Pablo escribió lo siguiente a los Romanos (8:28): “Y sabemos que todas las cosas cooperan juntas para el bien de los que aman a Dios.” La Biblia asegura que para aquellos que aman a Dios, todo va bien; que todas las cosas dondequiera se hallaren, se están desarrollando en realidad, para aportarles armonía y satisfacción; que cualquier empresa loable que emprendan tendrá éxito. Pero, cuando miramos a nuestro alrededor, percibimos que muchos creen que están amando a Dios y que se están esforzando por vivir buenas vidas, y sin embargo sufren dolores, pérdidas, penas, y tienen problemas. Ellos podrían pensar que esta promesa bíblica no es verdad.
Pero Jesús probó contínuamente que existe una ley del bien que está operando todo el tiempo. El demostró sanando al enfermo y al pecador y resucitando a los muertos, que sólo el bien es verdadero. El amaba a Dios y demostraba la relación del hombre con El como Su hijo perfecto. Su misión era la de explicar esta naturaleza de Dios y el hombre.
Pablo aceptó las enseñanzas de Jesús de modo que pudo asegurar a sus lectores con absoluta confianza, la verdad de la bondad de Dios. Pero la verdadera relación de Dios y el hombre se vió oscurecida hasta la época en que fue revelada por la Christian Science.
Esta Ciencia explica que sólo existe un Dios, que ha creado todo y que lo hizo bueno. De manera que el mal, siendo contrario al bien jamás fue creado y no tiene existencia real. La Ciencia enseña también que Dios creó al hombre a Su imagen, de modo que el hombre debe ser también bueno.
El hombre se halla contínuamente gobernado por las leyes de Dios de la perfección y la armonía. Expresa por siempre las cualidades de la salud, seguridad, abundancia, e inteligencia.
Amar a Dios significa comprender la verdad de Su bondad, aceptar el hecho de Su totalidad, percibir que el hombre jamás puede ser separado de Su cuidado y que la armonía es eterna e inevitable. En la medida en que un individuo acepta estas verdades, manifestará la integridad, la realización, la acción correcta, y se verá equipado para alcanzar la victoria por sobre las circunstancias humanas adversas.
Cuando las creencias humanas malignas ya fueren de enfermedad, de accidentes o de pérdida, traten de invadir nuestra consciencia, podemos apartarnos de estos conceptos falsos y aceptar aquellos que son verdaderos. La salud, la felicidad y la seguridad son en realidad lo único que por siempre podemos expresar.
El hombre mortal cree que a pesar de sus buenos esfuerzos, sus asuntos pueden andar mal y que puede perder la salud y su paz mental. Cree que es la víctima indefensa de un poder malo que en cualquier momento puede anular sus loables esfuerzos.
Jesús nos enseñó que este estado de pensamiento es enteramente falso. El dijo (Juan 10:30): “Yo y el Padre somos uno.” Esta percepción de su inseparabilidad con su Padre, le capacitó para sobreponerse al mal en todas sus formas. Nosotros también podemos reclamar nuestra unidad con Dios como Su reflejo. A medida que nos tornamos a la Mente en busca de inspiración, hallamos que tenemos a mano la inteligencia que necesitamos para refutar las sugestiones erróneas.
Mrs. Eddy escribe en Pulpit and Press (Púlpito y Prensa, pág. 3): “Sabed, entonces, que poseéis poder soberano para pensar y obrar correctamente, y que nada os puede privar de esta herencia, e infringir la ley del Amor.” Cuando aceptamos este poder y hacemos uso de él, la confusión y la frustración se desvanecen de nuestra vida. Aceptando y probando la omnipresencia del bien expresamos nuestro amor por Dios y el cumplimiento de nuestros anhelos se revela naturalmente.