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¡Terminemos con los cuadros fatídicos!

Del número de mayo de 2011 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A ferrarse a imágenes de fracaso y de mal obstruye el progreso. Opaca nuestra esperanza en lo que se refiere tanto a expectativas personales, como al futuro de nuestras iglesias y de sociedad en general. No obstante, podemos resistirnos a aceptar que los cuadros fatídicos ocupen nuestro pensamiento. La Mente divina está siempre lista para prodigar imágenes de progreso y de bien en la consciencia de todo aquel que anhele encontrar algo mejor de lo que aparece superficialmente en la vida.

A modo de ilustración, la Biblia cuenta de una mujer que hacía mucho tiempo que sufría de "flujo de sangre".Véase Lucas, cap. 8. Imagínese el estado mental en el que se encontraba. Había gastado todo su dinero en médicos y no había logrado encontrar curación alguna. Sin duda, ella también había orado, no sólo para sanar, sino para ser perdonada. En aquel entonces, la sociedad creía que la enfermedad y otras calamidades eran el resultado del pecado, o sea, castigos de Dios. (La convicción que se tiene hoy en día de que las mismas son el resultado de errores humanos o fuerzas físicas que escapan a nuestro control, tampoco ayuda mucho.) Además de esta condena general, la condición tan particular de esa mujer hacía que fuera un paria.

Aun así, a pesar de todos sus fallidos intentos para encontrar ayuda, ese día ella se abrió paso entre la multitud para acercarse a Cristo Jesús. El temor y la vergüenza no la detuvieron. Piense en esto: Tal vez no la pudieron detener porque en ese momento su fe ya no era meramente encontrar curación u obtener el perdón por algún error cometido. Quizás ella ya había agotado esa fe. Y es posible que esa pérdida misma, esos "fracasos", la hayan preparado para aceptar un beneficio mucho más grande: la percepción de que el amor de Dios estaba allí mismo, que era lo único real y lo único que ella deseaba y necesitaba. Ella sólo tocó el borde del manto de Jesús pero esa fe minúscula en la perfección que el Cristo percibe en todos, la sanó.

¿Puede acaso cualquier situación aparentemente irremediable ser sanada de esa forma? La Ciencia Cristiana responde que sí. El Cristo es Dios con nosotros, que ama activamente al mundo, que nos impulsa individual y colectivamente a buscar algo mejor que la seguridad basada en la materia, y el temor a la fatalidad que tanto nos obsesiona. El Cristo atraviesa la consciencia humana atestada de imágenes materiales de necesidad, pérdida, mal y muerte. Vierte hermosas imágenes de la Verdad divina—de que somos espirituales, inmortales, necesarios, amados, que estamos a salvo—las cuales tienen el designio de hacernos progresar en nuestro propósito de expresar la bondad de Dios.

Se requiere valor moral para apartarse de las imágenes que insisten una y otra vez en que las cosas van cuesta abajo. Pero nosotros tenemos la autoridad para decir con Jesús: "¡Quítate de delante de mí, Satanás!"Mateo 16:23. Las apariencias materiales engañan. Jamás pueden dañar ni tocar el universo armonioso que la Mente divina conoce y hace que nosotros conozcamos.

Mary Baker Eddy aprendió esto de la misma forma que la mujer que Jesús sanó. Durante muchos años ella probó de todo para sanar. Cuando sintió que la existencia material ya no tenía ninguna promesa de bien para ella, también tocó el borde de la Verdad y sanó. Fue un evento que transformó su vida y la puso en un camino de constante progreso.

No obstante, a pesar de los sorprendentes logros que tuvo en las décadas siguientes— curación, enseñanza, la fundación de una iglesia, manteniendo todo unido a través de muchas crisis— los cuadros de fracaso no dejaron de ridiculizar su declaración fundamental de que una comprensión correcta de Dios vence todo mal. Ante tal resistencia al progreso, la Sra. Eddy encontró el valor para avanzar en el Cristo. Ella escribió: "El valor moral es 'el león de la tribu de Judá', el rey del reino mental. Libre y sin temor anda por la selva. Imperturbado se echa en pleno campo, o descansa en 'lugares de delicados pastos... junto a aguas de reposo'".Ciencia y Salud, pág. 514.

Tenemos la libertad de crecer en devoción y descansar en la verdad de que Dios desea el progreso para todo lo que es bueno.

Aquí el león es un símbolo del Cristo que se menciona en el libro del Apocalipsis. La comprensión a semejanza del Cristo es el rey en el reino mental. No conoce depredador ni enemigo alguno, sólo conoce el Amor perfecto sosteniendo a su amorosa creación. Puesto que esta comprensión está con nosotros en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, tenemos libertad para entrar sin temor en nuevos territorios y experiencias, ya sea en forma individual, como iglesia, o como un mundo. Los cuadros fatídicos no pueden perturbarnos. Tenemos la libertad de crecer en devoción y descansar en la verdad de que Dios desea que todo lo bueno progrese, y lo que no lo es se extinga inevitablemente.

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