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Donde nuestro corazón encuentra el hogar

Del número de noviembre de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Septiembre de 2013.


 Cuando Marie Helm visitó Rusia por primera vez en 1991, no sospechaba de ninguna manera la aventura espiritual que la esperaba. Al empezar a conocer al pueblo ruso y aprender su idioma, muy pronto descubrió el profundo anhelo que tenían de saber más acerca de Dios. Fue en Rusia donde Marie dio los primeros pasos para entrar en la práctica pública de la Ciencia Cristiana y comenzó a sanar pacientes, incluso antes de poder hablar más que unas pocas palabras en ese idioma.

Marie se anunció como practicista en el Christian Science Journal en el año 2000, y cuatro años después comenzó a desempeñarse como tal en San Petersburgo, Rusia. En 2005, fue nombrada para integrar el Cuerpo de Conferenciantes de la Ciencia Cristiana, y empezó a dar conferencias en ruso por todas las zonas donde se habla este idioma. En 2006, se graduó de maestra de la Ciencia Cristiana. Actualmente, Marie vive seis meses al año en San Petersburgo, donde tiene su clase y asociación.

Antes me comentaste que cuando eras adolescente la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana se transformó en tu hogar en la iglesia. ¿Qué efecto tuvo eso en tu vida?

Había visitado la Escuela Dominical de niña, y empecé a asistir regularmente cuando tenía 15 o 16 años. Me ayudó a comprender que la vida ofrecía un sinfín de posibilidades. Y lo que es más, me hizo ver claramente que Dios es la fuente de la continuidad y estabilidad en mi vida.

Ese sentido de estabilidad debe haber sido un apoyo muy grande para ti, si tenemos en cuenta la dirección que tu vida tomó posteriormente.

¡Sí! Mi esposo ha tenido una carrera maravillosa en una empresa importante, pero esa compañía tenía la tradición de mudar constantemente a las familias de un lado a otro. Esto a veces era todo un desafío, pues cuando nos mudábamos, mi esposo y nuestros dos hijos encontraban inmediatamente su lugar dentro de la comunidad, mientras que yo a menudo me sentía como a la deriva. En esas ocasiones era cuando la Ciencia Cristiana me resultaba tan importante, porque estaba empezando a aprender que el hogar no es un lugar determinado. Si yo pensara que el hogar es un lugar material, sería siempre vulnerable, así que me di cuenta de que necesitaba tener una percepción espiritual de lo que es el hogar. Fue entonces que el hogar realmente se transformó, para mí, en la unidad inquebrantable con nuestro Padre-Madre.

Cuando tomamos consciencia de nuestra unidad con Dios, y que el propósito de Dios es bendecirnos, nos embarga realmente la esperanza.

Hay un hermoso versículo en Éxodo que quiero compartir contigo: “He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado” (23:20). Me encanta esto, porque para mí era una promesa de que no necesitaba preocuparme sobre lo que tenía que hacer, o cómo iba a encontrar mi lugar, Dios lo había preparado para mí, y Dios me lo estaba revelando.

¿En qué momento comenzaste a interesarte por Rusia?

Nos mudamos a Alaska en 1983. Supuestamente nos íbamos a quedar allí 18 meses, pero nuestro puesto temporario se transformó en una residencia de 25 años. Fue una época interesante. Alaska tiene profundas conexiones con el Lejano Oriente Ruso. En una época formó parte del Imperio Ruso, así que muchos lugares de Alaska tienen nombres rusos. Una de las cosas intrigantes que aprendimos es que cuando los primeros exploradores rusos vinieron a Alaska, había entre ellos sacerdotes ortodoxos rusos, y muchos de los pueblos nativos, tal como los aleutianos, tlingits y haidas, formaron parte de la iglesia ortodoxa rusa.

¿Y cuándo empezaste a viajar a Rusia?

Cuando Rusia comenzó a abrirse bajo el liderazgo de Mikhail Gorbachev, de pronto hubo una oportunidad para que la gente de Alaska explorara su herencia rusa. Mi primera visita a Rusia, en 1991, fue parte de un programa de “ciudad hermana” en el cual estábamos reuniendo a algunos de los ancianos aleutianos de Alaska con los parientes aleutianos de Kamchatka. Y lo que yo pensé que sería una simple visita, resultó ser una puerta que se abrió a una nueva serie de aventuras. Me di cuenta de que si quería continuar participando, necesitaba hablar ruso con fluidez, así que empecé a estudiar este idioma. Cuando regresé a casa después de esa primera visita, recibí muchas cartas, pero no las podía leer porque estaban en ruso. Eso realmente afianzó mi deseo de aprender el idioma. Y continúo estudiando ruso hasta el día de hoy.

Mis primeras tres visitas a Rusia fueron parte de este programa de ciudad hermana. Después la directora del programa me pidió que la ayudara a preparar un seminario que se enseñaría en un nuevo centro de mujeres en el Lejano Oriente Ruso. Me sentí muy feliz de hacerlo. Se trataba del desarrollo y manejo de organizaciones sin fines de lucro. Después de ayudarla a escribir el seminario, me dijo: “Bueno, ahora me gustaría que fueras y lo dieras”. Recuerdo que dije: “¿Qué? Yo no hablo suficiente ruso para hacer eso”. Y ella me dijo: “Está bien, tendrás un intérprete con quien trabajar”. Estuve de acuerdo con esto, sin tener la menor idea de a dónde me estaba guiando Dios.

Cuanto más aprendían acerca de mi fe y la curación espiritual, más querían saber.

