“¡Uf!” —se quejó Martín—.
A los dos o tres minutos otro ¡uf¡ más fuerte aún se escuchó desde el sillón junto a la ventana donde se había sentado a mirar la lluvia. Era una tarde de domingo lluviosa, ventosa, fría, pero sobre todo, ¡ABURRIDA!
Martín no tenía permiso para salir a jugar cuando llovía y esto no lo hacía nada feliz.
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