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Se repone de una infección contagiosa en un ojo

Del número de abril de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en alemán


Hace seis años me salió una sustancia pegajosa en un ojo que no me permitía ver bien. Le pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me apoyara con su oración. Puesto que mi trabajo requiere que esté en contacto cercano con la gente, también decidí consultar con un médico. La doctora me dio un certificado de enfermedad para que no fuera al trabajo y me advirtió que esos síntomas (ella habló de un virus peligroso), eran muy contagiosos y que debía evitar todo contacto con otras personas. Yo seguí sus instrucciones, pero no usé la medicación que me dio. En lugar de eso, continué con mi tratamiento con el practicista.

Esta conclusión de que la Mente misma produce la curación eliminó mi temor y un falso sentido de responsabilidad.

El practicista me pidió que usara los días que me vi forzada a tomar de mi trabajo, para estudiar profundamente la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana. El tema de la lección era “Mente”. Con mi estudio comprendí un poco más acerca de lo que encierra este sinónimo de Dios, y lo que significa tener una sola Mente, es decir, la Mente divina, y ninguna otra. La Ciencia Cristiana enseña que el cuerpo manifiesta únicamente lo que está ocurriendo en la consciencia. De modo que si esta consciencia sólo refleja a la Mente divina, que es totalmente buena, entonces el cuerpo no puede producir nada que no sea bueno.

El siguiente pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy me llamó mucho la atención: “El Espíritu imparte la comprensión que eleva la consciencia y conduce a toda la verdad” (pág. 505). Esto me liberó de la limitada creencia de que debía idear un proceso complicado de curación con mi propia mente. Otro pasaje que me ayudó fue: “Las ideas de Dios reflejan lo inmortal, lo que no yerra y lo infinito. Lo mortal, lo que yerra y lo finito son creencias humanas, que se arrogan una tarea imposible para ellas: la de distinguir entre lo falso y lo verdadero” (págs. 505-506). Este pasaje me impactó. Esto era lo que yo había estado tratando de hacer con desesperación todo ese tiempo: distinguir entre lo verdadero y lo falso, entre lo correcto y lo errado, entre la oración eficaz y la ineficaz; y estaba tratando de hacer todo esto con la manera limitada y mortal de pensar. ¡Una tarea imposible de resolver! Pero, puesto que yo soy sólo el reflejo de Dios, de la Mente, es realmente la Mente misma la que produce la curación. Esta conclusión eliminó mi temor y un falso sentido de responsabilidad. El practicista estaba también orando con mucho amor por mí todo el tiempo.

Después de unos días, los síntomas habían desaparecido. El último día que tenía por enfermedad, regresé al consultorio de la doctora como me habían indicado. Pero antes de ir, nuevamente me embargó el temor. El practicista me recordó que David el joven pastor no salió temeroso con su honda para vencer al gigante Goliat (véase 1° de Samuel 17). En lugar de eso, él corrió hacia el gigante. Yo relacioné este personaje de Goliat con el temor que necesitaba superar. Me di cuenta de que yo también podía avanzar con Dios y confiar en Su poder.

En el consultorio de la doctora no me permitieron sentarme en la sala de espera, sino que me pusieron en un corredor separado para asegurarse de que no estuviera cerca de nadie. Continué orando en silencio todo el tiempo. Finalmente, llegó mi turno. Sentada en un rincón del cuarto de tratamiento, observé que dos doctores estaban mirando un papel y discutiendo consternados un tema que yo no entendía para nada. Finalmente, hablé y les pedí que me dieran una explicación. Me dijeron que los análisis de laboratorio habían demostrado que el agente de “mi” enfermedad era resistente a todas las medicinas que ellos conocían, incluso las que me habían prescrito. Como no me habían preguntado, yo no les había dicho que no las había tomado. Pero les pedí que me volvieran a examinar, porque realmente quería volver al trabajo.

Así que me examinaron. La doctora no pudo encontrar nada malo, y me permitieron regresar a mi trabajo al día siguiente. Para estar seguros, me mandaron otra vez al laboratorio para hacerme otro análisis. Una semana después me informaron que no habían encontrado nada, y ese problema no se ha vuelto a presentar.

Estoy muy agradecida por esta curación.

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