“Tu vida transitoria será más clara que el mediodía; tu obscuridad será como la luz de la mañana.” Estas palabras de Zofar que aparecen en el libro de Job (capítulo 11, versículo 17) tienen significado sólo cuando se contempla la vida como algo que origina de Dios, la fuente de la existencia eterna, en vez del frágil parentezco humano.
En vista de que Dios es la Vida del hombre, aquello que llamamos vejez no tiene cabida en esta gloriosa Vida. La aceptación de este concepto de la vida es lo que nos permite destruir los errores que nos engañan e incitan a aceptar las creencias de la vejez.
La Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”., que ha sido revelada a esta era por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, nos ofrece perspectivas de vida eterna que debe ser vivida aquí y ahora, una vida que no tiene elementos destructivos y que ricamente promete un continuo desarrollo.
La vejez, al igual que cualquier otra de las diversas dolencias de las cuales sufren y creen los mortales, se presenta en nuestra experiencia en razón de que sin quererlo nos hemos preparado para ello, o quizás porque no nos hemos defendido adecuadamente contra ella. La creencia de la vejez ha tomado tales proporciones en la consciencia humana durante un período de muchos siglos, que por consenso universal ha culminado en lo que se califica como un hombre anciano o una mujer anciana.
Cuando yo era joven y principiante en el estudio de la Christian Science, me dieron un consejo muy sabio que ha probado ser de inestimable valor. Un día en que pasaba por delante de la casa de una amiga que, durante muchos años había sido una activa practicista de la Christian Science, me invitó a que entrara.
Durante mi visita ella me aconsejó que jamás aceptara la creencia de la vejez como algo verdadero. Me recomendaba que no esperara hasta que la sugestión de la vejez y la inutilidad se me presentaran antes de hacer frente a la creencia, empero que empezara al momento a refutar cada pensamiento y cada acto que podría sugerirlo. Ella me señaló claramente que la vejez es la culminación del pensamiento no corregido.
Su consejo me causó una profunda impresión, y fue la causa que me hizo meditar y considerar lo que debía hacer en ese momento, que me ayudaría a escapar de lo que se consideraba inevitable. Aun cuando parecía algo lejano, me dí cuenta que la vejez algún día trataría de agobiarme, si no tomaba a tiempo los pasos para sobreponerme a sus incipientes fases.
Percibí claramente que no es el pasar de los años, sino en vez el estado de nuestro pensamiento durante este período, lo que lleva a la vejez. Si no corregimos el concepto falso acerca de nosotros mismos y de los demás, el resultado lógico será la acumulación de creencias sin corregir, que eventualmente representarán un peso tan grande hasta el punto en que nuestro progreso se verá estorbado seriamente.
Para contrarrestar este resultado innecesario, debemos tornarnos a Dios. Debemos amarle a El y obedecer Sus mandamientos. Es menester que reconozcamos a Dios como el origen divino del ser del hombre. Debemos vivir firmemente la bondad que Dios está expresando siempre en Su idea, el hombre. Así confirmaremos en nuestra vida diaria lo que significa ser el hijo de Dios.
Cristo Jesús respondió lo siguiente a aquel que le preguntó qué debía hacer para tener vida eterna (Mateo 19:17): “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.”
Así como una corriente de agua fluye fácilmente, nuestra vida avanzará serenamente del mismo modo cuando las obstrucciones que la estorban y retardan sean quitadas. En la revelación de la Christian Science, hallamos el secreto de la vida eterna, y que nuestra vida individual no es el reflejo de un manantial de origen material, mas es el fluir inagotable desde la fuente de la Vida misma.
Cuando nuestros ojos se abren a la naturaleza divina, con la cual ha sido dotado el hombre, en virtud de que es la imagen de Dios, amamos ese rasgo esencial y al apreciar su valor, no haremos nada a sabiendas que podría empañarlo. Regocijándonos en la naturaleza buena y perfecta del hombre, nos mantenemos en guardia contra la naturaleza errónea que se manifiesta en una disposición desagradable, la obstinación, el mal genio y demás. Estos son los enemigos que nos traicionan, haciéndonos caer en la infelicidad, la enfermedad y la vejez.
Oímos decir que las maquinarias se gastan por la fricción, y no por la acción. De modo que no es una vida activa la que nos deshabilita, mas son nuestras reacciones a las condiciones de esta vida, la fricción, los temores, el resentimiento, las desilusiones y las ansiedades lo que nos envejecen.
En la medida en que despertamos a nuestra naturaleza divina, probamos aquello que escribió Mrs. Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (página 246): “Cada año que pasa desarrolla más sabiduría, hermosura y santidad.” Estas no son palabras vacías. Nuestra Guía vivió una vida de afectuosa actividad y confiadamente esperaba expresar contínuo vigor. Ella expresó esta expectativa en su carta a la Primera Iglesia Científica de Cristo, en Chicago, Illinois (E.U.A.).
Después de rehusar la invitación que le extendieron para presenciar la dedicación de esa iglesia, ella declaró en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica de Cristo, y Miscelánea), página 177: “Me siento muy capaz de hacer el viaje a vuestra ciudad y si la sabiduría alarga mi vida hasta los ochenta años (cosa que se me imputa ya), seré más joven y estaré más cerca del meridiano eterno que ahora, dado que el saber verdadero y la prueba de la vida es el desechar las limitaciones y adoptar las posibilidades y permanencia de la Vida.”
¡Qué gran promesa encierran estas palabras! Como seguidores de Mrs. Eddy debemos ser persistentes y desechar las limitaciones de las creencias materiales y tentaciones, y confiadamente esperar que el pasar de los años nos acercará “al meridiano eterno.” No es necesario que contemplemos la vejez y la inutilidad como algo irresistible e inevitable.
En el libro de Josué se relata que cuando Caleb contaba 85 años de edad, dijo: “Todavía estoy tan fuerte el día de hoy, como estaba en aquel día en que Moisés me envió” (14:11). Y en Deuteronomio (34:7) leemos que cuando Moisés llegó a la edad de ciento veinte años “su vista no fué ofuscada, ni se había debilitado su vigor.”
Resumiendo, llegamos a la conclusión que los años no tienen en sí ninguna importancia. No pueden hacer nada ni en contra ni a favor de nosotros. Cómo hacemos uso de ellos es lo que determina el resultado. Siendo así, podemos ponernos a trabajar inmediatamente para rechazar la vejez, la inutilidad, lo anticuado, y demostrar que cada año que pasa muestre el provecho espiritual en vez de una pérdida.
En su obra Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos), Mrs. Eddy describe con gloriosas palabras el cuadro de la iluminación que se presentará a medida que avancen los años y que aguarda como recompensa a todos aquellos que siguen fielmente las enseñanzas de la Christian Science. Ella dice (página 356): “Una radiante puesta de sol hermosa al igual que las bendiciones que irradia, se extiende y se aviva en la hora del descanso.”
Así es como una vida corregida ilumina su propia atmósfera con resplandor y comprensión espirituales.
