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En los brazos de Dios siempre

Del número de noviembre de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en portugués


El año pasado, estaba yo un día en la parte superior de una escalera de seis escalones tratando de sacar una valija grande de un ropero, cuando de pronto perdí el equilibrio, caí al suelo y la valija se me cayó encima. La misma tenía adentro una maleta más pequeña y era relativamente pesada. Sentí un dolor fuerte en el lado derecho del cuerpo, y no podía moverme.

En la Ciencia Cristiana aprendemos que la ley de Dios, el Espíritu, es la única ley que gobierna el universo, y que todos nosotros somos los hijos espirituales de Dios. Por lo tanto, mientras yacía quieta en el piso, declaré con firmeza que siempre había estado gobernada y sostenida por la ley de Dios, por la ley de la Vida, la Verdad y el Amor, y que jamás había estado gobernada por una ley material que pudiera hacerme daño o hacerme caer.

Mientras oraba, me di cuenta de que momentos antes de subirme a la escalera, yo estaba muy enojada con la persona a la que le iba a prestar la valija. Comprendí que debido a eso había subido la escalera muy irritada y sacado la maleta con tanta fuerza, que me caí. Cuando sentimos rabia e irritación, dejamos de estar en armonía con la ley del Amor divino que gobierna todo con paciencia, misericordia y compasión. Al orar reconocí que sólo me apoyo en esa ley y únicamente ella me sustenta. Esa ley espiritual es suprema. De modo que ninguna supuesta ley material, como tampoco la irritación mental, tiene el poder para hacerme daño.

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