Cuando llegué allí para enseñar el seminario, hacía poco que había caído la Unión Soviética, y el pueblo ruso, por primera vez en tres generaciones, tenía la oportunidad de explorar su espiritualidad. Todos querían saber acerca de mi religión, y siempre que hacíamos una pausa en el seminario y los asuntos del día, la gente me preguntaba acerca de mi religión. Cuanto más aprendían acerca de mi fe y la curación espiritual, más querían saber. Como al tercer día, yo tenía una cola de pacientes que querían pedirme ayuda para sanar. Fue todo un desafío porque yo no hablaba suficiente ruso para explicarles el proceso de curación. Pero siempre había pensado que esa era una hermosa forma de comenzar la práctica pública. Como no podía usar palabras, realmente tenía que permitir que el Cristo dirigiera mi pensamiento y guiara lo que estaba ocurriendo. De pronto, abría la Biblia en ruso en un pasaje que yo sabía que correspondía a los versículos en inglés que quería compartir con ellos, y decía: “Lea esto”. Y después compartía algo de la traducción al ruso de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y decía: “Mantenga eso en el pensamiento, y yo voy a orar”. Y tuvimos algunas curaciones maravillosas.

¿Podrías darnos una idea general de cómo es el campo de la Ciencia Cristiana de habla rusa?

Pienso que es difícil que los occidentales puedan siquiera imaginarlo. Rusia es muy grande, cubre diez husos horarios, y se extiende desde el Océano Ártico hasta el Mar Negro en el sur. Hay estudiantes de la Ciencia Cristiana esparcidos por todo ese vasto territorio. Están muy aislados. Y en relación a los países donde se habla ruso, las únicas iglesias filiales están en San Petersburgo, Rusia; Kherson, Ucrania, y Riga, Letonia. Tenemos pequeños grupos informales en Armenia, Georgia, Ucrania, Kazakhstan, y varias ciudades en Rusia. Desde la ruptura de la Unión Soviética, lo que era una nación son ahora muchas naciones diferentes, y si bien todas han abrazado sus lenguas nativas, la mayoría de ellas continúa hablando también el idioma ruso. Además tenemos gente leyendo individualmente Ciencia y Salud en Belorussia, así como por toda la Federación Rusa.

Dios ha preparado un lugar para nosotros, y Su ángel, Su pensamiento, nos está guiando hacia ese lugar.

Ahora contamos con un sitio Web maravilloso donde la gente puede encontrar información de contacto si quieren saber más acerca de la Ciencia Cristiana. Nuestra iglesia filial en San Petersburgo también ha comenzado a ofrecer reuniones de los miércoles por Internet vía Skype, lo cual ha sido muy estimulante y útil para muchas personas. Aquellos que viven en un lugar aislado y no tienen una iglesia, se pueden unir a nosotros por Skype. Lo único que todos tenemos en común es que hemos encontrado que la Ciencia Cristiana es realmente nuestro hogar espiritual. Mediante la traducción al ruso de la Lección Bíblica semanal, la edición en línea en idioma ruso de El Heraldo de la Ciencia Cristiana en JSH-Online, y las conferencias de la Ciencia Cristiana que se dan en ruso, realmente sentimos que pertenecemos al Movimiento, sentimos que estamos unidos con nuestro Padre-Madre y con esta familia mundial. Da mucha fortaleza comprender que uno no está solo.

Algunas de las cosas con las que el pueblo ruso ha tenido que lidiar, podrían ser un desafío a veces para cualquiera de nosotros. Por ejemplo, ¿qué podrías decirle a la gente en cualquier parte del mundo que ha sido desplazada de su hogar debido a que perdió su trabajo, a desastres naturales o la guerra?

Cuando ocurren ese tipo de cosas, las promesas de la Biblia brindan mucho consuelo. En Jeremías hay una promesa maravillosa: “Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien,… Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma” (32:40, 41). Cuando tomamos consciencia de nuestra unidad con Dios, y que el propósito de Dios es bendecirnos, nos embarga realmente la esperanza de que por más sombrías que parezcan ser las cosas ahora, podemos contar con el apoyo y la protección de nuestro Padre-Madre Dios.

Ese lindísimo versículo de Éxodo que mencioné antes, nos da la certeza de que Dios ha preparado un lugar para nosotros, y que Su ángel, Su pensamiento, nos está guiando hacia ese lugar, donde uno se siente aceptado y donde hay productividad y todo lo necesario para responder a nuestras necesidades diarias. Siento que lo que nos limita, más que nada, es tratar de encerrar esa promesa dentro de un marco material y decir: “Yo tengo que tener esto, esto y esto, entonces me sentiré en casa, entonces me sentiré a salvo”. Pero cuando dejamos a un lado esa caja material y escuchamos la dirección de Dios, y realmente confiamos en Su bondad y cuidado, somos guiados paso a paso y percibimos plenamente la vida.

Lo que mencionas me recuerda algo que la Sra. Eddy le dijo en una ocasión al personal de su casa: “El hogar no es un lugar, sino un poder. Encontramos el hogar cuando llegamos a tener la completa comprensión de Dios” (Irving C. Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy, Amplified edition, p. 211).

Estoy totalmente de acuerdo. Cuando dejamos de pensar que el hogar es un lugar físico, y lo vemos como una expresión de nuestra unidad con nuestro Padre-Madre Dios, entonces percibimos que la omnipotencia de Dios nos da el poder total, que nos dirige y nos guía, nos protege y nos da todo lo que necesitamos para desarrollarnos y crecer continuamente. Empezamos a comprender que no importa dónde estemos, estamos siempre en casa, en el hogar.

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