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Orando “por todos los que están en autoridad”

Del número de julio de 1969 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nos sentimos inclinados a pensar del presente como algo que ofrece una serie de inauditos problemas a la humanidad — problemas concernientes a la emancipación de los explotados, problemas relativos a la soberanía política de los pueblos, y problemas presentados por irreconciliables ideologías políticas y religiosas. Pero analizando la historia de la humanidad, vemos claramente que los problemas actuales son idénticos a los antiguos, sólo que ahora se están presentando en mayor escala.

Sin embargo, a pesar de las apariencias, la solución está ahora más a nuestro alcance que nunca. El Científico Cristiano alerta está vislumbrando en el tumulto actual, una vasta efervescencia moral, en la cual un concepto más alto de la Verdad está sacando el error a la superficie a fin de destruirlo. El Científico Cristiano alerta está orando y trabajando por un mundo mejor, y lo hace en obediencia a los mandamientos divinos exhortados por Cristo Jesús, o sea, amar a Dios, el bien, por sobre todo, y al prójimo como a sí mismo. Estos mandamientos se basan en el reconocimiento de Dios como Espíritu y del hombre real como Su expresión espiritual, inseparable, Su imagen y semejanza.

Mrs. Eddy, quien reveló el Cristo, la Verdad, para esta época, dice en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica de Cristo, y Miscelánea, pág. 306): “Sólo la divinidad soluciona los problemas de la humanidad, y esto en el tiempo dispuesto por Dios”. La redención de la humanidad se alcanzará hoy en día en la proporción en que los hombres pongan en práctica con sinceridad y comprensión los preceptos divinos, primero en su vida individual y luego en acción colectiva universal.

Uno de los problemas más urgentes de la actualidad es el partidismo político exagerado. Esto ha engendrado mucho resentimiento y odio, lo que a su vez ha resultado en tragedias y sufrimiento. Considerando que en una sociedad libre cada individuo tiene derecho a elegir su partido y los candidatos que considere promoverán mejor la paz, la prosperidad y un gobierno de integridad, la obediencia a los preceptos divinos no le permitirá dejarse llevar por el rencor y el odio.

El partidismo honesto es un privilegio del cual gozan los hombres libres, pero ningún beneficio resulta de él si deja de ser imparcial y se torna personal y vengativo cuando se presentan diferencias de opiniones en los sistemas públicos que atacan la integridad del individuo.

Las actitudes pueden ser definidas y los motivos y propósitos investigados, a fin de saberse más acerca de ellos, pero cada uno de nosotros tiene que decidir por sí mismo cuál candidato considera mejor calificado para las funciones públicas. Y aun cuando los puntos de vista de un candidato puedan diferir de los nuestros, aquellos que respetamos los mandamientos divinos y nos esforzamos por obedecerlos, no entraremos en imprecaciones e injurias. Por el contrario, oraremos para que todos sean guiados acertadamente, así como nosotros deseamos serlo.

El Apóstol Pablo dio este acertado consejo en su afectuosa primera epístola a Timoteo: “Exhorto ... ante todo, que se hagan rogativas, oraciones, intercesiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en autoridad ... Esto es bueno y acepto delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos, y que vengan al conocimiento de la verdad” (I Timoteo 2:1–4, Versión Moderna).

Es nuestro deber, como Científicos Cristianos, impersonalizar el error. Tenemos que denunciarlo tanto en público como en privado, pero sin justificación propia. No debemos denunciar a la persona que parezca ser la responsable del error. Se nos pide que oremos “por todos los que están en autoridad” aun cuando estén defendiendo causas que no concuerden con nuestro concepto de justicia, y aun hasta cuando se declaren ser nuestros enemigos. Orar por ellos es el único medio por el cual podemos liberarnos de su aparente malevolencia.

Orar significa afirmar que Dios es omnipotente, e implica el hecho de que tarde o temprano se descubrirá la ineficacia de cualquier poder que se oponga al bien. El mal, y lo que lo apoya, no ejercen un efecto duradero en los hombres y en los gobiernos que están dispuestos a mantener las normas de la ley humana que reflejan la divina y que están basadas en el reconocimiento de que Dios es la causa perfecta, y el hombre ideal Su efecto perfecto. Manteniendo en la consciencia el concepto del hombre ideal, obtenemos vislumbres de la realidad y vemos ejemplos de una humanidad más elevada, gobernada por un concepto más alto de la divinidad.

Cuando en una oportunidad se le preguntó a Mrs. Eddy cuáles eran sus simpatías políticas, respondió: “No tengo, en realidad, otras que no sean dar mi apoyo a un gobierno justo; amar a Dios supremamente, y a mi prójimo como a mí misma” (Miscellany — Miscelánea, pág. 276). He aquí la definición de la política para el estudiante de la Ciencia Cristiana. Apoyar a un gobierno justo es apoyar el gobierno de Dios, porque para que un gobierno humano sea justo tiene que asemejarse al gobierno divino.

Muchos de los grandes estadistas han sido motivados por leyes justas. Se han sentido inspirados a hacer lo mejor para comprender y amar a Dios y a sus semejantes. Han sabido cómo defenderse a sí mismos y defender a su pueblo de los designios de los enemigos declarados. Apoyados por nuestras oraciones, los hombres rectos que gozan de autoridad, sabrán cómo y cuándo enfrentarse con sus oponentes, y nunca llegarán a contemporizar con el mal.

En la página 234 de Ciencia y Salud, Mrs. Eddy escribe: “Debiéramos amar a nuestros enemigos y ayudarles sobre la base de la Regla de Oro, — pero hay que evitar el echar perlas a los que las pisotean, así robándose a sí mismos y a otros”.

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