¿Estuviste alguna vez en un castillo de verdad? Esos que tienen torres altas, ventanas chiquitas y paredes muy gruesas, que visitaban los caballeros andantes. A veces tenían un puente levadizo que los hacía muy fuertes. Durante la Edad Media, en algunos países de Europa, el castillo era un lugar seguro. Cuando el enemigo atacaba, la gente del pueblo corría tan rápido como podía para entrar al castillo para protegerse. Y cuando todos estaban adentro, levantaban el puente levadizo, y estaban seguros.
El amor de Dios es como un castillo. La Biblia dice que Dios es nuestro refugio, nuestro lugar seguro. Dice: “Sé tú mi roca fuerte y fortaleza para salvarme. Porque tú eres mi roca y mi castillo”. Salmo 31:2, 3.
Cuando ocurre algo que te pone triste o preocupado, tú también puedes recurrir a Dios y estar a salvo. Los pensamientos tristes son como las flechas del enemigo. Pero no te pueden hacer daño, si pones tus pensamientos adentro del “castillo” seguro de Dios. Tú puedes hacer esto si piensas que eres el hijo de Dios. Él te quiere mucho y cuido de ti. Nunca te haría sentir triste o enfermo. Sólo te da el bien. Y protege y conserva el bien que te da.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!