Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Artículo de portada

Para vencer al diablo

Del número de abril de 2013 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Originalmente publicado en el número del 10 de diciembre de 2012 del Christian Science Sentinel.


 A lo largo de la vida todos tenemos que lidiar con la tentación. Las tentaciones puede que se manifiesten de distintas formas a cada uno de nosotros, pero todo aquello que intente apartarnos de la pureza, el amor y la obediencia que Dios imparte, es una especie de mal que debe ser vencido. 

Es entonces causa de gran regocijo saber que toda tentación puede ser vencida mediante la gracia y el poder de Dios. Esto se debe a que Dios está siempre expresando, a través de Sus hijos hechos a Su imagen y semejanza, el valor, la fortaleza y la bondad que triunfa sobre “el mundo, la carne y el diablo” (Book of Common Prayer, 1662 edition).

La vida de nuestro Maestro, Cristo Jesús, fue un mosaico de sucesivas victorias contra la tentación.

Sin duda, nuestro amado Maestro, Cristo Jesús, fue el más grandioso ejemplo humano de cómo vencer la tentación. De hecho, toda su vida fue un mosaico triunfal de cómo eliminar resueltamente un desafío tras otro. Cada vez que Jesús se levantaba contra la tentación, reconocía que se trataba simplemente de un intento del mal, o diablo, de hacer una declaración falsa acerca de la creación espiritual de Dios. Él sabía que el diablo es “mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44). Razonando desde un punto de vista espiritual, Jesús comprendía que una mentira en ningún momento es verdad, y que al no tener verdad alguna, una mentira no tiene sustancia y jamás puede ser real. Así fue como Jesús percibió que el diablo es irreal y, por ende, no tiene poder para oponerse a la creación de Dios. 

No obstante, hubo un momento específico al comienzo del ministerio sanador de Jesús, cuando el diablo (o “magnetismo animal malicioso” como se lo denomina en la Ciencia Cristiana; véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, pág. 103), vino a tentarlo con tres atractivas proposiciones. 

En Mateo 4, versículo 1, leemos que Jesús “fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo”. Si leemos esto literalmente, podríamos pensar que el Espíritu Santo —la firme pero afectuosa presencia de Dios— ha guiado a Jesús al desierto para ser probado por el diablo. Pero, ¿acaso haría Dios caer en tentación a Su “unigénito Hijo” (Juan 1:18), o a cualquiera de Sus otros hijos? ¡Jamás! La Biblia dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Santiago 1:13). 

De manera que sería más correcto pensar que en el encuentro que Jesús tuvo con el diablo Dios estaba ayudando a Jesús a no ser tentado, más que incitándolo a caer en tentación. En Salmos leemos que Dios es el “que pastoreó a su pueblo por el desierto” (136:16). Por lo tanto, podríamos decir que el Espíritu está guiando a Jesús a través y fuera del desierto cuando aparecen las tentaciones diabólicas. Y este maravilloso hecho espiritual es verdad para todos los hijos de Dios. Dios jamás nos hace caer en tentación; Él, en cambio, nos da la facultad para triunfar sobre ella. 

El tiempo que Jesús pasó en el desierto plantea una pregunta obvia: ¿Qué fue lo que aprendió allí que lo fortaleció para enfrentar las tentaciones del diablo? Podemos encontrar una útil respuesta en Ciencia y Salud. La Sra. Eddy da una definición de la palabra desierto en el Glosario de su libro, que en parte dice: “… el vestíbulo en que el sentido material de las cosas desaparece, y el sentido espiritual revela las grandes realidades de la existencia” (pág. 597). 

Nosotros también podemos sentir el poder y la presencia de Dios en el desierto siempre que somos tentados.

Podríamos decir entonces que el desierto es un lugar donde se descubre que el sentido mortal de la creación, incluso el mal en todas sus formas, es irreal, y donde el verdadero sentido de Dios y Su creación espiritual es revelado y comprendido. Para usar el lenguaje de Pablo, el desierto es un lugar o estado de consciencia donde aprendemos a despojarnos “del viejo hombre [el hombre material] con sus hechos”, y a revestirnos “del nuevo [el hombre espiritual]” (Colosenses 3:9, 10). 

Por lo tanto, cuando el Espíritu Santo guió a Jesús en el desierto fue para que tuviera comunión con Dios y declarara “las grandes realidades de la existencia” (véase la definición de desierto, antes mencionada). Mientras Jesús oraba para ver la irrealidad de una creación material imperfecta, simultáneamente sentía la totalidad del Espíritu divino, su Padre-Madre Dios. Siguiendo el ejemplo de Jesús, nosotros también podemos sentir el poder y la presencia de Dios en el desierto o siempre que sentimos que somos tentados. 

