Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Segundo siglo de la Ciencia Cristiana: profundidad, dimensión, demostración

Tú eres "hijo de la lglesia"

septima parte

Del número de mayo de 2011 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Has pensado esto de ti alguna vez? Quizás hayas pensado que eres hijo de la Escuela Dominical. Pero piensa por un momento lo que significa ser "hijo de la Iglesia". Así fue como Mary Baker Eddy veía su propia herencia religiosa. Ella tenía un increíble respeto e interés por aquellas personas que vivían su amor a Dios: congregacionalistas, bautistas, metodistas. Los elogiaba con frases como esta: "...estaban dispuestos a renunciar a todo por Él. ... Eran héroes en la lucha; ... Sus convicciones eran honestas, y las vivían;..."Mensaje a La Iglesia Madre para 1901, pág. 32. Ella veía la belleza de la Iglesia expresada en la vida de dichas personas.

Tal vez no hayas pensado que eres hijo de la Iglesia. Sin embargo, tu interés en leer esta serie sobre la Ciencia Cristiana es evidencia de que lo eres. Es cierto, nuestras vidas están modeladas y formadas por una amplia gama de influencias: familia y amigos, estudios, carreras, medios de comunicación, todo tipo de instituciones. Pero ninguna de ellas tiene el potencial de labrar nuestra experiencia como la Iglesia. Cuando empieces a comprender, admitir y valorar en qué medida eres hijo de la Iglesia, tu progreso será cada vez mayor.

Aquí nos estamos refiriendo a la organización humana, la gente y las actividades, los sucesos y las maneras en que has servido a tu iglesia. Pero también estamos hablando de algo que es el fundamento de todo esto. La Iglesia incluye ideales y enseñanzas espirituales. Entraña algunos de los sentimientos más poderosos de nuestra vida. Nos alienta a tener visión y propósito. Nutre en la consciencia la revelación de la Verdad. Sí, la Iglesia verdadera y su actual manifestación te define y redefine de una manera única, como nada más puede hacerlo.

A mí me gusta nadar con frecuencia, y en una ocasión nadé al lado de un delfín de unos 300 kilos. Me aferré a sus aletas y nos deslizamos por el agua de una forma en que yo nunca podría haberlo hecho solo. Me sentía como un niño pequeño junto a esta fuerza poderosa. Somos hijos de la Iglesia, y cuando nos aferramos a ella nos impulsa hacia delante, podríamos decir que hacia el cielo, con un vigor que va más allá de nosotros mismos. Esto no quiere decir que ese avance no sea sin esfuerzo. A veces los delfines dan vueltas y hacen giros que pueden sorprendernos, incluso ser difíciles cuando uno quiere nadar tranquilamente. Recorrer el camino con la Iglesia a veces puede dejarte asombrado, otras, desalentado. Pero siempre bendecido.

¿ Cuál es la esencia de este poder que va más allá de nuestros propios esfuerzos personales? Si pudiéramos discernirlo totalmente, sospecho que nos quedaríamos maravillados al ver esta fuerza de pensamiento que ha hecho surgir y da permanencia al movimiento de la Ciencia Cristiana. Si tuviéramos que describir ese poder con una frase, sería "la estructura del Amor". Este es el fundamento que hace que Causa de la Ciencia Cristiana cambie verdaderamente el mundo: Nosotros por nuestra cuenta no podemos transformar a la humanidad. Pero esta fuerza fundamental del Amor es lo que mantiene a nuestro movimiento unido, es lo que hace el trabajo. Nos impulsa hacia delante. La Sra. Eddy dio una idea de lo que se puede lograr cuando escribió: "Si pudiera yo impartir al alumno el concepto más elevado que abrigo del Amor, ello ilustraría en parte la energía divina que trae poder y majestad a la flaqueza humana".Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 292. Verdaderamente, la majestad de este movimiento es la energía del Amor.

La organización humana de iglesia puede ser una maravillosa comunidad de personas. Sin embargo, como organización humana, tiene sus limitaciones. ¡Los hijos no siempre son perfectos! Es posible que a veces nos sintamos profundamente "casados" con una iglesia. Y otras, ¡tal vez sintamos que queremos un divorcio! Las personas tienen sus altibajos. Las organizaciones de iglesia tienen sus mejores y peores momentos. No obstante, la fidelidad hacia la Iglesia tiene beneficios profundos y a largo plazo.

