Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

La curación es revelación

Del número de abril de 1967 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Existe alguna diferencia entre la curación que se lleva a cabo por medio de la medicina y aquella que se opera por medios espirituales? Sí, por cierto que hay diferencia en propósito, en método y aun en resultado. El propósito del médico es el de sanar la mente y el cuerpo mortales por medio de la materia, en tanto que el designio del metafísico es el de corregir mediante el Espíritu un concepto errado acerca del hombre.

La Ciencia Cristiana sana una afección física por medio de la revelación de lo que es verdadero y correcto respecto al hombre hecho a la imagen de Dios. Por medio de este proceso son sacadas a luz y corregidas las condiciones inarmoniosas acerca de las cuales a menudo el paciente ni siquiera está consciente. Y tal como Mrs. Eddy dice en su obra “Retrospección e Introspección” (pág. 34): “Una persona sanada por la Ciencia Cristiana no sólo se cura de su enfermedad, sino que mejora moral y espiritualmente”.

Esto fue lo que experimenté cuando me torné a la Ciencia Cristiana en busca de curación de una afección a la espina dorsal después que fui informada de que la ciencia médica ya no podría ayudarme más. La curación fue lenta dado que la Ciencia Cristiana era nueva para mí y debido a que muchas de las cosas en que me apoyaba debían ser descartadas. Pero cuando se efectuó la curación, ésta fue admirable, perfecta y permanente. He adquirido más que un cuerpo sano, pues he sido bendecida al adquirir una actidud más feliz y más sana respecto a la vida.

A pesar de que una curación despaciosa es a veces una bendición poco aparente, un medio de sacar el error a la superficie para ser destruido en el proceso purificador del tratamiento por la Ciencia Cristiana, la verdadera gloria de una curación en la Ciencia Cristiana se hace enteramente aparente cuando la restauración de la salud es instantánea.

Cuanto más rápida es la curación, tanto más claramente se ve que no estamos tratando de mejorar el cuerpo de acuerdo con las reglas generalmente aceptadas, sino que estamos experimentando un desenvolvimiento divino en el cual se revela algo de la verdadera naturaleza de Dios y del hombre. Vemos que la curación se ha llevado a cabo por medio del poder invisible del Cristo, la Verdad, que echa fuera lo que es dañino y ofensivo, tal como lo hizo Jesús. La curación en la Ciencia Cristiana es revelación. Jesús reveló la presencia y el poder de Dios por medio de sus poderosas obras. Su inspirada visión borraba la apariencia errónea y la reemplazaba por una de salud y armonía; la enfermedad era echada fuera y su nada era probada.

¿No indican acaso los términos que aparecen en los relatos bíblicos de las curaciones efectuadas por Jesús que las enfermedades no forman parte del hombre? La fiebre dejó al hijo del hombre noble (véase Juan 4:52), el demonio salió del niño epiléptico (véase Mateo 17:18) y lo mismo ocurrió con la lepra cuando Jesús sanó al leproso (véase Marcos 1:42). Obedeciendo a su mandato, el demonio se apartó del hombre que se encontraba en la sinagoga, dejándolo libre del mal. (véase Lucas 4:35). No es de admirarse entonces que las maravillosas obras de curación efectuadas por Jesús fueran llamadas “milagros” en una era en que la Ciencia, que fue la base de sus obras, era aún desconocida.

En el siglo diecinueve esta Ciencia fue revelada al pensamiento receptivo de Mrs. Eddy. En Ciencia y Salud ella define la palabra “milagro” como “Aquello que es divinamente natural, pero tiene que llegarse a comprender humanamente; un fenómeno de la Ciencia” (pág. 591). Todo estudiante de la Ciencia Cristiana debiera, por lo tanto, tener como objetivo el realizar curaciones rápidas y convincentes, puesto que hoy en día, así como en los tiempos de Jesús, estas curaciones son algo “divinamente natural”. Por el momento nos sentimos agradecidos por las pruebas aun más pequeñas de la realidad básica de que el poder pertenece al Espíritu, no a la materia, y que cada curación instantánea que demostramos en nuestra propia experiencia, participa de la gloria de las obras de Jesús.

Cada vez que experimentamos una curación por medio de la Ciencia Cristiana y que tenemos una vislumbre de la Verdad infinita, comprendemos la maravillosa realidad de las palabras de Isaías “Y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti” (60:1), y nos invade la reverencia, pues nos damos cuenta que hemos sido tocados por algo — algo más elevado, algo más santo que lo que sucede a nuestro alrededor, y que una presencia desconocida para los sentidos físicos nos rodea. Experimentamos el goce anticipado de la promesa de Dios que aparece en el Apocalipsis de San Juan (21:3, 4) que dice: “¡He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos, y ellos serán pueblos suyos, y el mismo Dios con ellos estará, como Dios suyo! Y limpiará toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; ni habrá más gemido, ni clamor, ni dolor; porque las cosas de antes han pasado ya”.

Cuando estamos conscientes de la total importancia de una curación en la Ciencia Cristiana, la contemplamos como una experiencia sagrada, única e inapreciable, la cual nos revela el cielo y la inmortalidad.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / abril de 1967

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.