La libertad física al igual que la espiritual siempre ha sido una de las posesiones más valiosas de la humanidad. Las naciones han llegado hasta la guerra para defender el estandarte de la libertad. Pero aún así, los hombres caen en la esclavitud que se debe en parte a negligencia y en parte a la ignorancia. Se hallan encadenados por la enfermedad, la pobreza, la discordancia y las desavenencias y lo atribuyen a circunstancias inalterables o leyes de la naturaleza.
¿Existe acaso una escapatoria de esta esclavitud? Sí por cierto. Y este camino hacia la libertad nos extrae de la materialidad a la espiritualidad, al reino de la libertad única y verdadera. Sin hacer acepción de posición o persona, este camino está abierto para todos. Es el camino que indicó Cristo Jesús y la senda que la Ciencia Cristiana señala a esta era. Enseña que la libertad del hombre es divinamente natural y que las leyes materiales no pueden sentenciarnos a la imperfección, escasez, decrepitud, vejez y la mortalidad.
En su carta a los Romanos, el Apóstol Pablo declaró (8:1, 2): “No hay pues ahora condenación alguna para los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha libertado de la ley del pecado y de la muerte.”
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