Yo siempre he gozado de buena vista, pero hace un par de años encontré que tenía cada vez más dificultad para ver. En un momento hasta me costaba discernir el rostro de las personas cierta distancia. Y la lectura a veces también se hacía engorrosa.
Tomé esta situación con calma porque sabía que al recurrir a Dios en oración podía tener una hermosa oportunidad para profundizar en todo lo que había venido aprendiendo con el estudio de la Ciencia Cristianan.
Sentí gratitud de poder hacer esto, e incluso pensé que si tenía que usar anteojos recurriría a ellos, pero sin que fuera definitivo. No tuve que llegar a esa situación. En algunos momentos tuve que ayudarme con una lupa, pero todo era tranquilo y en calma.
Cuando me volví al libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, encontré esta definición de "Ojos": "Discernimiento espiritual— no material, sino mental" (pág. 586). Esta palabra, "mental", me sonó como si nunca la hubiera tenido en cuenta en otras oportunidades. Y pensé: "Ojos mentales". Esto me dio ese sentido de que la visión es mental y espiritual, que trasciende un límite material. Y es más, cuando me fijé en el libro de sinónimos y antónimos, encontré que el verbo ver significa descubrir, experimentar, vigilar.
También me hizo pensar que cuando vemos descubrimos cosas que van más allá de lo que es la mera forma material. Por ejemplo, más de una vez cuando uno entiende algo en un diálogo, dice: "Ah, ya veo"; es decir, descubrimos algo que nos están diciendo. O sea, esa visión es la visión más espiritualizada de la comprensión, del razonamiento, de la realidad divina. A ella refiere muchas veces la Biblia.
La Biblia tiene varios relatos que hablan de esta visión más espiritual. Por ejemplo, en el comienzo de Éxodo 3, está el relato de cuando Moisés vio la zarza ardiendo en fuego, y la zarza no se consumía. A partir de esa descripción, uno puede entender que lo que se origina en Dios, las ideas que provienen de esa Mente perfecta, no se consumen. La vista o cualquier otra facultad, como el oído, el tacto, la voz, no pueden consumirse. Y eso me ayudó muchísimo a descubrir que la verdadera vista que tenemos, la que Dios nos dio, es eterna.
Aunque pasaron varios meses, siempre estuve en calma, tratando de intuir esas verdades con respecto a mi visión. También me sentía agradecida por todos los años que había visto bien, sin dificultad.
Una tarde, me encontraba leyendo en casa junto a una ventana. Estaba tan absorta en la lectura que, cuando terminé el artículo, la tarde había avanzado bastante, entonces me di cuenta de que había terminado de leer sin dificultad y sin haber necesitado encender la luz. Había sanado por completo.
¡Fue una curación maravillosa! Y fue inmensa y permanente mi alegría porque hace ya bastante tiempo que se produjo esta curación, y nunca he dejado de tener mi hobby que es la lectura, y ahora también estoy varias horas en la computadora. Además no tengo cansancio en la vista, y siento una agradable frescura en los ojos. Fue una demostración realmente palpable de lo que es el poder del Amor divino, del Espíritu y de la Mente perfecta en nuestra vida.
Considero que es importante buscar, indagar sobre lo que Dios tiene para darnos, en lugar de permanecer quietos. A veces nos ponemos impacientes, y es por eso que recurrimos rápido a los anteojos antes de acudir a Dios. En mi caso yo pude hacerlo con tranquilidad.
La Biblia nos dice: "En quietud y en confianza será vuestra fortaleza" (Isaías 30:15). Eso es una gran verdad y todos podemos demostrarla.