Este versículo del Salmo 91 (ver. 15) es una promesa de Dios, y nos alienta a que en todo momento y bajo toda circunstancia, pongamos toda nuestra confianza en Dios, sabiendo que nuestro amoroso Padre-Madre siempre está con nosotros y responde a todas nuestras necesidades.
La Biblia ofrece, desde el Génesis al Apocalipsis, una prueba tras otra de que la oración es eficaz y puede liberarnos de todas las dificultades, como demostró Cristo Jesús, nuestro Ejemplo divino, en sus obras sanadoras. Gracias a que estaba en constante comunión con Dios, Jesús encontró soluciones para resolver situaciones que parecían abrumadoras. Como es natural, sus discípulos querían saber cómo oraba él. Uno de ellos le pidió: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1), y Jesús contestó compartiendo con ellos lo que desde entonces se ha llamado el Padre Nuestro (Mateo 6:9-13), una oración tan útil y práctica hoy, como lo fue hace 2000 años.
Jesús también dio a sus seguidores tres preciados preceptos en un corto preámbulo antes del Padre Nuestro (Mateo 6:5-8):
1. “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”.
En esta primera instrucción, Jesús advierte contra el orgullo. Insistí en que orar correctamente significa orar con un corazón humilde, reverenciando la omnipotencia de Dios y permitiendo que brille la luz purificadora y sanadora de la Verdad.
2. “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”.
En todo momento y bajo toda circunstancia, pongamos toda nuestra confianza en Dios, sabiendo que nuestro amoroso Padre-Madre siempre está con nosotros y responde a todas nuestras necesidades.
Aquí Jesús destaca que no es importante el lugar donde oramos, sino nuestro pensamiento. El cuarto con la puerta cerrada simboliza el estado mental que se niega a permitir la entrada al falso testimonio de los sentidos materiales, y está abierto al sentido espiritual, el cual reconoce únicamente lo que es real; es decir, la perfección de Dios y el hombre (véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 15). En Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy explica: “Sólo a medida que nos elevamos por encima de toda sensación material y de todo pecado, podemos alcanzar la celestial aspiración y consciencia espiritual que están indicadas en la Oración del Señor (el Padre Nuestro) y que sanan instantáneamente a los enfermos” (pág. 16).
Al final del capítulo sobre “La oración” en Ciencia y Salud, Mary Baker Eddy nos da el sentido espiritual del Padre Nuestro (véanse págs. 16 y 17). Esta explicación indica que el estar consciente de la totalidad de Dios regenera y sana.
3. “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”.
Finalmente, Jesús nos dice que cuando oramos, lo que importa no son la cantidad de palabras, sino el espíritu de estas palabras, y nuestra comprensión de ellas, entendiendo que cada uno de nosotros es hijo de Dios, vive en Dios, en la armonía infinita, donde el bien ya es nuestro. Mary Baker Eddy explicó a uno de sus secretarios que, en realidad, ya incluimos todo lo que necesitamos: “Observa que nuestra cosecha ya está aquí, si es que la vemos. Es nuestra ceguera lo que retrasa la cosecha… Tienes que saber que el tiempo de cosechar la salud y la vida está ahora mismo contigo” (Mary Baker Eddy Christian Healer, Amplified Edition, pp. 227-228).
Jesús destaca que no es importante el lugar donde oramos, sino nuestro pensamiento.
A lo largo de muchos años, he tenido varias oportunidades de probar estas verdades, y de ser bendecida al poner en práctica las instrucciones de Jesús. He aquí un ejemplo. Cuando era miembro del Cuerpo de Conferenciantes de la Ciencia Cristiana, me invitaron a dar una conferencia en Milán, Italia. Lamentablemente, no pude salir rumbo a Milán hasta el día de la conferencia. Estando en la puerta de embarque del aeropuerto, me enteré de que había una huelga inesperada y que no saldría ningún avión. Inmediatamente declaré en oración que nada es imposible para Dios. Después de llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana y a los miembros de la iglesia de Milán para pedirles que me apoyaran con su oración, fui a hablar con diferentes líneas aéreas. Todas confirmaron que el aeropuerto estaba paralizado. Realmente tuve que cerrar la puerta de mi pensamiento para que no entrara el temor, y reconocer la totalidad de Dios.
Me sentí divinamente guiada a ir a un mostrador que indicaba un vuelo a Lugano, Suiza. Esta ciudad está a una hora en coche desde Milán. Me enteré de que era posible que el pequeño avión de la compañía aérea pudiera despegar, puesto que estaba en un garaje alejado del área ocupada por la gente que estaba de huelga. Abordar el avión fue todo un desafío, pero ante cada obstáculo, yo oraba, afirmando que el Cristo, el poder infinito de Dios, estaba abriendo el camino y guiándome. Ese pequeño avión fue el único que despegó aquel día.
En Lugano, me estaba esperando un taxi. Cuando llegué a Milán, la ciudad estaba llena de embotellamientos de tráfico debido a las manifestaciones convocadas por los huelguistas. Yo continué declarando que la Verdad estaba abriendo el camino. Llegué poco antes del comienzo de la conferencia. Había mucho ruido en el salón debido a las manifestaciones en la calle, y pocas personas presentes. Fui a prepararme y continué afirmando que sólo Dios estaba en control de toda la situación. En la armonía divina e infinita los conflictos y la escasez no existen. Cuando regresé al salón, estaba lleno, y ya no había ruido en la calle. El título de la conferencia era “Sí, Dios es Amor”. ¡Realmente, fui testigo de esto, una vez más!
La promesa divina: “Me invocará, y yo le responderé”, es ciertamente una promesa eterna y universal, que abraza a todos los hijos de Dios, es decir, a cada uno de nosotros. Y la respuesta de Dios siempre trae paz, bendiciones y curación.
 
    
