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Podemos gobernar nuestros cuerpos

Del número de julio de 1969 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Nos rebelamos cuando alguna condición corporal discordante nos aflige? ¿Contra quién o contra qué nos rebelamos? ¿Pueden nuestros cuerpos actuar por sí solos sin que nuestra consciencia los impulse a la acción? ¿Actúa ésta independientemente de nuestro pensamiento? ¿Podemos gobernar nuestros cuerpos?

Estas son preguntas que la Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. responde. Explica la naturaleza mental de toda condición corpórea y muestra que cada persona es responsable de su propio estado de salud. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág. 199), Mary Baker Eddy dice: “Los mortales desarrollan sus propios cuerpos o los enferman, según la influencia que ejerzan sobre ellos por medio de la mente mortal. El saber si este efecto se produce consciente o inconscientemente, es de menos importancia que un conocimiento del hecho”.

Cuando nos rebelamos contra la enfermedad como si nuestro pensamiento no tuviera nada que ver con ella, nos conducimos tontamente. Lo que debe hacerse es corregir nuestra manera de pensar, despojarnos de pensamientos negativos — ya sean conscientes o inconscientes — y reemplazarlos con pensamientos de paz, pureza, armonía, y obedecer la voluntad de Dios.

Este proceder beneficia. Pero para ahondar más en el problema de la curación de la enfermedad, tenemos que negar la existencia de una mente mortal o carnal y darnos cuenta de la enorme importancia que tiene el hecho de que Dios es la única Mente, la única fuente del pensamiento. La Mente divina no crea a un hombre parcialmente consciente y parcialmente inconsciente. La Mente que es Dios no tiene zonas de inconsciencia ni tampoco las tiene la imagen de la Mente, el hombre verdadero, el hombre que Dios crea y mantiene siempre en salud.

Para sanar una enfermedad uno tiene que identificarse con este hombre verdadero conforme a la semejanza incorpórea del Dios incorpóreo. Esto requiere que uno pierda interés en lo carnal y se dedique intensamente a encontrar la sustancia espiritual de su ser verdadero el cual Dios gobierna invariablemente.

Hay muchos que viven correctamente, que son hombres compasivos, justos y que expresan armonía; aún así, se encuentran atormentados por dolores y perturbaciones físicas, y es posible que se rebelen. Estas personas necesitan aprender de la Ciencia Cristiana que el bien que están viviendo tiene una fuente divina y que este bien tiene dominio sobre las pretensiones de las creencias falsas inconscientes que tratan de gobernarlos. Por ignorar la influencia sutil y agresiva del mal estas personas dejan que las condiciones discordantes se desarrollen inconscientemente en sus mentes y en sus cuerpos. Pero el bien que han vivido pueden hacerlo valer como una ley en su favor y dejar que los gobierne mental y físicamente. Entonces podrán gobernar sus propios cuerpos.

Las energías morales y espirituales son leyes de Dios, y cuando así se las comprende y se reconoce su autoridad, ellas gobiernan los pensamientos conscientes e inconscientes del ser humano y expulsan las creencias ignorantes o temerosas, y aun las maliciosas, que pretenden causar mala salud.

La ley verdadera jamás puede ser violada. Actúa constantemente como la energía de la voluntad divina para manifestar y sostener la salud en el hombre. Esta energía nunca se agota, nunca disminuye en poder, nunca deja de expresar la voluntad del Padre. Cristo Jesús explicó cómo usaba él la ley divina al sanar, cuando dijo: “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38).

Mrs. Eddy dice (Miscellaneous Writings — Escritos Misceláneos, pág. 208): “Ésta es la ley de la Verdad para el error, ‘ciertamente morirás’. Esta ley es una energía divina”. Y un poco más adelante añade: “Los mortales sólo tienen que someterse a la ley de Dios, simpatizar con ella y dejar que se haga Su voluntad. Este impulso ininterrumpido de la ley del Amor divino da descanso al fatigado y agobiado”.

¡Cuán diligentemente tenemos que trabajar para mantener la salud! Incorporemos la ley del bien viviendo en forma práctica las cualidades que todos conocemos — la inteligencia, el amor, la tranquilidad, la verdad, etc. Entonces sepamos que éstas son leyes que gobiernan el pensamiento, y el cuerpo que el pensamiento produce. Démonos cuenta, entonces, de la irrealidad y la nada de las creencias falsas de temor y enfermedad — ya sean éstas conscientes o inconscientes — que pretenden actuar como fuerzas gobernantes. Este proceder nos capacita para gobernar el cuerpo y mantener con éxito la salud.

Aun una llamada enfermedad infecciosa puede sanarse de acuerdo con este mismo procedimiento. En la Ciencia, la identidad real, o cuerpo, o consciencia individual, no puede ser invadida por ninguna forma del error destructivo. La consciencia real es por siempre pura e intacta. Cuando esta verdad es comprendida, actúa como una ley que purifica la mente humana y su concepto acerca del cuerpo. Y de esta manera las sustancias extrañas son eliminadas y el cuerpo temporal queda libre para funcionar normalmente.

Puesto que somos responsables de abrigar en el pensamiento todo lo que parece causar las enfermedades ¿por qué rebelarnos, entonces, cuando la enfermedad nos aflige? Siempre podemos enfrentarnos con nuestros pensamientos y abandonar aquellos que causan la molestia. Podemos llegar a estar conscientes de nuestro ser espiritual y del Padre que mantiene a Sus hijos en un estado perpetuo de salud científica.

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