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[Original en alemán]

Antes de conocer la Ciencia Cristiana...

Del número de julio de 1969 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes de conocer la Ciencia Cristiana, yo sufría de tuberculosis vertebral. Tuve que permanecer en un sanatorio durante un año entero; y después de estar bajo tratamiento y haber mejorado bajo el cuidado de un médico naturista, me dieron un corsé ortopédico que se suponía debía usar continuamente. Tiempo más tarde contraje una infección pulmonar. Con la ayuda de un practicista me curé de la infección por medio de la Ciencia Cristiana. Fue de esta manera que conocí esta religión.

Años más tarde, me hice miembro de una iglesia filial porque quería profundizar en el conocimiento de la Ciencia Cristiana y evidenciar mi gratitud por mi primera curación.

Durante esa época, empezé a notar con mayor claridad el retorno de la tuberculosis vertebral. Comencé a sentir un dolor muy agudo en la espalda y me salió un absceso muy grande en la cadera.

No obstante, no tuve ningún temor a causa de estos síntomas a pesar de las molestias que me causaban. Por el contrario, estaba firmemente convencido de que sería curado de esta recaída de tuberculosis vertebral por medio de la Ciencia Cristiana, exactamente como había sido curado de la infección pulmonar. Por lo tanto, continué efectuando resueltamente mi trabajo en lo que era mi profesión, y también continué realizando mis tareas de ujier en la iglesia filial tan bien como me fue posible.

Entonces me llamaron de la oficina de salud pública, en cuyos archivos estaba registrado como un antiguo enfermo de tuberculosis, a efectos de que me sometiera a una revisión médica, durante la cual fue confirmada la reaparición de la tuberculosis vertebral. Me tomaron dos radiografías de la espalda, una en setiembre y la otra en octubre y me enviaron a un médico ortopédico para que se hiciera cargo de mi caso.

El especialista estudió las dos radiografías y halló que la que fue tomada en setiembre, mostraba una mancha clara del mal, que podía verse sobre una vértebra, pero que no aparecía en la radiografía tomada en el mes de octubre. Su conclusión fue que tenía que haber habido una confusión en las radiografías, porque en su opinión quedaba fuera de toda posibilidad el que un foco de tuberculosis pudiera curarse tan rápidamente. De todas formas, me aconsejó muy seriamente que usara el corsé ortopédico que yo había dejado de usar.

Le contesté que desde mi punto de vista, no era necesario suponer que se trataba de una confusión en las radiografías, puesto que esta curación tan rápida, había sido efectuada por medio del tratamiento de la Ciencia Cristiana. Por esta razón me negaba a usar el corsé ortopédico en lo sucesivo. El médico, resignadamente, me devolvió las radiografías como indicio de que no podía hacer nada más por el caso.

Gracias al tratamiento de la Ciencia Cristiana, el dolor fue disminuyendo, y finalmente sólo quedó el forúnculo en la cadera, que, sin embargo, no producía ningún dolor. En el transcurso de varios meses, este último vestigio de la enfermedad también comenzó a desaparecer gradualmente. Desde entonces, he podido moverme de todas formas y también agacharme sin experimentar ninguna molestia.

No puedo expresar mi gratitud sólo con palabras. Esto me obliga a dedicar a nuestro movimiento por lo menos una pequeña parte de la energía y la salud que la Ciencia Cristiana me ha devuelto, y me estoy esforzando por prestar cada vez más atención a los mandamientos de Dios y a las instrucciones de nuestro Maestro, Cristo Jesús.


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