Desde que mi madre fue completamente sanada de pena debido al fallecimiento de mi padre cuando yo contaba nueve meses, la familia se ha apoyado enteramente en la Ciencia Cristiana y en sus enseñanzas de la unidad del hombre con su Padre-Madre Dios. La asistencia regular a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana me proporcionó una sólida base que me ha servido para probar una y otra vez cuán práctica es esta Ciencia.
Experimenté una maravillosa protección de las tales llamadas enfermedades infantiles que muchas personas aceptan como necesarias. Por ejemplo, en los cuatro años de escuela preparatoria en Inglaterra sólo falté a la escuela tres días por razones de salud.
Hace algunos años estando yo pupilo en una escuela en Inglaterra se desarrolló una epidemia de gripe en todo el país. Se evidenció un gran temor por la enfermedad cuando se produjeron varios casos en mi dormitorio. Como la mayoría de mis amigos cayeron enfermos, reinaba un aire de resignación y parecía que no había esperanzas de poder escapar a la enfermedad.
Probé de aplicar con toda sinceridad las sencillas verdades que había aprendido y de ese modo escapar al malestar general. Una noche cuando mis tres compañeros se encontraban enfermos y deseaba ansiosamente hallar consuelo, encendí la radio y me dí cuenta que había girado el dial en Radio Luxemburgo.
De pronto oí la música tocada por el órgano de La Iglesia Madre y la invitación que se extendía a los oyentes a que escucharan un programa de la serie titulada: “Cómo sana la Ciencia Cristiana.” Mi corazón se llenó de gratitud, y aún cuando no recuerdo lo que se dijo en el programa, me sentí muy confortado por un claro concepto del Amor de Dios por todos Sus hijos. Al momento me sentí libre del temor de la enfermedad y la epidemia no me afectó en lo más mínimo.
Mi gratitud es infinita por la vida ejemplar de nuestro amado maestro Cristo Jesús, por la consagración desinteresada de nuestra Guía, por ser miembro de La Iglesia Madre y por la oportunidad de servir en una organización universitaria. No obstante, lo que más me ha capacitado para apreciar lo que significa ser un Científico Cristiano activo, es el haber recibido instrucción primaria en la Ciencia Cristiana. Por ello me siento humildemente agradecido. — Wilmington, Delaware, E.U.A.