La libertad física al igual que la espiritual siempre ha sido una de las posesiones más valiosas de la humanidad. Las naciones han llegado hasta la guerra para defender el estandarte de la libertad. Pero aún así, los hombres caen en la esclavitud que se debe en parte a negligencia y en parte a la ignorancia. Se hallan encadenados por la enfermedad, la pobreza, la discordancia y las desavenencias y lo atribuyen a circunstancias inalterables o leyes de la naturaleza.
¿Existe acaso una escapatoria de esta esclavitud? Sí por cierto. Y este camino hacia la libertad nos extrae de la materialidad a la espiritualidad, al reino de la libertad única y verdadera. Sin hacer acepción de posición o persona, este camino está abierto para todos. Es el camino que indicó Cristo Jesús y la senda que la Ciencia Cristiana señala a esta era. Enseña que la libertad del hombre es divinamente natural y que las leyes materiales no pueden sentenciarnos a la imperfección, escasez, decrepitud, vejez y la mortalidad.
En su carta a los Romanos, el Apóstol Pablo declaró (8:1, 2): “No hay pues ahora condenación alguna para los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha libertado de la ley del pecado y de la muerte.”
La ley del Espíritu es la ley de la libertad, de la salud, del amor y de la justicia. El hombre, la imagen y semejanza de Dios, está gobernado por esta ley del bien divino y por ninguna otra. Esta ley divina reemplaza todas las leyes erróneas que se denominan leyes de la naturaleza y las anula.
Mrs. Eddy escribe en la página 427 de Ciencia y Salud, “La Mente inmortal, que lo gobierna todo, tiene que ser reconocida como suprema en el tal llamado reino físico, lo mismo que en el espiritual.”
Sólo aquel que no está familiarizado con Dios, el Espíritu y Sus leyes, lucha bajo la ilusión de que el universo del cual él mismo forma parte, es material. A medida que sigamos el camino correcto, el camino que Jesús nos señaló, reconoceremos la idea verdadera, el Cristo, la manifestación de Dios, hablando a la consciencia humana.
Mediante esta manifestación divina el pensamiento humano despierta a la realización de que el hombre real no es mortal sino espiritual; en consecuencia, está dotado de libertad sin límite para hacer frente a cualquier clase de discordancia.
La Ciencia del Cristo nos enseña que todas las dificultades humanas, ya sean mentales o físicas, pueden ser atribuidas a un concepto erróneo del hombre. A medida que los hombres se tornan conscientes de su verdadera relación con Dios, el único creador, se ven libres de todo lo que parece limitar u ocultar su reflejo individual del bien infinito.
En la página 542 de Ciencia y Salud, Mrs. Eddy escribe: “La creencia de vida en la materia peca a cada paso. Incurre en el desagrado divino, y quiso matar a Jesús para deshacerse de la Verdad tan perturbadora.” Y en la misma página ella escribe: “Dejad que la Verdad descubra y destruya el error en la forma que Dios determine, y dejad que la justicia humana siga el modelo de la divina.”
Esta Ciencia de Cristo no es mera teoría. Una de las características de la Ciencia verdadera es que sus reglas pueden ser aplicadas, y por consiguiente, probadas y demostradas. El hombre, la expresión de Dios que es gobernado por la ley divina, puede expresar solamente el bien, la inteligencia, el gozo, la salud y la perfección. La omnipresencia, la omnisciencia, y omnipotencia de Dios excluyen la posibilidad de la existencia de otro poder. No obstante, si hemos de permanecer conscientes de la libertad de Dios, o recuperar este estado de consciencia si pareciera haberse perdido, el primer requisito para ello es tener una fe absoluta en la perfección infinita de Dios.
Vemos el efecto de tal fe, en la narración que aparece en el Nuevo Testamento, de la mujer que fue sanada cuando tocó el borde del vestido de Jesús. Jesús entonces le dijo: “Hija, tu fe te ha sanado; véte en paz” (Lucas 8:48). Si solamente tocamos el borde de la Verdad, es decir, si tenemos fe, la ayuda ya está a la mano.
No obstante, los Científicos Cristianos no se detienen ante la mera fe. Ellos se esfuerzan por dar un paso más adelante, es decir, de la fe al entendimiento espiritual. En este esfuerzo la Biblia y las obras de Mrs. Eddy son compañeros indispensables a lo largo del camino Después de un estudio adecuado — y el estudio por cierto es necesario, no solamente la mera lectura — el estudiante adquiere el entendimiento que le capacita para expresar más y más la perfección de Dios y demostrar la libertad que proviene del Amor divino.
A medida que nos abstenemos de aceptar que el hombre pueda tener alguna clase de limitación, veremos el aumento de la salud, la longevidad, y la armonía. El odio, la envidia y los celos se tornarán a su nada original, al igual que los rayos del sol disipan las sombras, cuando son reemplazados por el amor, la gratitud y el entendimiento de la eterna presencia del Amor, que como joyas en una corona se convierten en el ornamento de nuestro ser. Dios es Amor, y donde reina el Amor, reinan la libertad y la paz.