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¿En qué consiste la oración que beneficia?

Del número de abril de 1965 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante siglos, los hombres han estado buscando sinceramente la paz, la felicidad y la salud. A veces han procurado hallar estos tesoros mediante la oración, empero, cuando no los han encontrado se han preguntado: ¿En qué consiste la oración que beneficia?

El tratamiento según la Ciencia Cristiana es esta oración, no obstante, no debemos confundirnos ni ser engañados por esta sencilla declaración, porque no hay nada de misterioso, milagroso o sobrenatural acerca de un tratamiento de esta clase. No encierra el sortilegio de la superstición ni tampoco fórmulas.

Un tratamiento de la Ciencia Cristiana no convierte un mortal enfermo en un mortal sano, ni alivia con optimismo superficial a un paciente que sufre. El tratamiento es oración, mas no es un ruego a un Dios distante para que Su hijo sea perdonado, si fuere Su voluntad. No, el tratamiento según la Ciencia Cristiana es la oración de la comprensión y el reconocimiento de la perfección de Dios, y por consiguiente de la perfección de Su creación incluso el hombre.

El trabajo del practicista de la Ciencia Cristiana consiste entonces en eliminar de la conciencia humana las creencias falsas, los malentendidos de la tal llamada mente mortal que tienden a esconder la inalterable perfección del hombre y su inseparabilidad de Dios. Un tratamiento así nos capacita para reconocer la integridad espiritual del hombre y tornarnos conscientes de la presencia infinita y permanente de la única Mente, y percibir que todas las personas son en realidad el reflejo de Dios. Y esta percepción o realización aporta la curación.

En “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana [Christian SciencePronunciado Crischan Sáiens.], declara (pág. 259): “El entendimiento a la manera de Cristo de lo que es el ser científico y la curación divina incluye un Principio perfecto y una idea perfecta, — Dios perfecto y hombre perfecto, — como base del pensamiento y de la demostración.” De manera que la oración del practicista comienza con el reconocimiento de que el hombre es ya perfecto en razón de que el Principio creador, Dios, que es “de ojos demasiado puros para mirar el mal” (Habacuc 1:13), abriga un amor tan puro que no permite ni origina la discordancia de ninguna especie.

Si se tratase de un problema de enfermedad, contagio, accidente, carencia, soledad o desocupación, la curación se manifiesta cuando la perfección de la creación de Dios ha sido completamente establecida en la consciencia. Todo aquello que es desemejante a Dios, el bien, es irreal. Lo irreal no puede de ninguna manera malograr la verdad del ser o dañar al hombre, el reflejo impecable de Dios, en razón de que el desorden de cualquier especie no forma parte de la creación de Dios. La totalidad de Dios excluye todo lo demás.

El que no conoce la Ciencia Cristiana [Christian Science] puede que pregunte: “¿Cómo sabemos que sólo el bien es verdadero?” El primer capítulo del Génesis es la autoridad que responde a esta notable pregunta. En él leemos lo siguiente: “Y vió Dios todo lo que había hecho; y he aquí que era muy bueno.” El Apóstol Juan escribió: “Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él ni una sola cosa de lo que ha sido hecho fué hecha” (Juan 1:3).

Debido a la lógica y el razonamiento incontestable de que una cosa produce otra semejante, podemos aceptar fuera de toda duda, el hecho que la creación de Dios ha sido formada de acuerdo a Su naturaleza y plan perfectos, y que el hombre de Dios posee sólo las características de la espiritualidad y la perfección. A medida que uno se torna consciente de esta integridad espiritual, y que la consciencia despierta a la realización de su verdadera identidad, es decir, la del hijo bienamado de un Padre afectuoso, las nubes del temor, la desconfianza u otras pretensiones falsas que hubieran oscurecido al hombre perfecto comienzan a disiparse.

El sol no halla difícil tornar un mundo oscuro en un mundo pleno de luz. Irradia imperturbado su propia gloria. No pierde nada de su efectividad al bendecir la tierra hoy. Continuará bendiciéndola Por medio de la Ciencia Cristiana percibimos que dado que el Principio divino es invariable, el reflejo de Dios, el hombre, permanece siempre lo mismo, exactamente igual al original. El hombre de Dios siempre expresará la luz de la Verdad, el consuelo del Amor, la belleza del Alma y la energía del Espíritu.

De modo que el propósito de un tratamiento en la Ciencia Cristiana tiene por objeto despertar a la persona a la comprensión de que el hombre es siempre tan perfecto y tan espiritual como cuando Dios le creó. Sólo es menester corregir la creencia falsa acerca del hombre. En caso que el esclarecimiento del pensamiento aparentara ser una lucha, no tiene porque ser una experiencia que asuste sino más bien un desafío al cual debe hacérsele frente por medio de la fe y la confianza en el apoyo que Dios da.

En Ciencia y Salud leemos lo siguiente (págs. 476, 477): “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que se le aparecía allí mismo donde los mortales ven al hombre mortal y pecador. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios y este concepto correcto del hombre curaba al enfermo.”

Un día tuve ocasión de observar cómo la niebla se extendía sobre un lago. Gradualmente las enormes rocas a orillas del lago se hicieron cada vez más borrosas. Aparecían deformadas hasta asumir formas fantásticas. Nada parecía normal y ni aún su acostumbrada belleza era visible. Más tarde cuando la niebla se hubo disipado, todo se veía como antes de que apareciera la niebla.

La oración del practicista mediante la comprensión espiritual, tiene por objeto percibir la falsedad de una dificultad o condición anormal física, una relación humana discordante, una deficiencia financiera, o la soledad, corrigiéndola y despertando al paciente a la conciencia de su bienestar imperturbable.

A medida que la Ciencia Cristiana elimina de la consciencia la niebla del malentendido o sentido mortal, y el esclarecimiento espiritual ilumina nuestro concepto de Dios y del hombre, aparecen la belleza, la salud, la integridad y gracia del hombre de Dios, y el paciente entonces se siente bien, lleno de gozo y libre. Recordemos lo que Jesús dijo al hombre después que le hubo sanado junto al estanque de Betesda: “He aquí, ya estás sano” (Juan 5:14). Este hombre sano era lo único que Jesús reconocía como verdadero.

El Salmista debe haber vislumbrado algo de esta verdad pues dijo: “Estaré satisfecho, cuando despertare a tu semejanza” (Salmo 17:15). Despertar a la comprensión de que el hombre es el hijo de Dios, creado y mantenido a Su imagen y Su semejanza es evidencia de crecimiento espiritual. Teniendo el crecimiento espiritual como meta principal, la curación será incidental. Mas buscando primeramente el reino de Dios, ansiosos de adquirir una clara comprensión de Dios, y confiando de todo corazón en la omnipotencia del bien, hallaremos que la curación es inevitable. No hay error que sea demasiado pequeño que no justifique el tratamiento, ni dificultad tan grande que pueda desafiar a Dios, y no hay fe por pequeña sea que no será recompensada.

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