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[Original en alemán]

Animado por una profunda gratitud...

Del número de abril de 1967 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Animado por una profunda gratitud desearía servir de testigo al remedio de eficacia que es la Ciencia Cristiana. Durante una corta estada en una ciudad alemana, fui atropellado por un automóvil sin que hubiera habido culpa de mi parte. El automóvil iba a gran velocidad y me echó por tierra.

El rechazo inmediato en mi pensamiento acerca de lo que estaba ocurriendo, me hizo exclamar en alta voz: “¡Esto no es verdad! ¡Esto no es verdad!” Me levanté con la ayuda de unos hombres que habían corrido adonde me había caído, y así llegué a la entrada del hotel en el cual me hospedaba. El portero, que había presenciado el accidente desde una ventana, llamó inmediatamente a la policía y a la Asistencia Pública.

Poco después llegó un doctor en una ambulancia. Me examinó las heridas sufridas y ordenó que me llevaran enseguida a una clínica de cirugía. Me opuse amablemente a este propósito explicando que yo era Científico Cristiano y que no deseaba someterme a ninguna clase de ayuda médica. El médico me dijo que había sufrido una seria fractura al fémur izquierdo y que si me rehusaba a recibir ayuda quirúrgica tendría que asumir la entera responsabilidad de cualquier cosa que pudiera sobrevenirme, añadiendo además que no tendría derecho a ningún reclamo de seguro de accidente en contra del automovilista culpable.

Me rehusé ir a la clínica agradeciéndole amablemente al médico por su gentileza y luego fui ayudado a llegar a mi pieza y a acostarme. Cuando quedé completamente solo, me vinieron pensamientos sinceros y humildes para corregir el error y con ello me sentí enteramente tranquilo. No obstante, por teléfono informé acerca de todo el asunto a una amiga en mi país, la cual es Científica Cristiana, y le rogué que me diera tratamiento por varios días en vista de que el pensamiento de ir a una clínica se me presentaba constantemente como una medida prudente.

El proceso de curación fue acompañado de gran gozo y fueron muchas las citaciones de la Biblia y del libro de texto, Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, que se convirtieron en mis compañeros día y noche. A los cuatro días pude volver a mi hogar en mi país con la ayuda de dos bastones.

Había prometido a mi iglesia filial que reemplazaría al Segundo Lector durante sus vacaciones. Cuando llegó el día para el ensayo del servicio dominical, todavía caminaba ayudado por dos bastones. Después del ensayo, sólo tuve necesidad de apoyarme en un bastón, y después del siguiente servicio dominical pude prescindir de ambos bastones. Desearía decir que pude llegar a mi lugar en la plataforma sin la ayuda de nadie y sin bastón a pesar de los escalones que tenía que subir. La curación, y por la cual me siento infinitamente agradecido, tomó sólo dos semanas.

Las palabras siguientes de nuestro libro de texto me fueron de gran ayuda (pág. 176): “El temor humano a los miasmas cargaría de enfermedades el mismo aire del Edén, y tiende a abrumar la humanidad con sus sugeridos males imaginarios. La mente mortal es el peor enemigo del cuerpo, mientras que la Mente divina es su mejor amigo”.

Mi gratitud por la Ciencia Cristiana no puede expresarse con palabras y el deseo que abriga mi corazón es el de expresarla por medio de la vigilancia y la oración.


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