Los sacrificios que son esenciales para obtener el bien humano más alto representan un grado muy elevado de desinterés. Aquellos que hoy en día se benefician porque siguen la senda de vida cristiana, se enfrentan con el reto que demanda cualquier sacrificio que sea necesario para elevar el concepto humano de la existencia por encima del nivel del materialismo, a fin de que el cristianismo pueda cumplir con su misión espiritual.
Un refrán antiguo declara: “La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia.” La palabra griega “mártir” traducida, significa “testigo”. Mary Baker Eddy escribe en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 37) lo siguiente: “Los mártires son los eslabones humanos que enlazan una etapa con otra en la historia de la religión. Son las lumbreras de la tierra que sirven para depurar y rarificar la atmósfera del sentido material e infundir a la humanidad ideales más puros.”
Muchos son los sacrificios en cuanto a un sentido falso del ser que los Científicos Cristianos tendrán que hacer en esta guerra entablada contra la pretensión agresiva de un poder opuesto a Dios, el bien. Mrs. Eddy nos dice: “La sabiduría y el Amor pueden exigir muchos sacrificios propios para salvarnos del pecado. Un solo sacrificio, por grande que sea, es insuficiente para pagar la deuda del pecado. La expiación requiere constantemente la inmolación de sí mismo por parte del pecador” (ibid., pág. 23).
Nos engañamos a nosotros mismos cuando nos sometemos a las pretensiones falsas del error en vez de resistirlas y vencerlas. En tanto que es necesario hacer un esfuerzo más grande para resistir y vencer, al mismo tiempo la recompensa es enorme. Un sentido mortal del propio ser siempre arguye en favor del camino más fácil, y es este sentido falso el que debe ser desechado — sacrificado — si hemos de demostrar nuestra superioridad por sobre el error.
Para vencer el error, el Científico Cristiano se halla en la posición de tener que negar la evidencia de los sentidos personales y todo conocimiento que se basa sobre el testimonio de los sentidos. Desechar este conocimiento que parecería ser una parte tan importante del ser humano, sin adquirir una comprensión de las verdades espirituales podría dejarnos con un vacío. Mas cuando estas verdades, como el bien siempre presente, la Vida eterna, el Amor omnipotente, pasan a ocupar el lugar del testimonio ilusivo de los sentidos, el vacío se llena y el sacrificio se transforma en una ventaja en vez de una pérdida.
En verdad el único modo en que podemos hacer uso de estas verdades espirituales es abandonando todo aquello que se opone a ellas. Esto es lo que constituye la senda cristiana según lo interpreta la Ciencia Cristiana [Christian SciencePronunciado Crischan Sáiens.]. Un cristianismo progresivo y vita requiere esta clase de sacrificio de parte de sus miembros.
Pablo alentó a los romanos a que hicieran esto mismo. El dijo (12: 1, 2): “que le presentéis vuestros cuerpos, como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios; culto racional vuestro. Y no os conforméis con este siglo, sino antes transformaos, por la renovación de vuestra mente; para que hagáis experiencia de cuál sea la buena, la acepta y la perfecta voluntad de Dios.” En razón de la disciplina que esto encierra, tal vez sea más difícil vivir una vida así que perder nuestro cuerpo físico en lo que parecería ser la muerte, dado que este sacrificio más elevado requiere que la voluntad humana ceda constantemente a la divina.
Mrs. Eddy nos indica lo que necesitamos sacrificar si hemos de alcanzar la habilidad para demostrar nuestra unidad con Dios y llegar a poseer nuestra herencia espiritual. En Ciencia y Salud ella dice (pág. 9): “¿Amas ‘al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todo tu entendimiento’? Este mandato encierra mucho, hasta la renuncia a toda sensación, afecto y culto meramente materiales.” Luego agrega: “Este es El Dorado del cristianismo. Presupone la Ciencia de la Vida, y reconoce sólo el dominio divino del Espíritu, en el cual el Alma nos gobierna, y los sentidos materiales y la voluntad humana no tienen cabida.”
El maestro cristiano consideraba que ningún sacrificio terrenal sería demasiado grande si capacitaba a sus seguidores a alcanzar este sentido demostrable de su inseparabilidad de Dios, y la superioridad por sobre el medio ambiente que la comprensión de esta unidad ofrece. Jesús enseñó que es preciso abandonar aún las relaciones humanas básicas en favor de una relación más elevada del hombre con Dios al decir lo siguiente (Mateo 10: 37): “El que ama a padre o a madre más que a mí, no es digno de mí.”
Pero un amor tal, el amor del Cristo, la Verdad, que sobrepasa el afecto filial, en realidad, provee al parentezco humano con una comprensión y un apoyo más profundos. El afecto humano se siente entonces firmemente anclado en el Amor divino.
Sacrificar el sentido mortal falso acerca de nosotros mismos por el sentido inmortal es vital para nuestro desarrollo espiritual y para nuestro bienestar. En realidad, sacrificar todo lo que es falso y engañoso en el ser humano, da lugar a que se manifiesten las cualidades divinas que nos identifican como los hijos e hijas de Dios, y no hay ninguna otra cosa que pueda hacerlo. El Salmista declaró (Salmo 51:17): “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; el corazón quebrantado y contrito, oh Dios, no lo despreciarás.”
El estar dispuestos a abandonar la tendencia de exaltar lo material por encima de lo espiritual tiene un valor superior a todo. No importa cuán grande o pequeño parezca ser el sacrificio, nos relaciona con aquellas personas que han hecho sacrificios aún mayores para que los ideales espirituales, aunque vislumbrados tenuemente, puedan ser preservados para todos los hombres. Esta apreciación nos prepara para abandonar el sentido material de la existencia de manera que podamos adquirir el sentido espiritual.
En el día de los muertos, algunos países honran a hombres y mujeres que han dado su vida para que pudieran ser preservados los ideales cristianos sobre los cuales fue fundado el país. Lo que ellos llevaron a cabo representa un reto para nosotros, demanda que representemos esos ideales en nuestra propia vida, para nuestro propio bien y el bien de los demás. Entonces el elemento cristiano de la integridad moral, la paz, la buena voluntad mutua y la capacidad de ser útiles abundará en medida siempre mayor, y los sacrificios que han hecho otros por nosotros servirán como ejemplo de lo que debemos hacer por nuestra parte, para convertirnos en testigos de la Ciencia del cristianismo, de manera que sea vital para todos los hombres.
¿Acaso no sabéis que un poco de levadura hace fermentar toda la masa? Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis una masa nueva, así como sois panes sin levadura: porque nuestra Pascua también ha sido sacrificada, es a saber, Cristo. Así pues guardemos la fiesta nuestra; no con la vieja levadura, ni con levadura de malicia y de maldad, sino con panes ázimos de sinceridad y de verdad. — I Corintios 5:6–8.