Los sacrificios que son esenciales para obtener el bien humano más alto representan un grado muy elevado de desinterés. Aquellos que hoy en día se benefician porque siguen la senda de vida cristiana, se enfrentan con el reto que demanda cualquier sacrificio que sea necesario para elevar el concepto humano de la existencia por encima del nivel del materialismo, a fin de que el cristianismo pueda cumplir con su misión espiritual.
Un refrán antiguo declara: “La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia.” La palabra griega “mártir” traducida, significa “testigo”. Mary Baker Eddy escribe en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 37) lo siguiente: “Los mártires son los eslabones humanos que enlazan una etapa con otra en la historia de la religión. Son las lumbreras de la tierra que sirven para depurar y rarificar la atmósfera del sentido material e infundir a la humanidad ideales más puros.”
Muchos son los sacrificios en cuanto a un sentido falso del ser que los Científicos Cristianos tendrán que hacer en esta guerra entablada contra la pretensión agresiva de un poder opuesto a Dios, el bien. Mrs. Eddy nos dice: “La sabiduría y el Amor pueden exigir muchos sacrificios propios para salvarnos del pecado. Un solo sacrificio, por grande que sea, es insuficiente para pagar la deuda del pecado. La expiación requiere constantemente la inmolación de sí mismo por parte del pecador” (ibid., pág. 23).
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