El inquieto narrador del libro Moby Dick de Herman Melville, confesó: “Siento un noviembre húmedo y lluvioso en mi alma”. Nunca fue simplemente un mes, sino un estado de pensamiento. Él suponía que ir al mar podría curarlo, pero descubrió que se requiere mucho más para restaurar la paz interior.
Si él hubiera relatado esta historia hoy, habría encontrado innumerables terapias en todo el mundo, que reflejan las teorías en constante evolución sobre la depresión. Pero en medio de estas, la Biblia sigue siendo un recurso eterno para la completa atención a la salud, incluso la salud mental. No hay pesar que enfrentemos, o desaliento que soportemos, que no se haya experimentado antes. Y la infinita habilidad que tiene Dios para consolar brilla a través de todo.
En Salmos, encontramos esos profundos momentos de descubrimiento cuando el pesar se transforma en baile, y el dolor es reemplazado por la alegría (véase Salmo 30). Una y otra vez, vemos cómo “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!