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Elevándonos por encima del prejuicio

Del número de octubre de 1965 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mientras me sometía al examen para servir en un jurado, me dí cuenta de que las personas que eran descalificadas eran aquellas que tenían prejuicio. El juzgar de manera adversa sin causa justa o sin el conocimiento suficiente nos priva de emitir un juicio correcto. Es la causa de muchos de los malentendidos y la contienda que existen entre individuos y naciones.

La Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. muestra que toda creencia material encierra prejuicio, de modo que su testimonio acerca del pecado, la enfermedad y la muerte es falso. Esta Ciencia ofrece evidencia de la Vida, la Verdad y el Amor perfectos que gobiernan al hombre.

En nuestra era, Mary Baker Eddy por medio del descubrimiento de la Ciencia Cristiana, abrió la puerta que nos capacita para juzgar corretamente. En “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”, Mary Baker Eddy escribe (pág. 259): “El entendimiento a la manera de Cristo de lo que es el ser científico y la curación divina incluye un Principio perfecto y una idea perfecta, — Dios perfecto y hombre perfecto, — como base del pensamiento y de la demostración.”

A veces oímos decir acerca de una persona cuyo carácter quizás ha sido mal juzgado por rumores o por lo que alguien dijo, que “en realidad es una persona muy agradable cuando se la conoce.” Para demostrar correctamente la Ciencia Cristiana, debemos percibir y conocer al hombre según la Ciencia tal como Jesús lo contempló y conoció, como en realidad es, es decir, la imagen y semejanza de Dios.

Contemplar algo menos que la perfección como lo real es juzgar injustamente, en vista de que Dios es Todo y es bueno. Creer que un mortal malvado, débil, deshonesto, dominante o cruel es verdadero, es creer en una falsedad. El hombre de Dios no es ni mortal ni material. Las restricciones de raza, color, clase o credo son conceptos materiales. Son anticristianas, dado que dividen y crean el antagonismo.

La rápida comunicación en un mundo que se hace cada vez más pequeño ha hecho desaparecer muchas de las profundas diferencias que existían entre las naciones. No obstante, mucha gente todavía se queja porque se les obliga a ocupar posiciones inferiores o se les fuerza a aceptarlas. En tanto que los cristianos hacen todo lo humanamente posible por aliviar el estado penoso en que se encuentra esa gente, nosotros como Científicos Cristianos jamás debemos perder de vista el hecho de que son, como nos lo dice la Biblia, “hijos de Dios ... herederos de Dios, y coherederos con Cristo” (Romanos 8:16, 17). El hombre verdadero está consciente de su lugar como el heredero individual y eterno de Dios, coheredero con el Cristo apacible, justo y sanador, y percibe que cada idea individual de Dios que expresa todas las cualidades del Amor, goza de un estado de sumo honor.

Para aquellos que podrían sentirse tentados a reaccionar en igual forma al odio y la persecución que la mente carnal desearía infligir, estas palabras de Pablo podrían aportarles consuelo (Efesios 2:19): “Así pues no sois ya más extranjeros y transeúntes, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.” Un reconocimiento cabal de que nuestra consciencia, o nuestro hogar, ha sido elevado por el Cristo, es el modo más seguro de escapar al castigo más opresivo de la sugestión mental agresiva del prejuicio.

Una Científica Cristiana halló muy útil el pasaje mencionado anteriormente, para expeler de su consciencia los recuerdos del escarnio de que había sido víctima en su infancia, debido a su nacionalidad extranjera y que durante muchos años había permitido que le causara resentimiento. La Ciencia la despertó al hecho de que estaba tan mesmerizada por el prejuicio expresado en su contra, hasta el punto en que ella misma a menudo había imaginado el prejuicio donde en realidad no existía.

El conocimiento que Dios es el creador afectuoso, justo, imparcial y misericordioso de un universo perfectamente ordenado, disipó el temor, el sentido de inferioridad, la inseguridad, la envidia, la sospecha, la superstición, el odio y la desconfianza que se habían originado previamente en su propia manera de pensar y que ella misma había alimentado. A medida que su manera de pensar se iba purificando y espiritualizando, adquirió dominio por sobre el sentido falso del ser propio que arguía que se hallaba resentida y humillada cada vez que la mente mortal la atacaba. Ella se sintió segura de que el hombre no es ni desamorado ni desamado, despreciado o despreciativo, desdeñoso o desdeñable, sino en vez preciado y amado.

La historia de la entrevista que Pedro sostuvo con Cornelio, el gentil, le ofreció aun más inspiración. En una época en que Pedro se hallaba pleno de un orgullo y prejuicio nacionalista fanático, fue inspirado por la hermosa visión del Cristo que le capacitó para declarar (Hechos 10:28–35): “Dios me ha enseñado que a ningún hombre le he de llamar común o inmundo... Yo percibo que Dios no hace acepción de personas; sino que en cada nación el que le teme y obra justicia, es de su agrado.”

En la página 144 de Ciencia y Salud, Mrs. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, declara: “La ignorancia, el orgullo o el prejuicio cierran la puerta a todo lo que no sea lo trillado. Cuando la Ciencia del ser se entienda universalmente, cada hombre será su propio médico, y la Verdad llegará a ser la panacea universal.”

La investigación sincera y sin prejuicio de las enseñanzas de Mrs. Eddy, que están de acuerdo con las obras del Maestro, disipa el castigo de la mala salud a menudo infligida por las teorías médicas. Destruye la carencia y la discordancia impuestas por la creencia falsa preconcebida en cuanto a la realidad y el poder de la materia. La comprensión espiritual echa fuera los efectos venenosos del sentido personal.

El prejuicio jamás halla la justificación en el Cristo ni jamás la hallará, en razón de que el Cristo establece la unidad perfecta del hombre con Dios y con todas Sus ideas, de variedad e individualidad infinitas.

El sobreponerse al prejuicio ha caracterizado cada paso de progreso en la Ciencia del Cristo. El siguiente párrafo tomado del periódico Jackson Patriot del estado de Michigan de fecha 20 de enero de 1895 aparece en la página 55 de la obra Pulpit and Press (Púlpito y Prensa) por Mrs. Eddy y dice: “En nuestro notable siglo diecinueve uno de los acontecimientos por cierto memorables es el advenimiento de la Ciencia Cristiana. El hecho de que fuera el descubrimiento de una mujer es el resultado natural de un período notable caracterizado por la emancipación que ésta demostró de la esclavitud, del prejuicio y la opresión del pasado.”

No es necesario que continuemos sufriendo física o mentalmente o que experimentemos demora en recibir alivio mediante esta Ciencia. Muchos de los testimonios que aparecen en los periódicos de la Ciencia Cristiana y los que se oyen en las reuniones de testimonios de los miércoles, incluyen la curación del prejuicio de lo que aquellos que dan testimonio se imaginaban era la Ciencia Cristiana.

Como Científicos Cristianos no debemos eludir lo que podría llamarse nuestro perpetuo deber de ser miembro de un jurado. La demanda del Cristo, la manifestación de Dios, jamás cesa de juzgar el juicio correcto y de ese modo dicta el veredicto de perfecta salud, paz, amor y armonía.

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