A pesar de las apariencias materiales, la humanidad se encuentra ante una magnífica oportunidad de progresar. La promesa de gran bien puede que parezca estar sumida en las angustias de la efervescencia, pero se está obligando al mal a que salga a la superficie para verlo, dominarlo y destruirlo.
La esperanza más grande del mal de continuar con su trastorno, consiste en que puede permanecer oculto. Si se le deja solo, sus ocultas maquinaciones pueden continuar, y podría parecer que su obra diabólica aumenta. Pero el mal es autodestructivo porque su único poder es el de destruirse a sí mismo. Apresurándose hacia su ruina, parece, sin embargo, alcanzar tales proporciones que la humanidad tiende a retroceder aterrorizada ante él o a reaccionar violentamente sublevándose contra él. Pero el mal, una vez descubierto, se destruirá y en su lugar se verá el bien, porque la eternidad del bien es un hecho del ser verdadero.
A través de la historia humana ha sido así. Han surgido imperios y desaparecido. En muchos casos los males inmediatos que acarrearon han desaparecido también, pero ha permanecido el bien para influir instituciones y gobiernos. César murió, pero la influencia del Derecho romano permanece. Con el correr del tiempo, la humanidad ha progresado, y el nivel de la consciencia humana se ha elevado.
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