Estas palabras de vida pronunciadas por Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá” (Juan 11:25) aún resuenan a través de los siglos. Jesús pasó por la experiencia de la crucifixión para probar a todo el mundo y para siempre que la muerte y el mal no son verdaderos. En razón de esta prueba suprema pudo elevarse más espiritualmente, y su resurrección y ascensión probaron la irrealidad de la muerte y el mal.
Cristo Jesús es nuestro Mostrador del camino. Si en razón de nuestras tribulaciones y aflicciones sentimos como si nos hubieran crucificado, podemos acercarnos más a Dios mediante el estudio y la oración, experimentando finalmente una resurrección que se manifiesta en nuestros pensamientos y en nuestra vida. A medida que comprendemos que nuestro ser verdadero no puede ser crucificado, nos disponemos a crucificar nuestros afectos y deseos carnales, y nos damos cuenta que nos hallamos prontos para la resurrección que nos elevará a un concepto más espiritual de la existencia. En la Biblia leemos lo siguiente: “Los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne, juntamente con sus pasiones y sus deseos desordenados” (Gálatas 5: 24). En la proporción en que destruimos el amor por el materialismo, adquirimos el amor por la espiritualidad y el bien.
Nuestra amada Guía, Mrs. Eddy escribe mucho acerca de la resurrección. En su obra Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos, pág. 179), ella formula esta pertinente pregunta: “¿Qué es lo que aparentaría ser como una piedra entre nosotros y la mañana de la resurrección?” Luego ella responde así: “Es la creencia de que hay mente en la materia. Sólo podemos experimentar la resurrección espiritual si rechazamos la consciencia antigua respecto al concepto del Alma en el sentido humano.”
No es siempre fácil afirmar que en la materia no hay ni sensación, ni inteligencia, ni substancia. No obstante, mediante la inspiración que nos proporciona el estudio de la Ciencia Cristiana [Christian Science] percibimos que la materia es la nada en razón de que es el opuesto del Espíritu, el cual es el Todo-en-todo. El bien es espiritual y está siempre presente, y sólo debe ser reconocido por nosotros. Cuando vemos que la materia o el mal es simplemente un estado de consciencia falso y que en realidad el hombre refleja la consciencia divina, la única consciencia, nuestro pensamiento se espiritualiza y participamos en cierto grado de la resurrección, y así es como sanamos.
La hora de la crucifixión de Jesús, más sombría de lo que jamás podrá describirse, fue en realidad la hora más obscura de la historia humana, empero, trajo la resurrección. En lugar de permitir que cada experiencia difícil, por insuperable y por real que parezca, estorbe nuestro progreso, podemos hacer de la misma una oportunidad para cultivar más espiritualidad, que nos acercará aún más a Dios y nos guiará a la resurrección espiritual. Cuando percibamos que la materia y la mente mortal son una misma cosa, y que esto constituye meramente una concepción falsa de la Mente divina y su manifestación, no permitiremos que ninguna dificultad nos detenga, mas la consideraremos como una oportunidad para probar la resurrección y la demostración espirituales.
Mrs. Eddy ofrece esta definición de la “resurrección” en Ciencia y Salud (pág. 593): “La espiritualización del pensamiento; una idea nueva y más elevada de la inmortalidad o la existencia espiritual; la creencia material cediendo al entendimiento espiritual.” El sentido exterior de las cosas no será tan importante para nosotros si mantenemos la mirada fija sobre las realidades espirituales que en verdad son únicamente lo verdadero. Cuando nos proponemos aceptar sólo aquello que es bueno como la verdad, tendremos cada vez más la evidencia del bien en nuestra experiencia.
A medida que anulamos el error afirmando la verdad y permitimos que la creencia falsa ceda ante la realidad, experimentamos la resurrección espiritual. Esta resurrección toma lugar cuando reemplazamos un pensamiento de crítica con uno afectuoso y cuando desechamos toda manera de pensar negativa, dejando que la Mente divina gobierne nuestra consciencia. Cada vez que nos elevamos por encima del sentido material falso, aun en el detalle más insignificante, experimentamos la resurrección y al tornarnos más conscientes de la perfección, aquello que realmente es, seremos capaces de hacer frente a los problemas más serios que pudieran presentarse.
Jesús se hallaba pronto para resucitar de la tumba, en razón de que durante toda su vida había rechazado las falsedades que le presentaba el sentido material, afirmando la verdad mediante el sentido espiritual. El percibió la abundancia en lugar de la carencia, la salud y no la enfermedad, la visión perfecta en vez de la ceguera, y la vida en lugar de la muerte. Esto trajo la evidencia de la realidad del bien en cualquier parte que él estuviera.
Afirmar y percibir que jamás moriremos es un pensamiento magnífico. No debiéramos esperar hasta que nos enfrentemos con el acontecimiento material llamado muerte para rebatir la mentira de la vida en la materia. Cada vez que espiritualizamos el pensamiento estamos experimentando la resurrección del error y de la muerte.
Mrs. Eddy dice en su obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica de Cristo y Miscelánea, pág. 191): “Esta gozosa mañana de Pascua contempla al Salvador resucitado y un concepto humano más elevado de la Vida y el Amor, el cual disipa toda lágrima.” Más adelante en el mismo párrafo sigue diciendo: “El Espíritu dice a la materia: Yo no estoy allí ni dentro de la materia. Mirad el lugar donde me colocaron; empero, el pensamiento humano ha resucitado.”
La Ciencia Cristiana aporta la resurrección del pensamiento que nos revela la gran realidad de que la Vida no reside en la materia, mas es Espíritu, Dios. Es la misma verdad que utilizó Jesús en sus obras sanadoras y en su demostración final cuando se elevó por sobre todo sentido material. La Ciencia del Cristo vierte su luz penetrante e ilumina las enseñanzas de Jesús, sobre el Amor que él expresaba y sobre las lecciones que su resurrección ofreció al mundo.
La razón que por lo general priva al mundo de experimentar más las bendiciones del Amor divino y la inmunidad del mal que éstas aportan, se debe a que el mundo escoge la materialidad en lugar de la espiritualidad. No obstante las bendiciones que trae el pensamiento que ha resucitado están aquí para todos aquellos que están prontos para aceptar la segunda venida de Cristo en la Ciencia Cristiana.
No nos resistamos a la resurrección espiritual, mas tornemos nuestros momentos de prueba en pasos que nos guiarán a una gran espiritualización de pensamiento, y de vida. Así como Jesús probó que cada pretensión del odio y del mal era una mentira y tal como nuestra Guía se elevó por sobre toda adversidad, nosotros también debemos hacer lo mismo. Mrs. Eddy enseña a sus alumnos a que sigan al Cristo como lo hizo ella. Escojamos esta gloriosa manera de vivir y amar que nos revelará un estado de consciencia más elevado del bien eterno, en el cual cada día es un día de resurrección. La Verdad se revela a todo corazón receptivo que desea y aguarda la eterna venida del Cristo.
Si yo fuere y os preparare el lugar, vendré otra vez, y os recibiré conmigo; para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y a dónde voy, lo sabéis, y sabéis el camino. — Juan 14:3, 4.