También es útil notar la parte de la definición de desierto donde la Sra. Eddy se refiere al mismo como un “vestíbulo”. ¿Qué es un vestíbulo? Hablando desde el punto de vista bíblico, el vestíbulo era el porche externo del templo donde los sacerdotes y hombres santos juzgaban aplicando las leyes de Dios. La Biblia explica la función del vestíbulo del magnífico templo de Salomón de la siguiente manera: “Hizo asimismo el pórtico [vestíbulo] del trono en que había de juzgar, el pórtico [vestíbulo] del juicio” (1° de Reyes 7:7). 

De modo que al pensar en el desierto como un vestíbulo, quizás sería útil imaginarse la sala de un tribunal. No entramos al desierto para ser juzgados o condenados como mortales imperfectos, sentenciados a arar la tierra de una lastimosa existencia material. El desierto puede ser, en cambio, un lugar donde nos sentimos cerca de Dios, quien con mucho amor nos juzga a cada uno como Sus hijos preciados, y donde el diablo, o mal, es condenado a su propia nada. 

Puesto que el desierto funciona como la sala de un tribunal, podríamos inferir que Jesús va al desierto a prepararse para un juicio. En los sagrados precintos de su elevada consciencia, Jesús prepara su caso alineándose con las leyes infalibles de Dios que revelan la verdadera naturaleza espiritual del hombre. De hecho, la palabra griega para tentado usada en esta historia es peirazo, que tiene su origen en una palabra que puede significar “juicio” (Strong’s Exhaustive Concordance of the Bible). Así que después de pasar 40 días en el desierto declarando su propia unidad con Dios, Jesús está listo para el juicio. 

No obstante, resta una pregunta importante. ¿Quién está en juicio cuando el diablo viene para tentar a Jesús? ¿Acaso no pareciera que es Jesús el que está en juicio? La violenta embestida de la persecución en esta historia ciertamente parece provenir del diablo. Pero pensemos una vez más en cómo comienza la historia. ¿Cómo fue que Jesús entró en la “sala del tribunal del desierto”?  Fue “llevado por el Espíritu” (Mateo 4:1). Por lo tanto, el Espíritu Santo está iniciando este juicio para poner al descubierto que el diablo, el mal, no tiene poder alguno, y es el diablo el que es procesado. El diablo afirma que ha venido a atacar al Cristo; sin embargo, es el Espíritu divino el que está dirigiendo este proceso.

Jesús comprendió que el diablo es irreal y que ningún poder puede oponerse a la creación de Dios.

A pesar de sus reclamos, el mal jamás puede realmente instigar un conflicto con los hijos de Dios, porque sólo el Espíritu, Dios, posee todo el poder e inicia toda acción. Las enseñanzas de la Sra. Eddy confirman que esto es cierto cuando dice: “La Ciencia ha iniciado el irreprimible conflicto entre el sentido y el Alma. El pensamiento mortal lucha con este sentido como quien golpea el aire, mas la Ciencia lo domina y pone fin a la lucha” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 102). De manera que es la Ciencia Cristiana, las leyes espirituales de Dios, la que comienza y también termina toda lucha con el diablo y sus supuestas sugestiones materiales. 

Comprender esto cambia todo. Quiere decir que cada juicio o tentación que enfrentamos no es realmente nuestra propia persecución. Es, en cambio, Dios haciendo que el error salga a la superficie para que las falsas afirmaciones del mal sean destruidas. El diablo miente cuando dice que es el agresor. Se da a sí mismo un status rimbombante que jamás tuvo, y es en el desierto donde aprendemos a ver más allá de las pretensiones del diablo. A medida que el Espíritu Santo nos guía a cada uno hacia una comprensión más plena del poder y la presencia de Dios, el falso sentido material tiene inevitablemente que desaparecer. 

De manera que, cuando la vida humana parece ponernos en circunstancias desagradables o inciertas, o sentimos como que estamos deambulando por un desierto inhóspito, siempre podemos tener la seguridad de que no estamos solos. Jesús probó para toda la humanidad que aun cuando estemos en el desierto, el Espíritu Santo está con nosotros, acercándonos más a Dios. Dios nos ama, así que es natural que esté con nosotros en el desierto, ayudándonos a elevarnos por encima de todo lo que es desemejante al bien, y haciendo que manifestemos la más elevada expresión de nuestra verdadera naturaleza semejante al Cristo. 

Recuerda, el desierto es el vestíbulo o porche del templo de Dios. Así que cada vez que tenemos una experiencia triunfal en el desierto y eliminamos con decisión las tentaciones materiales mediante la fuerza y el poder de Dios, obtenemos comprensión espiritual y se nos permite entrar en el templo santo mismo. La Sra. Eddy habla de este fenómeno en Ciencia y Salud: “La comprensión, aun en cierto grado, del Todopoder divino destruye el temor, y planta los pies en la senda verdadera, la senda que conduce hacia la casa no hecha de manos, ‘eterna, en los cielos’” (pág. 454).

Esto es lo que significa para mí ser “llevado por el Espíritu al desierto”. Puesto que el Espíritu Santo está con nosotros en el desierto en cada juicio, el diablo ha perdido su caso incluso antes de abrir su mentirosa boca, y el Cristo es por siempre victorioso.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / abril de 2013

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.