A pesar de ello puede que quizás sintamos que no queremos que Dios nos presione tanto para que participemos en la iglesia. Tal vez nos sintamos como esa niña que corría a más no poder para llegar a tiempo a la Escuela Dominical. Al correr oraba diciendo: "Dios mío, por favor, ¡no permitas que llegue tarde!" De repente tropezó y se cayó. Al levantarse, se sacudió el polvo, y siguiendo con apuro oraba: "Dios mío, por favor, no permitas que llegue tarde, ¡pero tampoco me empujes!"

Todos los hijos de la Iglesia necesitamos de vez en cuando un suave empujoncito divino. Aprendemos de la Iglesia y nunca deberíamos dejar de aprender. Por más entusiastas o apáticos, por más frustrados, desalentados o inspirados que creamos estar a veces respecto a la Iglesia, nunca deberíamos dejar de crecer, descubrir, progresar. Es necesario tener la humildad de un niño para ceder a la disciplina de la forma en que la Iglesia nos fuerza a crecer.

La Fundadora de nuestra Iglesia estableció con el correr de los años un conjunto de Estatutos que en una ocasión describió como "leyes de limitación". Pero luego cambió de parecer y se refirió a ellos con otra perspectiva, por lo que fácilmente podrían llamarse leyes de liberación. Ella se sintió tan segura de su potencial que escribió: "De esto estoy segura, de que cada Regla y Estatuto de este Manual aumentará la espiritualidad de aquel que lo obedece, y fortalecerá su capacidad para sanar al enfermo, consolar a los que lloran y despertar al pecador".Mary Baker Eddy, La Primera Iglesia de Cristo, Cientifico, y Miscelánea, págs. 229–230.

Es obvio que la Sra. Eddy consideraba que el gobierno de la Iglesia fomentaba la curación. Si pensamos demasiado en que la Iglesia es una organización humana—gente, edificios, reuniones, finanzas—tendremos la mayoría de los problemas que enfrentan las organizaciones tradicionales. En cambio, si alcanzamos a percibir la majestad que la Fundadora vio tanto en el sentido humano como en el divino de Iglesia, veremos que las curaciones se producen con mayor frecuencia, rapidez y eficacia. Cuanto más apoyemos la organización humana y amemos la naturaleza más profunda, basada en Dios, de la Iglesia, "la estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él",Ciencia y Salud, pág. 583. tanto mejores sanadores seremos. Por otro lado, nuestra Guía en una ocasión advirtió: "Aquellos que no ayudan a esta Iglesia, con el tiempo perderán su poder como sanadores".L13611, Dec. 23, 1886, The Mary Baker Eddy Collection, The Mary Baker Eddy Library.

Hay tantas formas de ayudar a la Iglesia. ¿Andas a las corridas ocupándote en varios comités? No hay nada de malo en participar en un comité. Simplemente tenemos que asegurarnos de no permitir que nobles esfuerzos humanos sustituyan la oración y el estudio profundos que nuestra Iglesia necesita, entre ellos, la necesidad de armar una fuerte defensa. Para un mundo que quisiera socavar a una Iglesia de amor sanador, podemos adoptar la declaración de Cristo Jesús: "Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella".Mateo 16:18.

Encontrarás que es gratificante leer todo el Manual de la Iglesia y buscar de qué forma cada Regla y Estatuto te harán un mejor sanador, un mejor servidor, incluso más semejante a un niño. Cuando lo leí por primera vez, sólo me llamaron la atención unas pocas ideas. Desde entonces, un mayor número se han hecho evidentes. El leerlo con un corazón receptivo y expectante puede llegar a revelar formas sorprendentes en que el Manual nos enseña a ser sanadores.

La Iglesia misma es un poder que inspira curación. Quizás sea tan simple como un abrazo que recibes un domingo por la mañana cuando te sientes desanimado. O tal vez sea percibir un sentido más profundo del significado espiritual de Iglesia. Por ejemplo, he sabido de algunas personas que sufrían mareos y que tendían a perder el equilibrio. Era normal para ellas tomarse de alguna estructura como una silla o mesa para sostenerse. Pero cuando empezaron a orar por la Iglesia, vieron que era más estabilizador aferrarse a "la estructura de la Verdad y el Amor".

