Caminando por el parque, Jorge se colgó de la mano de Cristina, su hermana mayor. Cristina dijo que era “hora de caminar”, pero a Jorge le gustaba más la “hora de jugar”. En su casa tenía un camión volcador azul y otro de bomberos rojo. Se divertía haciéndolos entrar y salir del garaje de juguete, “¡bruum, bruum!” Era aburrido caminar por el parque; iban tan despacio...
Al pasar por la laguna llena de patos, Cristina empezó a hablar de los árboles y de las flores. A ella le gustaba mirar los árboles, con sus anchos troncos de color café y, arriba, sus verdes y espesas cabelleras. Ella quería que a Jorge le gustara todo esto tanto como le gustaban su camioncito volcador y su camioncito de bomberos. Pero Jorge quería tomar el camino más corto a casa, para poder jugar “¡bruum, bruum!”, entrando y saliendo del garaje.
Al día siguiente, Cristina dijo que tenía una idea. Jorge no sabía qué era una “idea”, pero pensó que debía ser algo bueno, porque Cristina parecía contenta. Iban a comprar “semillas especiales”. A Jorge le gustaba mucho el vivero porque tenía un jardín donde había hamacas y un tobogán, y se podía sentar en el gran elefante de madera y comer pan con mermelada. Así que al trote se fueron. Después de comprar las semillas, regresaron a casa.
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