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Provisión adecuada

Del número de julio de 1962 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Christian Science Monitor


El problema que quizás haya preocupado más a la humanidad ha sido siempre la provisión adecuada de las necesidades materiales. Es sin duda justo que la legítima necesidad humana sea suplida, y en todos los siglos ha habido personas que han reconocido que el creador del hombre y el universo es Dios, el Amor, cuya finalidad es el bien para todo Su universo. Pero estas personas también han hecho énfasis sobre el hecho de que para poder aprovecharse de esta munificencia divina, los hombres deben ellos mismos tornarse y ajustarse a Sus leyes espirituales y tener fe en ellas.

Moisés declaró (Deut. 28:2–6): “Y vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas bendiciones, cuando obedecieres la voz de Jehová tu Dios: Bendito serás en la ciudad, y bendito serás en el campo... Benditos serán tu canasto y tu artesa. Bendito serás en tu entrada, y bendito serás en tu salida.”

Debe entonces admitirse que cuando las apariencias parecen desmentir la provisión divina, la razón es siempre la ignorancia, la oposición o la negación de la ley divina. Un aspecto de esta ley y sobre la cual hacen énfasis las enseñanzas de Cristo Jesús lo expresan sus palabras (Lucas 6:38): “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando, darán en vuestro regazo.” Naturalmente, es muy posible que a veces damos ostensivamente, desacertadamente o inspirados por motivos ulteriores. No obstante, el que escribe ha probado en su propia experiencia, que cuando ha dado generosamente en cuanto le ha sido posible, llenando una legítima necesidad, el bien se le ha manifestado de manera inesperada.

El concepto de la provisión suficiente es bien substanciado en la Christian Science. La Descubridora y Fundadora de esta Ciencia, Mary Baker Eddy, escribe en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 494): “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana.” La Christian Science enseña que aunque los hombres se contemplen bajo un aspecto tergiversado, Dios necesita y sostiene a cada uno de Sus hijos y que cuando comprendamos a Dios correctamente todos probarán que nada puede privarles de recibir la revelación divina.

Esta Ciencia, no obstante, también endosa la premisa bíblica que sostiene que el hombre debe conceder a su prójimo el mismo bien que reclama para sí mismo. Mrs. Eddy dice (ibid., pág. 206): “En la relación científica entre Dios y el hombre, descubrimos que todo cuanto bendice a uno bendice a todos, según lo demostró Jesús con los panes y los peces,— siendo el Espíritu, no la materia, la fuente de la provisión.” En vez de permitir que el temor, la indiferencia, la avaricia y demás nos enriquezcan a costa de un otro, hallaremos que el esfuerzo que hagamos por amar al prójimo como a nosotros mismos y de buscar nuestro propio bien ayudando a los demás redundará al final en nuestro propio enriquecimiento. El autor conoce a un señor que con el objeto de beneficiar a su familia mientras se hallaba en vida, apeló a la corte mediante la ayuda de sus abogados, pudiendo así disolver un fideicomiso de familia. Esto significaba que tendría que arreglárselas con una renta más reducida proveniente de un fideicomiso más pequeño. No obstante, para gran sorpresa de todos, el fideicomiso más pequeño se valorizó tanto durante los años subsiguientes, que al fin pudo gozar de una renta aún mayor que la que anteriormente producía el fideicomiso que cedió.

La raíz de los excesivos males comunes de hoy en día yace no tanto en las tendencias inmorales y depravadas, mas en la determinación de ciertas personas de conseguir en vez de dar. Esta tendencia caracteriza a menudo al criminal. Nada hará cambiar efectivamente esta situación hasta que el individuo aprenda que el único modo de vivir que aporta la satisfacción, consiste en el dar de sí mismo sin escatimar ya se trate de habilidad, dinero o servicio. Estas dos líneas de un himno del Himnario de la Christian Science expresan este pensamiento (No. 182):

Cesan de tener aquellos que cesan
de dar:
tal es la ley del Amor.

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