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Una noche, al regresar apresuradamente...

Del número de octubre de 1972 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una noche, al regresar apresuradamente del trabajo a mi hogar, resbalé en el porche de mi casa y me golpeé la cabeza contra una gran maceta de cemento. Horas después, un compañero de trabajo me halló inconsciente y llamó por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana. La practicista hizo los trámites para que una ambulancia me llevara a un hospital, en cumplimiento de una ley del estado de California que establece que cualquier persona que sufra heridas en la cabeza debe ser trasladada por profesionales y examinada por un médico.

Ya en el hospital tres médicos declararon que la herida era seria, y que tendrían que hacerme unos exámenes para determinar el daño que había sufrido el cerebro. La practicista estaba orando para saber que Dios es Todo y que por eso, como idea espiritual de Dios, yo estaba a salvo. La practicista se mantuvo consciente de que el mal es una mentira y que yo ni por un instante había sido tocada, ni jamás podría serlo, por una falsa creencia llamada accidente.

Me encontraba en un estado de semiconsciencia e incoherencia de manera que no podía hacer mi parte en el trabajo de oración, pero la practicista continuó suministrándome, incansable y fielmente, el tratamiento de oración en la Ciencia Cristiana, y el resultado fue una completa curación. Tan pronto como recuperé totalmente el conocimiento, pedí que me trasladaran a mi casa. Los médicos se rehusaron a darme de alta, porque querían efectuar más exámenes para descubrir cómo se había efectuado una curación tan repentina. Nuevamente efectuaron minuciosos exámenes, y se asombraron al no hallar señales de la herida.

De nuevo la practicista vino en mi auxilio. Les dijo a los médicos que yo había cumplido con la ley del estado, y que no podían retenerme por más tiempo. La practicista vino personalmente al hospital y me llevó a mì casa en su automóvil. Por unos días, una excelente enfermera de la Ciencia Cristiana me estuvo ayudando, y después regresé a mi trabajo. ¡La curación se había efectuado en menos de diez días!

Si bien mi gratitud por esta curación no tiene límites, también estoy agradecida de que esta experiencia ha aumentado mi comprensión de la Ciencia Cristiana. Ahora sé que yo no estaba haciendo suficiente trabajo de oración para mí todos los días. Leía la Lección Bíblica, pero no la estudiaba. Ahora sé que no me protegía contra la impaciencia, el apresuramiento, la crítica y la intolerancia. Diariamente me siento agradecida por la gran verdad que Mrs. Eddy ha revelado al mundo, y también estoy agradecida por la lección que aprendí y por los fieles practicistas.


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