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Cómo el perdón extingue el cáncer

Del número de abril de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en francés


En 1995, mi salud comenzó a deteriorarse. Los médicos diagnosticaron que tenía cáncer. La enfermedad fue carcomiendo cada vez más la planta de mis dos pies hasta el hueso. Llegó un punto en que los doctores declararon que la condición era incurable, y en un último intento de sanarme me dieron la opción de amputarme las dos piernas. Llena de desesperación, mi familia recurrió a todas las formas posibles de terapia, entre otras, la tradicional medicina africana y la oración de fe con ministros y sacerdotes. Pero todo fue en vano. Fue entonces que, postrado en cama y sin esperanza alguna, mi tío materno me dio a conocer la Ciencia Cristiana.

Lamentablemente, su acto de amor no le cayó bien al resto de mi familia, pero él no se desalentó porque lo que más le importaba era verme sano.

Un domingo, trajo a mi casa a un amigo de la Ciencia Cristiana que sintió mucha compasión por mí. Este amigo me pidió que aceptara la oferta de mi tío y probara el tratamiento en la Ciencia Cristiana. Me habló del amor de Dios con convicción. ¡Yo estaba muy atemorizado y sus palabras me animaron mucho! Este amigo y el amor de mi tío me alentaron a aceptar el tratamiento en la Ciencia Cristiana. Mi tío me sugirió que fuera a vivir a un lugar tranquilo donde pudiera orar con calma. Alquiló un cuarto para mí con el apoyo de mi tía y mi abuela maternas.

Oramos juntos para comprender que Dios mantiene la perfección de todas Sus ideas.

Durante un tiempo, oré con un practicista de la Ciencia Cristiana para comprender que “el Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 494). Pocos meses después, conocí a otro practicista, quien se hizo cargo de mi caso. 

Oramos juntos para comprender que Dios mantiene la perfección de todas Sus ideas, y que en la Mente divina no hay inercia, deformidad, inflamación ni putrefacción. No hay materia; Dios es Todo. Entonces el practicista me recomendó que cada día apartara mi pensamiento de toda ansiedad que pudiera tener respecto a mis pies, y que no me preocupara para nada por ellos. Me aconsejó que fortaleciera mi grata confianza en el espíritu de Verdad, el cual armoniza el ser y trae curación. 

Un día, durante una conversación, él discernió que yo tenía mucha ira y resentimiento. Me dijo que perdonara a todos aquellos que según yo me habían hecho mal, y que también me perdonara a mí mismo. Al principio esto me pareció imposible porque sentía resentimiento hacia ciertos miembros de mi familia que me habían abandonado, y a quienes yo hacía responsables de mi sufrimiento. Más aún, me sentía culpable porque pensaba que seguramente yo había pecado para haber recibido tan grande castigo. 

Con mucho valor, el practicista continuó orando conmigo. Poco a poco mis temores empezaron a desaparecer. Aunque mi recuperación fue lenta, la paz y la confianza comenzaron a afianzarse en mí. Yo continué orando y estudiando la Ciencia Cristiana. Decidí perdonarme a mí mismo y a todos aquellos con los que estaba enojado, pues comprendí que perdonar es amar a tu prójimo como a ti mismo. Con esta iluminación espiritual que ofrecen la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy, se produjo un gran cambio en mi pensamiento. Entonces, un día, con la ayuda del practicista, salí de mi cama, empecé a caminar con muletas y a salir de la casa.  

Oramos con perseverancia para ver que yo no soy un mortal enfermo ni un mortal saludable, sino que no soy de ninguna manera un mortal. Yo soy una idea divina, hecho a la imagen perfecta de la Vida divina, una idea totalmente espiritual, inorgánica, armoniosa y valiente, que no puede estar enferma. 

La curación llevó unos cinco años de oración persistente. Progresivamente, las partes deformadas de mis pies se enderezaron, la piel y los dedos se reformaron. He estado completamente libre desde el año 2005. Soy un hombre nuevo: camino perfectamente bien, sin rastro alguno de aquel problema. 

Las palabras no pueden expresar mi inmensa gratitud a Dios. También estoy agradecido a la Sra. Eddy y sus enseñanzas, así como al practicista que me ayudó a comprender mi verdadera relación con Dios.

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