Hubo una época en que tenía mucha inconformidad en mi vida. Me sentía muy afligida y anhelaba encontrar una respuesta. Llegó un punto en que me hallaba como en un túnel oscuro y sin salida. Me aconsejaron que buscara ayuda profesional y así lo hice, pero sin resultado alguno.
En ese estado de angustia, una mañana abrí las ventanas de mi casa, me arrodillé, extendí los brazos, y rogué una y otra vez: "Dios mío, por favor, escúchame, quiero que seas mi psicólogo, mi psiquiatra, mi consejero, mi médico, mi amigo, mi todo".
Días después, conocí la Ciencia Cristiana por medio de una conferencia. Allí me dieron dos ejemplares de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, y lo primero que me llamó grandemente la atención fue que en muchas páginas decía que Dios es Todo-en-todo. Esto me impactó mucho. A partir de allí empecé a estudiar el libro Ciencia y Salud y comenzó mi camino hacia una vida llena de luz y de propósito. Pasé de creer en que el hombre y la mujer estaban condenados al sufrimiento y dejados a su suerte, a un conocimiento más espiritual de la creación pura, perfecta y satisfecha de Dios. El cambio en mi manera de pensar fue notable.
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