Jesús dijo (Mateo 10:8): “De gracia recibisteis, dad de gracia”. Después de gozar durante veinticinco años de los frutos que aporta el estudio de la Ciencia Cristiana, he despertado al fin al llamado de expresar públicamente mi gratitud.
La Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. es la luz del amanecer que llegó a mí en la hora más oscura de mi vida para corregir mi manera de pensar equivocada en cuanto al bien, la felicidad el gozo, que pensaba pertenecían sólo a unos pocos favorecidos como resultado de la suerte. Estudiando y concurriendo fielmente a los servicios, fui recobrando valor; y, a pesar de que exteriormente nada había cambiado en mi vida, me sentí más feliz porque reconocía que el bien pertenece a todos por igual por cuanto el bien proviene de Dios.
Desde que di mi primer paso en la Ciencia Cristiana, siempre me he basado exclusivamente en sus enseñanzas para resolver los problemas que se me han presentado. Algunos fueron solucionados con la ayuda de una practicista, otros mediante la aplicación de la verdad según yo misma la comprendía.
Deseo relatar una curación de agotamiento nervioso, acompañado de síntomas alarmantes que experimenté hace cinco años. Fue el problema más serio que he tenido, pero al mismo tiempo el más provechoso por cierto, pues no me dejó donde me encontró. Y esto gracias a la praticista que trabajó para despertar mi entendimiento adormecido a las grandes verdades del ser. Esta devota practicista, despojándose de todo sentido personal de poder, guió mi pensamiento hacia Dios, el único poder, la única Vida.
Una noche me sentí muy mal y hallándome sola, sin medios de comunicación y sin ayuda humana, recordé las inspiradoras palabras que me había dicho la practicista: “Para hablar con Dios no es necesario un teléfono”. Esto me despertó a reconocer la presencia de Dios y elevó mi pensamiento hacia la Mente divina, el “socorro muy bien experimentado en las angustias” ( Salmo 46:1). Y Dios envió a Sus ángeles para que me libraran de la creencia de que el hombre es un mortal que sufre y muere. Los síntomas del error eran tan fuertes, que me vi obligada a declarar en alta voz: “Tengo valor, no tengo temor porque no tengo vida separada de Dios que pueda perder”.
Sentí una gran sensación restauradora por todo el cuerpo, y que me invadía una calma y serenidad que me permitieron descansar bien el resto de la noche. Desde esa noche el error perdió todo su aparente poder; la Verdad había triunfado gracias al trabajo constante que la practicista efectuó durante más de dos meses y que me aportó renovación de vida y pensamiento.
Durante este tiempo, a pesar de la gravedad de mi estado, no guardé cama ni un solo día. La energía del Espíritu divino y el poder del Amor me sostuvieron durante la prueba. Me siento muy agradecida por esta experiencia porque fue para mí el despertar glorioso a la realización de que el hombre es inmortal, creado a la imagen y semejanza de Dios, y a quien las creencias humanas no pueden destruir.
Estoy verdaderamente agradecida a Dios por la Ciencia Cristiana, por Cristo Jesús, el Salvador universal, y por Mary Baker Eddy que descubrió la Ciencia del Cristo y que tan generosamente diera al mundo.
Montevideo, Uruguay