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¡Bruum, Bruum!

Del número de enero de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Caminando por el parque, Jorge se colgó de la mano de Cristina, su hermana mayor. Cristina dijo que era “hora de caminar”, pero a Jorge le gustaba más la “hora de jugar”. En su casa tenía un camión volcador azul y otro de bomberos rojo. Se divertía haciéndolos entrar y salir del garaje de juguete, “¡bruum, bruum!” Era aburrido caminar por el parque; iban tan despacio...

Al pasar por la laguna llena de patos, Cristina empezó a hablar de los árboles y de las flores. A ella le gustaba mirar los árboles, con sus anchos troncos de color café y, arriba, sus verdes y espesas cabelleras. Ella quería que a Jorge le gustara todo esto tanto como le gustaban su camioncito volcador y su camioncito de bomberos. Pero Jorge quería tomar el camino más corto a casa, para poder jugar “¡bruum, bruum!”, entrando y saliendo del garaje.

Al día siguiente, Cristina dijo que tenía una idea. Jorge no sabía qué era una “idea”, pero pensó que debía ser algo bueno, porque Cristina parecía contenta. Iban a comprar “semillas especiales”. A Jorge le gustaba mucho el vivero porque tenía un jardín donde había hamacas y un tobogán, y se podía sentar en el gran elefante de madera y comer pan con mermelada. Así que al trote se fueron. Después de comprar las semillas, regresaron a casa.

Cristina no le quería decir a Jorge para qué eran las semillas. Él pensó que eran para la comida de Pinky, el gato. Cristina recogió una palita de jardinero y una regadera, y comenzó a cavar unos hoyos. Le pidió a Jorge que pusiera unas pocas semillas en cada hoyo y los cubriera con tierra y luego los regara con mucho cuidado. A Jorge le gustó mucho hacerlo. Era algo diferente de jugar con sus camiones y hacer bruum con ellos, entrando y saliendo del garaje.

Los días siguientes fueron cálidos y soleados.

—El sol ayudará a las semillitas — decía Cristina—. Vamos a regarlas y a ver cómo empiezan a salir. ¡Muy pronto tendremos grandes flores amarillas como el sol!

Jorge no quería esperar. ¡Las quería ver ahora!

—Sabes —le dijo Cristina—, estas semillas son como tú y yo. Del mismo modo que el sol y el agua hace que crezcan y se transformen en flores hermosas, así Dios nos ama. Él hace que crezcamos y seamos alegres y felices. Del mismo modo que el sol da calor a las semillas y las hace germinar, el Amor nos da pensamientos que nos enseñan a aprender cosas nuevas, como atarnos los cordones de los zapatos y escribir nuestro nombre.

Jorge había intentado muchas veces atarse los cordones de los zapatos y escribir su nombre. Pero le resultaba muy difícil. Cuando pensó que él, y también las semillas, estaban abrigados y abrazados por el amor de Dios, se sintió feliz. Le iba a pedir a Dios que lo ayudara a hacer cosas difíciles.

Jorge regó las semillas tratando de impedir que las suaves patitas de Pinky se mancharan con la tierra mojada. Se fue a hacer bruum con sus camioncitos, pero volvió corriendo a ver si habían aparecido los brotes. Llevaría tiempo para que crecieran, y Cristina le dijo que tenía que tener “paciencia”. Él no sabía lo que quería decir esa palabra. Cristina le dijo que quería decir que tenía que estar contento de hacer otras cosas, entonces el tiempo no le resultaría tan largo.

Un día, después de muchos días de sol, Jorge estaba echado panza al suelo observando la tierra. Y vio pequeños brotes. Le gritó a Cristina que viniera. Ella estaba muy contenta de que Jorge había sido tan paciente, y se había mantenido ocupado y alegre haciendo cosas en el jardín, como poner mendrugos para los pajaritos y agua en el bebedero que está debajo del naranjo. Regaba las semillas todos los días, y mantenía a Pinky alejado.

Los brotes crecieron altos, fuertes y llenos de hojas, y los pequeños capullos se pusieron grandes y gordos. Jorge los observaba y los regaba. Hasta que una mañana aparecieron girasoles brillantes y amarillos.

¡Y qué altos eran!

Al día siguiente, Jorge sacó sus zapatos del armario y comenzó a atarse los cordones. No era nada fácil, pero se acordó lo paciente que había sido con las semillas. Necesitaba sentirse feliz haciendo otras cosas, y una forma era dando gracias a Dios por haberle mostrado cómo hacerlo antes de comenzar. Jorge le agradeció a Dios por haberle dado los pensamientos correctos para saber cómo usar los dedos. Practicó y practicó. Y muy pronto pudo hacerlo bien.

Todavía le gustaba hacer bruum y bruum con su camioncito azul y su camioncito rojo. Pero había aprendido algo nuevo. Se había dado cuenta de que Dios cuida de todos con mucho amor, y que nos hace crecer. También aprendió qué quiere decir esa palabra tan graciosa, paciencia. Cuando uno está contento haciendo otras cosas, el tiempo de espera se hace muuuy corto.

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