Alan había ahorrado su dinero para comprar manubrios especiales y un asiento especial para su bicicleta. Trabajó con ahinco para instalar éstos él mismo y se sintió orgulloso de mostrar a su madre lo que había hecho.
Una tarde Alan se olvidó de guardar su bicicleta en el garage, y a la mañana siguiente había desaparecido. Corrió hacia su madre llorando: “¡Alguien se robó mi bicicleta!”
Su madre le dijo que ésta era la oportunidad de poner en práctica y probar las verdades que había aprendido en la Escuela Dominical acerca del Sermón de la Montaña dado por Jesús, y también el mandamiento que Dios ha dado a todos los hombres: “No hurtarás” (Exodo 20:15).
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!