A veces la iglesia nos apoya produciendo en nosotros una transformación. Ha habido muchos ejemplos en los que los aspectos tanto humanos como divinos de iglesia llegaron con más poder a mi vida y me transformaron en una persona diferente, más semejante a un hijo de la Iglesia.

Hace años, estaba talando algunos árboles para juntar leña para el invierno, como había hecho durante años, y no calculé bien el giro que un árbol de 30 metros daría al caer, y se me vino encima. Hice que un cirujano ortopédico acomodara los huesos rotos. Nos pusimos de acuerdo (algo probablemente nuevo para él) y acordamos en la cantidad de atención médica que debería recibir durante los días que tomó poner los huesos en su lugar.

Durante un año usé muletas y llegué a admirar y a estimar al doctor, mayormente porque estuvo dispuesto a aceptar que la reconstrucción tuviera lugar mediante el tratamiento en la Ciencia Cristiana. No obstante, cuando finalmente me sacaron el yeso, el médico había consultado con sus colegas y me explicó que era obvio que los huesos no podían repararse solamente por medio de la oración. (Yo sentí que en el fondo él tenía la esperanza de que de alguna forma mi enfoque sobre la curación daría resultado, a pesar de la evidencia médica.) Él había visto antes que, contrario a lo que él pensaba, no había sido necesario realizar cirugía plástica, y comentó durante todo el año que había sido un "milagro" que la curación se hubiera producido sin el uso de calmantes.

Mucho antes de que esto ocurriera, hacía tiempo que yo venía orando por mi percepción de Iglesia. Pero ahora había llegado el momento de comprender más radical y plenamente la naturaleza de la estructura de Iglesia, "la estructura de la Verdad y el Amor". Si bien parecía que la estructura física se había fragmentado, yo sinceramente sentía que si lograba comprender mejor la totalidad de la verdadera Iglesia, esto ayudaría a producir una unión en mi cuerpo. Me consolaba pensando que desde el principio el avance de nuestra Iglesia tenía el designio únicamente de bendecir, y nunca hacer daño.Véase Esc. Mis., pág. 141.

En un año más, volví a caminar. Pero algo mucho más importante había sucedido. Yo había estado orando casi diariamente con conceptos espirituales acerca de la Iglesia. Si bien era correcto y natural estar normalmente activo una vez más, sentí que esta percepción más amplia de curación se evidenció en un considerable aumento de mi servicio para la Iglesia. Fue claro que el poder sanador de Iglesia estaba bendiciendo mi cuerpo individual, así como mi percepción del cuerpo colectivo de iglesia.

Como el médico se había preocupado tanto por mí, le escribí hace dos años para asegurarle del progreso que había tenido. Para ese entonces yo estaba nadando y jugando al básquetbol de nuevo, andando a caballo y viajando extensamente. Yo no pensaba que él se acordaría de mí, sin embargo me escribió diciéndome que nunca me olvidaría. En un sentido aún más profundo, yo jamás olvidaré las bendiciones de la Iglesia.

Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana explican con una profunda agudeza espiritual los grandiosos conceptos de Dios, del hombre, del Cristo. Y estas enseñanzas también revelan la increíble verdad de la Iglesia. Recuerdo cuando estuve en Alemania y me paré en la entrada de la Catedral de Colonia—que en una época fue el edificio más alto del mundo—para mirar los chapiteles que se elevan hacia el cielo y pensé en cuántas generaciones de familias, más de 600 años, había llevado construir esa iglesia. Era asombrosa. Y lo mismo fue la impresionante vista nocturna con las luces que brillaban en la Acrópolis y la Colina de Marte donde habló San Pablo. He escuchado sermones notables y muy inspiradores de varias denominaciones religiosas. Pero para mí, nada de eso se compara con la majestad de la Iglesia como la revela la Ciencia Cristiana.

Esta estructura divina entra en nuestra vida, transforma nuestros cuerpos, bendice nuestros deseos, disminuye nuestras limitaciones. Nunca es necesario que estemos sin la Iglesia. Y cuando la percibimos en su verdadera forma, jamás estamos sin ella. Existen muchas razones para que sientas que eres hijo de la Iglesia. Una de ellas es que la Iglesia te mece en sus brazos, y, como una madre, con ternura y firmeza, ella cuida de su hijo.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / mayo de 2011

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.