Hace seis años me salió una sustancia pegajosa en un ojo que no me permitía ver bien. Le pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me apoyara con su oración. Puesto que mi trabajo requiere que esté en contacto cercano con la gente, también decidí consultar con un médico. La doctora me dio un certificado de enfermedad para que no fuera al trabajo y me advirtió que esos síntomas (ella habló de un virus peligroso), eran muy contagiosos y que debía evitar todo contacto con otras personas. Yo seguí sus instrucciones, pero no usé la medicación que me dio. En lugar de eso, continué con mi tratamiento con el practicista.
Esta conclusión de que la Mente misma produce la curación eliminó mi temor y un falso sentido de responsabilidad.
El practicista me pidió que usara los días que me vi forzada a tomar de mi trabajo, para estudiar profundamente la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana. El tema de la lección era “Mente”. Con mi estudio comprendí un poco más acerca de lo que encierra este sinónimo de Dios, y lo que significa tener una sola Mente, es decir, la Mente divina, y ninguna otra. La Ciencia Cristiana enseña que el cuerpo manifiesta únicamente lo que está ocurriendo en la consciencia. De modo que si esta consciencia sólo refleja a la Mente divina, que es totalmente buena, entonces el cuerpo no puede producir nada que no sea bueno.
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