Tarde o temprano todo estudiante sincero de la Ciencia Cristiana se ve llamado a dar tratamiento. Esto no es algo que uno pueda posponer indefinidamente, por mucho que la mente carnal pueda argumentar que no tenemos ni el tiempo ni la comprensión suficientes para llevarlo a cabo. Aceptar estos argumentos significa interpretar erróneamente la naturaleza misma del tratamiento, y esta aceptación obstruye nuestro propio progreso hacia el Espíritu.
El tratamiento en la Ciencia Cristiana es según el método usado por Cristo Jesús. Jesús nunca implicó que por su propio poder o habilidad personal él podía consolar o había consolado al afligido y sanado al enfermo. Claramente dijo: “El Padre que mora en mí, él hace las obras” (Juan 14:10). Su clara comprensión del poder y de la presencia eternas de Dios, y del hombre creado a la semejanza de Dios, unida a su comprensión de que no existe poder aparte de Dios, produjeron cambios radicales en la experiencia humana los cuales se manifestaron en curaciones.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Dios curará a los enfermos por medio del hombre, siempre que el hombre esté gobernado por Dios” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 495). La Verdad hace su propio trabajo. El sanador en la Ciencia Cristiana ve y reconoce esta verdad y se regocija de dar testimonio de este hecho. Se esfuerza para que sus pensamientos sean una clara transparencia para la Verdad, y no permite que conceptos mortales o sugestiones erróneas entren en su consciencia.
Diariamente, y en todo momento, afirma y reafirma la unidad del hombre con Dios. Se regocija en la comprensión de que el hombre es una idea de Dios que mora por siempre en un universo espiritual. Niega identificarse a sí mismo o identificar a otros como mortales que viven en un mundo material. Y cuando recibe un llamado solicitando ayuda, está pronto a responder gracias a su preparación espiritual, y se siente contento de poder tender su mano al que sufre y así ayudarlo a elevarse y despertar de un sentido falso.
Cada tratamiento requiere su propia respuesta individual espontánea, pero primeramente uno tiene que sentir en su corazón un torrente de gratitud a Dios porque ya Él ha respondido a este llamado. Y Dios ha respondido porque Él lo es todo. Mrs. Eddy nos dice: “La Verdad, la Vida y el Amor son una ley de aniquilación para todo lo que sea su desemejanza, porque no proclaman sino a Dios” (ibid., pág. 243).
El estudiante no tiene que hacer al hombre sano. La Verdad jamás ha hecho al hombre enfermo. El trabajo del estudiante es ver esto con claridad, sin una sombra de duda. Y lo logrará a medida que reconozca la naturaleza espiritual del hombre la cual está por siempre libre de condiciones materiales. De lo único que puede sufrir el paciente es de un falso sentido material, y el trabajo del sanador en la Ciencia Cristiana consiste en disipar el falso sentido con la verdad del ser. La verdad del ser es que Dios es todo poder, toda presencia. Nada existe aparte de Él. El hombre es la idea de Dios, incorpórea, espiritual. La materia no es más que un falso sentido que no existe ni puede existir en Dios, la Mente infinita.
Declarar y afirmar con comprensión la verdad del ser, y negar el error, aporta un amor, gozo, confianza y paz que no fallan y que bendicen tanto al sanador como al paciente. Estas cualidades producen un efecto maravilloso en el cuerpo humano. El Amor bendice, libera, alienta, fortalece y purifica. La alegría y la gratitud dan su consentimiento para que se cumpla la voluntad de Dios. Esto inevitablemente efectúa un ajuste en la experiencia humana, ya sea que se necesite en la mente o en el cuerpo. Mrs. Eddy dice: “La Ciencia Cristiana [Christian Science] le trae al cuerpo la luz solar de la Verdad, que vigoriza y purifica. La Ciencia Cristiana [Christian Science] obra como un alterativo, neutralizando el error con la Verdad. Cambia las secreciones, expulsa humores, disuelve tumores, devuelve la flexibilidad a músculos rígidos y restablece la salud a huesos cariados” (ibid., pág. 162). Estos cambios pueden parecer materiales, pero el estudiante de la Ciencia Cristiana los contempla como una manifestación exterior del poder de la Verdad de una manera comprensible para el pensamiento humano.
Dar tratamiento en la Ciencia Cristiana no sólo es un privilegio, sino también un deber, si es que somos leales a Mrs. Eddy y fieles al mandato del Maestro: “De gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8).
El estudiante que se formula la pregunta ¿Puedo dar tratamiento? que se pregunte también, ¿Puedo estar firme en mi comprensión de la verdad, ser fiel, alerta, vigilante y constante en su aplicación? ¿Estoy verdaderamente agradecido por la Ciencia Cristiana? ¿Quiero la Ciencia Cristiana lo suficiente como para desear por sobre todo demostrar las verdades que he aprendido? Si las respuestas a estas preguntas son un “Sí”, entonces la respuesta a la primera también es un “Sí”.