Rafaelito tenía un compañero de clase que le gustaba pelear bruscamente. Su nombre era Iván, y había empezado a ir a la escuela mucho más antes que él.
Un día Rafaelito llevó a la escuela algo muy especial: un pequeño automóvil rojo de juguete suficientemente pequeño como para llevarlo en la mano. En el capó tenía inscritas las palabras “Jefe de Bomberos”. Unos días antes, Rafaelito y su papá habían visto este juguete en una tienda, y tan pronto lo vio Rafaelito se dio cuenta de que esto era lo que él siempre había deseado.
Un día, durante la hora de recreo, Iván vio el carrito de bomberos y se dirigió a Rafaelito. Amenazándolo le dijo: “Si no me lo das te pegaré”. Rafaelito decidió que lo mejor era dárselo y pensó que probablemente Iván se cansaría del juguete y se lo devolvería más tarde. Pero cuando llegó la hora de marcharse a casa Iván todavía lo tenía.
Al día siguiente, Rafaelito le pidió a Iván que le devolviera su carrito rojo. Iván le dijo que lo encontraría en un banco que estaba al lado opuesto del patio; mas cuando fue allí no lo encontró. Entonces se dio cuenta de que Iván lo había engañado.
Esa noche Rafaelito decidió darle a sus padres la triste noticia. Al día siguiente, a la hora de la cena, Rafaelito oyó a sus padres hablar de lo mucho que Dios, que es el bien, ama a cada uno de Sus hijos, porque Sus hijos son en realidad las ideas mismas de Dios y son Su semejanza. Rafaelito oyó a su padre decir: “Estas ideas son amables porque son perfectas. Todos nosotros somos Sus hijos perfectos”.
¿Iván perfecto? De momento Rafaelito se sorprendió; pero inmediatamente comprendió lo que su papá quería decir. Y dijo: “Si yo soy la semejanza de Dios, entonces también yo puedo amar a Iván”.
Su papá añadió: “Y la Ciencia Cristiana nos enseña que podemos reconocer y practicar esa verdad dondequiera que nos encontremos”. Rafaelito se mantuvo muy atento mientras su papá leía lo que Mrs. Eddy dice en uno de sus libros sobre el tema de amar a nuestros enemigos: “Debemos amar a nuestros enemigos y continuar haciéndolo hasta el fin. Con el amor de Dios podemos eliminar el error de nuestro propio corazón y borrarlo del de los demás" (No y Sí, pág. 7).
Rafaelito quería que Iván fuera su amigo, no su enemigo, así es que hizo todo lo posible por saber la verdad acerca de Iván y verlo como el hijo perfecto de Dios. De esta manera le era más fácil amarlo.
Cuando regresó a la escuela la siguiente semana, y mientras jugaba en el patio durante la hora de recreo, Rafaelito sintió una leve palmada en la cabeza; volviéndose vio a Iván. Éste le entregó el carrito de bomberos y Rafaelito le dio las gracias. Iván estaba muy contento porque él y Rafaelito iban a ser amigos.
Ese mismo día, por la noche, Rafaelito y su papá leyeron juntos en la Biblia esta parte del Sermón del Monte que tanto les gustaba a ambos: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:44, 45).
“Aunque Jesús dijo estas palabras hace ya muchos años, esta verdad es tan útil y poderosa hoy en día como lo fue entonces” comentó su padre; y Rafaelito sabía que era así.