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El verdadero rescate

Del número de octubre de 1972 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cristo Jesús dijo a sus discípulos que él había venido “para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28). Estas palabras han sido mal comprendidas y mal interpretadas. En ningún momento Jesús dijo, o dio a entender, que su crucifixión era un sacrificio o un rescate para aquellos mortales que simplemente lo aceptaran a él, o lo reconocieran, como su Salvador. Sin embargo, eso es lo que muchos sinceros guías religiosos dan a entender.

Jesús le dijo a una mujer, evidentemente arrepentida, “vete, y no peques más” (Juan 8:11). Esto indica claramente que el Maestro le impuso a ella una obligación continua; de otro modo la puerta hubiera quedado abierta para la repetición de la ofensa. La pecadora tuvo que pagar su propio rescate y lo hizo, descubriendo su pecado y renunciando a él.

Mrs. Eddy explica la manera de proceder de Jesús con estas palabras: “El hizo bien la obra de la vida, no sólo en justicia a sí mismo, sino por misericordia a los mortales, — para enseñarles a hacer la suya, pero no para hacerla por ellos ni para relevarlos siquiera de una sola responsabilidad” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 18).

La Ciencia Cristiana enseña que no hay una redención general. Cada individuo es responsable de enmendar sus propios pensamientos y acciones. El perdón de una mala acción, o su curación, viene solamente en respuesta a nuestro deseo ferviente de lograrlo. No existe una amnistía espiritual universal. Los cristianos no deben contar con los grandes sacrificios de Cristo Jesús para su propio perdón o recompensa, pero deben aceptar sus sacrificios como un ejemplo sagrado. Deberían esforzarse por obedecer su mandato de que sigamos sus pasos.

La única retribución que podemos hacer por el perdón del pecado es la destrucción del pecado y la del deseo que conduce a él. La destrucción de una enfermedad debe ser precedida por la renuncia al temor o a la falsa creencia que la ocasiona. El reemplazo del odio por el amor debe acompañar la curación del resentimiento. No basta obtener solamente alivio del sufrimiento que causa la enfermedad. Las ocultas creencias materiales — las creencias de injusticia, ignorancia y odio, que son la base de la situación — tienen que ser destruidas. Las verdades espirituales de que el hombre es perfecto y completo, creado a la imagen y semejanza de Dios, tienen que ser claramente establecidas. Entonces, y solamente entonces, desaparecerán los problemas materiales.

Un Científico Cristiano ofrece un rescate por cada curación que obtiene. Puede ser que este rescate sea el abandonar una creencia, un hábito o una acción que necesita corrección. Puede ser que necesite exterminar pensamientos de envidia, rencor o crítica, que él encuentra escondidos en su consciencia. Renunciar a estos pensamientos abre la puerta al Amor divino, que siempre está disponible, pero que exige amorosamente el pago del rescate necesario. ¿Es el orgullo lo que retarda la curación? El rescate es la humildad. ¿Es el temor? El precio es confianza en el Amor divino. ¿Es la ignorancia? La llave para la puerta de la curación es reconocer al Cristo, la Verdad, que revela que el verdadero hombre espiritual está completo y es armonioso e íntegro.

Para progresar en la Verdad es esencial renunciar a las creencias materiales. Pero, en realidad, en la Ciencia Cristiana esta renuncia es beneficiosa ya que es un intercambio de conceptos falsos por los verdaderos. Como esto trae un nuevo sentido de valores, nada se pierde en el intercambio. Por cierto, es una experiencia llena de alegría percibir que la idea verdadera siempre ha existido, y que solamente estamos descubriendo y destruyendo nuestra ignorancia. Mrs. Eddy escribe: “El método divino de pagar el salario del pecado envuelve la necesidad de desenmarañar nuestros enredos y de aprender por la experiencia cómo distinguir entre los sentidos y el Alma” (ibid., pág. 240).

Una persona no puede discernir entre la materialidad y el Espíritu sin aceptar devota y sinceramente al Cristo, la Verdad. Este desarrollo espiritual es un despertar a la armonía celestial. El despertar, más todo el esfuerzo necesario para lograrlo, es el rescate. Trae la bendición del Cristo, que cura a los enfermos y a los pecadores en nuestros días, tal como lo hiciera en la época de Jesús.

Isaías, describiendo en un capítulo lleno de gozosa predicción la redención de la humanidad dice: “Los redimidos de Jehová volverán ... tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido” (Isaías 35:10).

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