Sermón de la Montaña, Cristo Jesús, el Mostrador del camino dijo (Mateo 6:33): “Mas buscad primeramente el reino de Dios, y su justicia; y todas estas cosas os serán dadas por añadidura.” El autor recuerda con gratitud lo que una señora dijo en cierta ocasión acerca de este verso de la Biblia.
Contó que durante años había leído rápidamente la primera parte de este convincente consejo de Jesús, en tanto que ponía gran atención sobre la última parte que dice: “y todas estas cosas os serán dadas por añadidura.” Siempre se detenía ante la palabra “cosas” y repetía esta palabra esperando ver estas cosas añadidas allí mismo. Sólo después de muchos años percibió que cuando ella oraba a Dios, el Espíritu, la respuesta a su oración debía necesariamente significar las cosas del Espíritu. Una cosa siempre produce lo semejante a ella. Si visitamos un jardín de cactus no esperamos hallar una rosa; pero si en vez vamos a un rosedal esperamos y hallamos rosas.
A medida que aumenta nuestra espiritualidad mediante el nuevo nacimiento, todo lo que necesitamos para nuestra vida diaria se manifestará para nosotros; tal como nos lo dice nuestra Guía (Ciencia y Salud, pág. 494): “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana.”
Ser miembro de una Iglesia Científica de Cristo, tiende a espiritualizar y cristianizar la consciencia. Participando en las actividades de la iglesia aprendemos a amar desinteresadamente a Dios y a la humanidad, y también a apreciar y respetar sinceramente a Mrs. Eddy y sentir inmensa gratitud hacia ella, por haber fundado esta institución que continuamente da prueba de su practicabilidad.
Los pasos que tomamos para alcanzar el nacimiento nuevo, son pasos en la Verdad. A medida que comprendemos como miembros de la iglesia que la Christian Science es la senda de la Vida, hallamos la seguridad, el consuelo y el reconocimiento de que puede ser que ya hayamos cubierto alguna distancia, no para un día, ni un cierto número de días, mas para siempre.
Los brazos abiertos de nuestro Padre-Madre Dios, que rodean a la Iglesia Científica de Cristo, aguardan tierna, afectuosa y ansiosamente a todos aquellos que responden al llamado del nuevo nacimiento.
